Vuelven los toros de Piedras Negras a La Plaza México.

Tras 22 años de ausencia de la Plaza México y en el marco de la desaparecida Feria de la Cuaresma del año 2017, la emblemática ganadería tlaxcalteca de Piedras Negras regresó al ruedo capitalino con un enorme éxito. Esa tarde los de Piedras Negras fueron lidiados por los diestros Antonio García “El Chihuahua”, Juan Fernando, Mario Aguilar y Antonio Romero.

Dos años después de aquella tarde triunfal, regresa este domingo a la Plaza México en medio nuevamente de la expectativa que siempre produce la centenaria dehesa tlaxcalteca.

La Historia

Piedras Negras debutó el 15 de diciembre de 1946, tarde en la que alternaron los matadores Fermín Espinosa “Armillita”, Manuel Rodríguez “Manolete” y Alfonso Ramírez “El Calesero”. El primer toro de ésta ganadería lidiado en la Plaza México llevó el nombre de “Nacarillo”, a quien Fermín Espinosa Saucedo “Armillita” le cortó las orejas y el rabo.

La historia de Piedras Negras está ligada a la tauromaquia nacional por ser una de las primeras ganaderías criadoras de reses bravas en el país, pero también por el juego de sus astados y, claro, por el luto ocasionado a la fiesta a través de “Cobijero”, quien le quitó la vida al Torero de México, Alberto Balderas.

Según datos de Don Heriberto Lanfranchi, en su Historia del toro bravo mexicano, la ganadería tiene sus orígenes en 1835, cuando Mariano González Fernández arrendó la hacienda de San Mateo Huiscolotepec terminando por adquirirla en 1856. Pero fue hasta 1874 que el propio Mariano, junto con su primo José María González Pavón -dueño más tarde de Tepeyahualco- compran el ganado de San Cristóbal la Trampa, mismo que se aprovechó para la crianza en Piedras Negras, interviniendo también los hermanos Manuel y Carlos González Muñoz, siendo el primer semental español que padreó en la ganadería, un toro de Pablo Benjumea, sobrero de una tarde en la plaza Colón en la Ciudad de México, lo cual permite fortalecer el destino de la misma, ya que hasta entonces, enviaba toros criollos a las plazas. El ganadero Paco Madrazo, autor de El Color de la Divisa, recuerda a José María González Muñoz, quien en 1895 agrega un toro de Miura, 9 de Murube y en 1905 adquirió diez vacas y dos toros de Saltillo, criando a todo el hato de reses bravas en Tepeyahualco, origen primero de Piedras Negras.

Dice el ganadero que Don Wiliulfo González y Carvajal, a la muerte de su hermano Manuel, se hace cargo de dos ganaderías, (las dos mejores casas bravas de Tlaxcala y dos de las mejores vacas que han existido en México, enfatiza Don Paco): “Piedras Negras, con divisa roja y negra, que lleva como señal de sangre una corbata rajada en la badana de sus toros; y La Laguna, cuyas cintas ostentan los colores tabaco y rojo que orgullosamente ondean en lo alto de los morrillos de sus muy bonitos ejemplares”. En tanto que Beatriz González Carvajal en su libro A las campanas de Piedras Negras, publicado por la Universidad Autónoma de Tlaxcala, en el prólogo de Carlos Hernández González señala que “Piedras Negras, es la hacienda precursora de todas las ganaderías bravas del más pequeño estado de la República”. Y agrega: “Piedras Negras, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, será una de las cinco ganaderías dedicadas a la crianza extensiva del toro bravo, junto con Atenco y San Diego de los Padres, más tarde se incorporan San Mateo, en Zacatecas, y La Punta, en Jalisco”. Mientras que en e-tlaxcala, al hacer una reseña del libro “La legendaria hacienda de Piedras Negras, su gente y sus Toros” señala que La vida de las Ganadería de Piedras Negras y su hermana La Laguna cosechan una cantidad impresionante de triunfos mediante la lidia de 1600 toros y casi 900 novillos; y sus frutos: más de 100 rabos además de innumerables faenas triunfales que fueron gloria de los más importantes toreros desde los tiempos de Rodolfo Gaona y Juan Belmonte, pasando por la época de oro del toreo mexicano con Armillita, Silverio, Garza, Solórzano, Pepe Ortiz, El Soldado, Silverio y Arruza, hasta los contemporáneos Alfredo Leal, Raúl Contreras «Finito», Curro Rivera , Eloy Cavazos y Manolo Martínez así como posteriores como Jesús Solórzano Pesado, Raúl Ponce de León, Miguel Villanueva, Gabino Aguilar, El Cordobés, Palomo Linares, Pepe Cáceres y recientes como El Zapata y Rafal Ortega.

Efeméride especial de esta ganadería es el 29 de diciembre de 1940, cuando el toro «Cobijero», herrado con el número 53 y con pesó de 516 kilos, negro de pinta, en el Toreo de la Condesa, da muerte al Torero de México, Alberto Balderas, de apenas 30 años. Alberto Balderas era muy querido por la afición y por quienes lo conocían y al momento de su muerte se encontraba en plenitud de su carrera. Su padre, que era director de orquesta, se oponía a que Alberto fuera torero. Debutó en público el 10 de enero de 1926, y debido a sus cualidades fue alcanzando cada vez mayor proyección.

El cartel del 29 de diciembre de 1940, anunció la alternativa de Andrés Blando, apadrinado por Alberto Balderas y de testigo José González “Carnicerito”, con seis de Piedras Negras. La llegada de Balderas al coso de la Condesa, cuentan las crónicas de esa tarde, fue discreta, sin querer saludar o dejar verse. Se dice que no parecía el mismo. Balderas vestía esa fatídica tarde un terno de plata, en canario, color considerado de mal fario en el ambiente de los toros. Balderas, como padrino, tal y como lo marcan los cánones, cedió la lidia del primero a Blando. En el segundo del festejo, Blando devolvió los trastos a Alberto Balderas, quien se mostró imponente ante el toro que por nombre llevaba “Rayao”, cortándole a la postre una oreja y terminando con el terno deshecho por el muslo izquierdo, después de haber sufrido tremenda voltereta. Este sería el último astado que lidiaría el conocido Torero de México. Llegando el tercero de la tarde, “Cobijero”, que en turno le correspondía a “Carnicerito”, el burel saltó al ruedo con cornamenta acucharada, alto de agujas. En la suerte de varas, que Balderas sólo veía de lejos, El Torero de México cumplió con su turno en quites y entre barreras acudió a coser la taleguilla, charlando con algunos asistentes distrajo toda su atención de lo ocurrido en el ruedo respecto a “Cobijero”.

Las crónicas de esa oscura tarde narran que cuando «Carnicerito» pidió permiso a la autoridad, el toro hizo por él; Balderas, de manera apresurada, tomó el percal y salió al tercio dando un capotazo, citó de largo y en cuanto «Cobijero» vio el cite, se arrancó muy fuerte, rebozado. Sin embargo, cuando el diestro quiso meterlo en el engaño y desviarlo, el toro, no lo vio, se quedó con él y lo levantó por la axila, lo sacudió en el aire, se lo echó al lomo y al momento en que Balderas rodaba hacia adelante, el animal tiró la cabezada y le hundió el pitón en la zona del hígado, ahí se encarnizó y destrozó al torero que caía poco a poco a la arena; se levantó para dirigirse a las tablas, pero prácticamente ya iba corriendo hacia la muerte. Con la boca abierta, la mirada perdida y vidriosa, y una mano al costado trataba de detener la vida que el pitón del piedrenegrino le había arrebatado. Se desplomó en brazos de su cuadrilla. La cogida le había destrozado el hígado. Antes de veinte minutos, había fallecido en la enfermería. El público no lo supo sino hasta el final de la corrida, dicen que «Carnicerito» mató a «Cobijero» aterrado, pues veía el pitón lleno de sangre hasta la cepa. El entierro de Balderas, al día siguiente, fue una manifestación de luto sin precedente en México. Centenares, miles de personas acompañaron el féretro, por el paseo de la Reforma, desde la calle de Copenague, en que fue velado, hasta el panteón Moderno. El cuerpo de Alberto iba en un féretro descubierto, al sol, y bajo los bordados de un capote de paseo, destacan diferentes crónicas que se encuentran fácilmente en la red.

Fue este episodio, en parte, y la bravura de sus reses, lo que hizo que los mandones del toreo ahuyentaran a esta ganadería de las plazas, pues dicen los que saben que era preferible lidiar un astado a modo que enfrentarse a uno de la divisa rojo y negro. Sin embargo, Piedras Negras, orgullosa de su sangre de Saltillo, Miura y Murube, continuó su camino y este domingo 5 de enero regresa a la Plaza México, para que sus astados sean lidiados por José Luis Angelino, Antonio García «El Chihuahua» y Gerardo Rivera.

Serán seis los astados que fueron enviados por el ganadero Marco González, heredero de seis generaciones, y fiel portador de la tradición de Don Raúl, Don Romárico, Don Williulfo y de tantos criadores de reses bravas que dieron origen a esta ganadería orgullosamente tlaxcalteca.

El texto original de este artículo fue publicado por la Agencia Quadratín en la siguiente dirección: https://tlaxcala.quadratin.com.mx/principal/vuelven-los-toros-piedras-negras-la-plaza-mexico/

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