En tiempos pretéritos, cuando llegaban los primeros fríos, el toreo o se mudaba a Hispanoamérica, o echaba el invierno frente a la chimenea que consumía leña, días y bonitas historias a la espera de que la climatología permitiera reanudar las tareas camperas. Ahora, con la aparición del bicho Covid, todo ese ritual ha quedado reducido a la mínima expresión, y por si no fuera éste ya suficiente revés, un puñado de políticos que están empeñados en reescribir la historia, andan metiendo también el hocico en la muy rica, culta y artística tauromaquia, sin reparar en el daño que pueden llegar a hacer.
Y ahí andan quienes no están dispuestos a que todo eso ocurra haciendo lo posible para que no se salgan con la suya, ora reclamando con fondo de sonora protesta ayudas que entienden les corresponden, ora protegiendo el patrimonio heredado. Entre los primeros se encuentran los ganaderos de reses bravas de la Comunitat, que para hacerse oír han convocado para el próximo viernes día 11, una manifestación que está respaldada por las asociaciones de Ganaderos de Bous al Carrer de la Comunidad Valenciana, ASAJA y la Unió de Llauradors y Ramaders. Su objetivo, pedir ayuda para no tener que seguir sacrificando más de las tres mil reses que ya tuvieron que mandar al matadero a partir del mes de marzo.
Los defensores del patrimonio, son igualmente beligerantes dentro y fuera de nuestras fronteras. Según aplausos.es el Tribunal Administrativo y Fiscal de Oporto ha suspendido la demolición de la plaza de toros de Póvoa de Varzim. La decisión se ha producido gracias a una iniciativa popular. Pulso ganado a los regidores que poco saben de dónde vienen. Sin embargo, en nuestro suelo patrio, ¡albricias!, han sido políticos respetuosos con la historia quienes han propiciado que se rehabiliten las plazas de Alagón (Zaragoza), y la de Laujar de Andarax (Almería). Tres plazas recoletas y entrañables que sus gentes quieren conservar. Que cunda el ejemplo.
Publicado en Las Provincias