
Leo Valadez confirmó ayer en León que su sitio en la milicia de matadores es ya con categoría de capitán. El toreo fue suyo desde que se abrió de capa, por cierto un capote pintado con la imagen de la virgen, obra del pintor taurino Juan Antonio Ruiz y todo lo ocurrido durante la lidia ordinaria del festejo quedó convertido en anécdota.
Por J. C. Valadez – De SOL y SOMBRA.
La ganadería de Montecristo sirvió una corrida blanda y noble, pero eso no fue impedimento para que Valadez pudiera continuar con su estela de triunfos.
Torero y valiente, así se siente por estos días Valadez que, en gracia a su arrolladora voluntad de triunfo, consiguió dominar a los pupilos de Mercado Lamm; además de torearles con gusto y hondura.
Cuando había que dar la distancia, daba la distancia, algo que resulta necesario en el toreo; dejar espacio al toro para que vea el engaño y lo acometa con la debida holgura. Por no hacerlo así, Silveti no redondeo en sus dos enemigos. Sus dos faenas rayaron en lo banal y en algunos momentos se vio como un superficial lidiador mientras se echaba encima las embestidas de sus astados.
El qué si daba la distancia correcta, era Valadez. Citaba de lejos al primero de su lote, en los medios; aguantaba la vibrante arrancada, paraba, templaba el viaje, que instrumentaba largo, y con el mando preciso para ligar. En ocasiones, el toro perseguía la muleta, y Valadez resolvía el problema y el peligro echándoselo por delante en un apretado pase de pecho, o bien adornándose.
Su faena fue completa y las dos orejas un merecido premio para un torero que tuvo un inicio en el escalafón de matadores bajo de tono, como consecuencia del bache que, normalmente sufren todos los matadores en sus primeras temporadas de alternativa. Por eso, ha sido muy grato verle resurgir ayer en León, superando todas las dificultades y todos las inseguridades que alguna vez pudo tener, especialmente cuando estuvo en la congeladora.
No soy partidario del toro de regalo pero…
Quién también alcanzó el triunfo pero en tiempo extra, fue Juan Pablo Sánchez con un astado de regalo del hierro titular al que le instrumento una faena variada, basada en el toreo fundamental; amalgamando técnica e inspiración, dominio y templanza. Al ejecutar el volapié se volcó sobre el morrillo y alcanzó
un triunfo legítimo, pero más importante fue su significado, pues la fiesta llevaba años esperando a este torero que cuenta con capacidades plenas y vocación manifiesta. La gran duda es si superará su inclinación hacia la inconstancia, que en anteriores años le ha impedido alcanzar la cima del toreo nacional.
Al final Sánchez se fue en hombros junto a Valadez, un matador que está en un plan arrollador. Si persevera o no, eso lo dirá el tiempo. Pero, hasta donde podemos conocer, de momento, aquí hay torero.
SÁNCHEZ, SILVETI Y VALADEZ / MONTECRISTO
Siete toros Montecristo, blandos, variados de presentación y de juego.
Juan Pablo Sánchez: Silencio en su lote y dos orejas y rabo en el de regalo.
Diego Silveti: Silencio y ovación.
Leo Valadez: Dos orejas y palmas.
Plaza de Toros “La Luz”: Casi lleno del aforo permitido.
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