
La tarde que cierra los doce festejos de Ley resulta ser, intermitente, una posible alternativa al oficialismo reinante, es decir, la vista de una ganadería diferente y una terna igualmente distinta al siempre tan común y tan corriente anuncio que emite la empresa de La México para el cierre de Temporada: una falta de respeto absoluta hacia la terna por parte de la Empresa que adelanta la suerte en pleno festejo y pone en entredicho, de nueva cuenta, su planteamiento, tan corto en ideas, escaso de congruencia. A su modo, apelando a las masas, “El Zapata” sale a hombros dejando satisfecho al pópulo pero dejando pendiente la depuración de su tauromaquia. Mientras que Jerónimo, con oreja, muestra todo su sello y también su limitación, Antonio Mendoza surge, aun sin espada, como una nueva y firme esperanza para sacudir tanto humo de un ambiente enrarecido y tan cerrado en ideas taurinas.
Por: Luis Eduardo Maya Lora – De SOL Y SOMBRA. Plaza México.
Se le quema el agua a la Empresa.
Como en cuatro años no ha podido retomar el espacio que después de cada festejo tenía la administración pasada requiere, por fuerza, la propia fortaleza de la mitad corrida para, en cuanto dobla el tercero, anunciar sus carteles. Es decir, se adelanta a cualquier posible resultado de este festejo para soltar sus carteles, simplones en diseño y concepto.
Con ello, casi mata cualquier posibilidad de que alguno de los actuantes tenga un sitio en esas corridas postineras. No hay necesidad. Para la salida del cuarto la gente está más al pendiente de lo que vendrá en unas semanas que respecto del que está a punto de lidiarse.
Porque hay que decir que Pozohondo sorprende en los primeros tres turnos.
Sorprende su encierro al no disminuir en emoción, ni en presencia, incluso, un tanto atacado el segundo y débil, bonito el primero aunque berreón, hermosísimo el berrendo en cárdeno tercero pero reservón y áspero. Con todo y eso los tres toreros, en diferentes grados, estilos y cualidades, brindan un inicio esperanzador y, técnicamente, se contrastan con la terna de la semana pasada, que a cada paso que daba, eran rebasada.
Por ello, cuando “El Zapata” se encuentra con un primero estrecho, alto, serio por delante, tardo y muy berreón negro bragado, el tlaxcalteca, que domina como nadie el arte de ver las cosas antes que ocurran, aplica todo su colmillo para hacerle pasar y, tras breve puyazo, aplicar todo el aire posible al toro en el quite combinado por la chicuelina y la caleserina, a su modo, con su peculiar forma, pero siempre a favor del toro.
Que se crece en banderillas con un tercio efectivo aunque moroso.
Luego el trasteo, una muestra de que para torear hay que encontrar toro pronto aunque este proteste y se queje, aunque este finte con jugar a la contra, cercano siempre a la mansedumbre y a la debilidad. Pero para hacerle pasar aun cuando se lo piensa mucho y protesta, cuando el toro no se encuentra en la plaza, hay que pensar y trazar el camino de la media altura, del muletazo en redondo. Así, Uriel Moreno evita los cabezazos, tira del toro pase por pase con la derecha para someterle y dominar para cambiarlo de terreno y colocarse en el lugar exacto para, después con la izquierda, darse a torear largo y ligar en un palmo.
La faena carece de gran continuidad, incluye un inexplicable desarme que abona la contrariedad de un diestro que sabemos debe y tiene con que dar aun más. A pesar de eso consigue el silencio de la gente, vuelve a hacer pasar al toro pese al tan molesto berreo, lo intenta igualar en los plenos medios, terreno que no ocupa durante toda la faena. El toro no quiere y, entonces, por bajo, alterna los lados intercalando un doblón contrario y un perfecto cambio de mano abajo rodilla en tierra hacia en el otro tercio que muestran toda la distracción del toro y toda la paciencia y el sitio de “El Zapata” quien, en lo corto, justo con el toro igualado, cobra una entera apenas tendida.
Que se premia, a nuestro parecer, correctamente.
Antes de anticipar, valoremos la nula promesa del toro cambiada a más por el torero.

Entonces aparece un hermoso pero retacadísimo toro, nombrado “Barba Azul”, que nos recuerda a los siempre añorados hierros de Torrecilla y Valparaíso, astado degollado de tipo armonioso de blancos y simétricos pitones que se encuentra a Jerónimo. Inicia con ese arabesco con el que luce en su primer contacto con el capote. Luego se esfuerza a la verónica pese a la aspereza del cárdeno oscuro por el lado derecho, acomoda mejor por el otro lado y consigue bonita media que antecede al puyazo medido.
Hoy, tristemente, se aplaude el picar poco, pese a la exigencia del toro al picador.
Le levantan la vara en el momento de iniciar el romaneo.
Pero hoy los toreros salen más a cuidar al toro que a cuidarse del toro. Ya lo hemos dicho antes. Las chicuelinas de Jerónimo carecen de la suavidad necesaria para un toro como estos, incluso le enganchan. Sin embargo, encuentra la brevedad y con ello abona a que, pese a la brega irregular, el toro pueda irse para arriba en el último tercio. Jerónimo lo consigue. En buena medida porque no se apura en el inicio, alternando de los adentros hasta por fuera de la raya y rematando para arriba.
En ese sitio, frente a matadores, el toro engancha el derechazo. Más afuera de ese terreno inicial, entonces, llegan los primeros derechazos donde aguanta al toro a medio camino, con la muleta en medio de las extremidades, tratando más que de enganchar de esperar atrás, ahí suceden tres derechazos largos procurando no engancharse pero trazando de tal modo que hace ver en esta y en la siguiente tanda que el toro distrae y dobla contrario.
Pero los toreros con sello, pese a todo, siempre son esperados.
Y en ese sello, está la diferencia. Sobre todo con la mano izquierda.
Jerónimo, venciendo al tiempo y a sí mismo, encuentra muy lentamente el camino de la mano izquierda con un natural de trazo muy terso, otro que acaricia a la media altura que liga a dos más pero quizá en la colocación a veces pierde un paso donde queda obligando al toro y se engancha. Aun así, resuelve con la flor del molinete invertido y el de pecho. Tanda cuya intensidad es desigualdad pero cuyo sello es espejo de emoción.
Como la formidable ranchera, la auténtica, el muletazo familiar que ocupa Jerónimo como hacía el propio “Ranchero”, cuyo capote utiliza en el paseo, no como recurso, al final, cuando el toro ha sido dominado sino cuando comienza una tanda, en este caso en los propios medios. Así inicia una tanda, en un momento de inspiración que da la variación al comienzo.
La Plaza responde. El trazo emociona.
Más aun en el toreo ligado, ahora sí con la izquierda, donde, pese a esa interrupción para encontrar la colocación, vuelve a encontrar el sitio donde el astado toma el engaño largo aunque su tardanza deja en esbozo lo que parece ser llama plena. La faena ya no vuelve a encontrar los derechazos ligados dada la sosería del toro y su debilidad. Jerónimo se dobla y alterna los lados buscando la igualada aunque sin ese colmillo que vemos en “El Zapata”, la estocada, muy en corto y por derecho, encuentra al toro cayéndose y, ésta, cayendo más allá de lo permitido.
En este caso la oreja premia el sello mas procede de ser congruentes con la colocación que dejaría fuera cualquier premio.
Pero en una Temporada tan difícil a la gente parece darle igual. Malamente.
Entonces la tarde, que pierde luz en el cielo, se alumbra en el ruedo con la plateada presencia del berrendo segundo. Toca turno a Antonio Mendoza a quienes muchos ignorantes no se explican como lo hacen saludar si “dos toros vivos dejó ir su última corrida”. Hay que recordarle a esta gente que ha tenido un año especialmente bueno, de renacido más que de recuperado y eso se muestra ante la aspereza, casi dureza, del berrendo que sale a estorbar todo intento con el capote que sale a estropear el tercio de varas y, sobre todo, pone en vilo el medio de las cuadrillas.
Mendoza, serio toda la tarde, absolutamente concentrado en el toro, simplemente no le da espacio para la tregua. No cae en las diversas trampas que el berrendo tiende. Ni el posible desarrollo de su sentido ni en la supuesta dureza pues detrás se oculta la debilidad. De ahí que no se doble, sino que comience a mandar por arriba, a destroncar en cada muletazo alternado para irse a los medios y, ahí mismo, comenzar a dar parte.
Que ayer, ante el primero, Antonio Mendoza se va a la guerra.
Y a la primera línea.
Por ello, abierto en los medios, deja que el toro se venga sobre la muleta, deja que este quiera pero no pueda arrancarle el engaño y mande sobre de él con una firmeza admirable y una largueza que le permite ligar la segunda tanda sin dar espacio al intento de cabezazo y de invadir su sitio por parte del toro. Mendoza da sitio al burel le embarca de nuevo entiende perfecto como tapar pero para la mitad de la tanda, cuando debe sobrevenir la definición, el ser o no, del toro, el berrendo afloja y comienza a espiar.
Entonces el michoacano se echa la muleta a la zurda. El berrendo pega tres embestidas y para en su totalidad. Mendoza le manda de nuevo muy largo en el muletazo previo al de pecho para, después, tomar el rumbo de la dosantina, tres enteras, cada una más lenta ante la sospecha del toro de lo que hay atrás. Cómo sería esta última que queda el toro encelado para un nuevo derechazo circular, el de pecho y un toque a pitón contrario para seguir andando ante el asombro y el gusto del público.
Parece que la faena encuentra un tercer aire en la siguiente tanda.
Espejismo como la bravura del toro.
Mendoza se descara, toma plenamente el terreno del toro, liga en lo muy corto la capetillina, se monta en el burel y consigue un derechazo enorme a regañadientes, luego el de pecho con la derecha que vuelve a encelar al toro para que este se trague, fenomenal, el pase de la firma, el mejor de toda la faena y ligue, lleno de gloria, el pase de pecho con la zurda y la entrega es total. Después tras las manoletinas, vendría un cambio de mano casi imposible con el horrible cabezazo del toro.
Sabemos que con la espada falla, ante el cabeceo.
Pero tal como sería con el insulso y feo sexto, siguiente capitulo al terrible y manso quinto para Jerónimo sin opción alguna, acierta al segundo viaje. Mendoza se revela como una esperanza – otra más- firme y sólida que no solo requiere toros sino repetir pero… ya lo sabemos.
Entonces para la segunda parte de la corrida sale un toro mucho más chico que los tres primeros, de una hechura innegable y de célebre nombre, “Gitano” más Torrecilla, imposible, por nombre y capa, por el color de los pitones y lo armonioso de su estampa. “El Zapata” no se acomoda, tras farol de rodillas, en los lances iniciales. Tras el breve puyazo, el quite de la vizcaína consigue que el toro tome mayor aire y que el diestro prepare en banderillas uno de sus principales activos, el triple par al relance. Primero su par que incluye giro imposible, luego par al violín y nuevo relance con cuarteo de remate.
Exagerada quizá pero nueva vuelta al ruedo de “El Zapata” tras el segundo tercio.
Llega el momento de tomar una decisión.
Ante un toro con una embestida larga y suave, flojo y noblón, que se enciende tras banderillas y arranca alegre en lo corto tras resistir la invitación a los medios desde las tablas, “Zapata” tiene la opción de enseñarle embestir con una depuración en su tauromaquia es decir, menores movimientos de pies y menor interacción con la mas, consiguiendo un mayor diálogo con su propia obra, es decir, con el mismo toro, eso solo se consigue si la profundidad impera en el muletazo si la verticalidad aparece.
Pero el torero tiene otros planes, de entrada, al dejar al toro sobre las rayas. Ahí le responde largo con la derecha en doble tanda, a compás abierto. Luego al natural donde el cárdeno rebrinca y tardea, ante la presencia muy cercana ya de las tablas. Entonces, por fuera de las rayas comienza una tanda enganchada y después derechazos circulares sobre piernas rematados con gran pase de pecho.
Solo que ahí, en ese mismo punto, realmente, acabaría la faena.
Porque entre la demora de Uriel Moreno, la falta de casta del toro, a “El Zapata” que ya no encontró ni oposición ni el toro tuvo la casta suficiente para afrontar el remate de la faena, esta se volvió morosa y sobre todo carente del remate necesario para aspirar a más. Ante ello, “El Zapata” recurre al último de sus activos, la vuelta sobre el pitón derecho en la suerte contraria al momento de entrar a matar. Lo hizo ante el temible barralva hace un año, un toro que le buscaba el pecho en todo momento, altísimo y con la gaita dispuesta a herir, ahí tuvo el mérito total.
Y el triunfo no olvidemos, está en proporción directa a la talla, a la magnitud del rival.
Una voltereta provocada, de la que sale bien librado y con dos orejas y una puerta grande que lo colocan en el juego al que somete la empresa a los toreros. Ese quizá sea la única razón que legitimiza este triunfo numérico. El mercado taurino manda y las orejas son la moneda de cambio.
La lucha seguirá, no por el toreo utilitario, no por el oficio.
La lucha y la pugna de la Afición deberá ser, esperemos, siempre, por el arte.
Twitter: @CaballoNegroII.
RESUMEN DEL FESTEJO.
Plaza México. Temporada Grande 2019-2020. Domingo 12 de Enero de 2020. Décima Segunda de Derecho de Apartado. Menos de un cuarto de Plaza en tarde fresca y agradable sin viento molesto. Iluminación deficiente e irregular.
6 Toros, 6 de Pozohondo (Divisa Azul y Verde) desiguales de presencia, variopintos y disparejos de cabeza. Débiles y nobles en general, algunos con exceso de kilos; descastados y mansos los dos últimos. Flojos en su mayoría ante el caballo no obstante el tercero, pese a su mansedumbre, bravuconea en el peto. Noble pero tardo, sin mayores alcances de casta. Destaca el segundo, “Barba Azul” con claridad por ambos lados pero sin fuerza, especialmente por el lado izquierdo. Manso y descastado el berrendo en cárdeno tercero que desarrolla sentido. Chico y destragado, pese a ser de bonita hechura el cuarto, soso y noble con cierto recorrido inicial.
Uriel Moreno “El Zapata” (Marfil y Oro) Oreja y Dos Orejas con leves protestas. Salió a Hombros. Jerónimo (Tabaco y Oro) Oreja y Silencio tras Aviso. Antonio Mendoza (Azul Marino y Plata) Vuelta y Silencio.
Terrible la cuadrilla del tercer espada, Rafael Romero y Jorge Luna, medrosos mal colocados e impotentes ante un toro difícil en el tercio de banderilla pasando en falso y banderilleando a la media vuelta. Se desmontera Christian Sánchez tras banderillear al quinto. Se aplaude a César Morales al picar levemente al segundo.

Derechazo de Antonio Mendoza al berrendo “Traguito” de Pozohondo al que arranca este derechazo todo sometimiento.