La cadena del futuro.

Ismael Martin y Joselito Sánchez, en el patio de cuadrillas del coso de Alba de Tormes el pasado mes de octubre.

Por Javier Lorenzo.

Dado el poco o nulo compromiso de las grandes empresas con el futuro de la tauromaquia, dadas las escasas oportunidades para los nuevos valores y que el toreo debería empezar a reconstruirse por la base para creer en la continuidad del espectáculo sería crucial que en todas las grandes ferias, a partir de dos funciones, contaran con una novillada picada en su serial. Todos y cada uno de los grandes seriales que salieran a la luz deberían tener novilladas para lanzar nuevos valores, con el objetivo de que esos jóvenes espadas no llegaran a Madrid a la desesperada a matar una auténtica corrida de toros en puntas, que no se encuentran ni por asomo las figuras en cosos de segunda. Y lo hacen sin bagaje ni experiencia. De esa crueldad tienen culpa las empresas y aficionados que luego no son capaces de exigirle igual a quien manda en el escalafón. Cada uno lo suyo. El toreo tiene que apostar sin condenarles a un infierno del que salen escaldados con todas las opciones anuladas para seguir pidiendo. La reconstrucción debe de empezar con novilladas en plazas de tercera y segunda, con la exigencia de escenarios de tercera y segunda, para que cuando se le exija en un coso de primer orden puedan afrontarlo.

Ese circuito necesitaría no solo su puesta en escena sino del compromiso real de los profesionales. Que se apostara de verdad y se conociera a los espadas con opciones que despuntan. Conocerlos en el campo y en los pueblos. Potenciarlos en las plazas menores y lanzar su apuesta después, cuando de verdad estén preparados y hayan hecho méritos. Ese es el camino, ordenado y justo, que dejó de seguirse para caer en la recomendación, en el hijo o en el amigo de…

Esa estructura tendría otra por detrás con los sin caballos, los alumnos de las escuelas. Y ahí se debería de crear una gran liga, con las apuestas principales de cada una y en competición entre todas, con novilladas y citas fijas, igual de febrero a octubre, para lanzar los alumnos más aventajados, que sonaran, se dieran a conocer, se hablara de ellos, con una gran entrega final en las postrimerías del curso, en un escenario de primer orden que diera el premio de varias novilladas picadas al año siguiente. Así, arrancaría la cadena. Así, las escuelas prepararían sus valores, empezarían a darles toros y a apostar por los mejores. Los más destacados irían a esa primera competición; y de ella, cuando dieran el salto al primer circuito de las picadas para ir escalando de la misma manera en ese escalafón. Y así… Así se potenciarían los nuevos valores. Así se darían oportunidades. Así se lanzarían toreros. Así el aficionado los conocería y se ilusionaría. Para lograr algo así, se necesitaría la coordinación de todos, de las Escuelas primero, estas con las empresas de los pueblos, estas con las de los cosos de segunda y estas con las de primera. Haría falta el compromiso y la coordinación de todos. Algo que hoy no existe y en lo que deberían de trabajar si no quieren seguir dejando el toreo al albur de la suerte o del milagro. La estructura es clara y, como siempre, ahora hay que apelar a la voluntad. Tuvieron once meses para pensarlo y estructurarlo. Nadie lo hizo. Ahora ya no tienen que pensar. Mientras, la pandemia les sigue dando tiempo para actuar. Solo tienen que querer.

Publicado en La Gaceta de Salamanca

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