El Fundi, director de escuela taurina, presidente de los toreros y un torerazo.

Un científico del toreo, un diestro enciclopédico, al que la historia no le hará justicia.

Por Antonio Lorca.

Con toda seguridad, la historia será injusta con José Pedro Prados El Fundi (Fuenlabrada, Madrid, 1966), un científico del toreo, un diestro enciclopédico, que hubiera sido una figura de época si nace en los tiempos de los toreros valientes y los toros fieros. Pero ha sido el rescoldo vivo de la fiesta más auténtica; poseedor de una inteligencia prodigiosa delante de los toros, que dejó constancia de su vasto conocimiento, y, sin ser un exquisito, es uno de los toreros que mejor simboliza la simbiosis entre la lidia clásica y el toreo moderno.

Retirado de los ruedos desde 2012, es el director de la escuela taurina José Cubero Yiyo de Madrid y presidente de la Unión de Toreros. Sentado en un tendido de Las Ventas, mientras sus alumnos se entrenan en el ruedo, El Fundi, que presenta un aspecto físico presto para hacer el paseíllo si se lo propusiera, repasa con apabullante sinceridad una trayectoria profesional de 25 años en la que la vocación y el esfuerzo han primado sobre la gloria.

“En esta plaza dije adiós a la profesión, y en aquel momento consideré que era una decisión acertada”, comenta el torero. “Había cumplido 25 años de alternativa, no me encontraba en mi mejor momento profesional, me costaba contratar corridas buenas, y me marché”.

“Tardé mucho en alcanzar el reconocimiento de la afición y sufrí por ello”

Pregunta. Pero no se marchó satisfecho…

Respuesta. “La verdad es que no”.

P. ¿Cree que alcanzó el reconocimiento de la afición?

R. “Sí. Tardé mucho, y sufrí por ello. Llegué a pensar que nunca llegaría mi momento. Cuando escuchaba a los compañeros decir que esta era la profesión más bonita, yo no la veía así”.

El Fundi descubrió su vocación en los encierros de su pueblo, y cuenta que en sus inicios “era un torero gracioso, con clase y pellizco natural; tenía mi personalidad bien definida en ese aspecto”.

Después de un buen año como novillero con caballos, no fue capaz de superar el examen en las plazas importantes, y se retiró. Dice que no lo veía. Estuvo un año y medio fuera de los ruedos, aprovechó ese tiempo para hacer el servicio militar, y, vestido de soldado, recuperó la ilusión perdida. Quince días antes de su licenciatura reapareció en un festival, toreó una novillada y, a continuación, tomó la alternativa en Villaviciosa de Odón, el 22 de septiembre de 1987, con Joselito como padrino y José Luis Bote de testigo.

“Y ahí comenzó la dureza”, afirma el torero. “Partí de cero y toreé por los pueblos con hierros poco conocidos; hasta que en 1989 me ofrecieron una oportunidad en Arlés, con una corrida de Lloret, que era una ‘tía’. Corté una oreja y el empresario me compensó al año siguiente con la de Miura, y triunfé. Ahí comenzó mi futuro”.

Después de aquella corrida, El Fundi acude a todas las ferias francesas y con las corridas más duras.

“No tenía alternativa; además, me sentía fuerte y mentalizado”.

P. Se ha escrito que en el país vecino ha sido usted ‘capitán general’.

R. “Bueno, digamos que Francia ha sido para mí más importante que cualquier plaza española, incluida Madrid. Allí me sentí muy reconocido en el aspecto artístico y económico. Ha habido años en los que he toreado más en Francia que en España. Mientras allí me ofrecían dinero y categoría, no conseguía entrar en las primeras ferias españolas”.

P. No ha sido la suya una carrera fácil.

R. “No; más bien ha sido dificultosa. Quizá, también por mi culpa, porque he sido a veces conformista”.

P. ¿Pero alcanzó la meta propuesta?

R. “La meta, no. Creo que podría haber subido un peldaño más”.

De todos modos, El Fundi reconoce que su vida cambió a partir de 2005. Percibió entonces que los aficionados lo esperaban y los empresarios lo respetaban.

“Ahí empecé a ver que el esfuerzo merecía la pena. Los medios de comunicación hablaban de mi clase y profundidad y no solo me consideraban un torero luchador. Podía elegir y no conformarme con lo que me ofrecían las empresas, y eso me embargaba de satisfacción porque no lo había conseguido nunca. Tenía mucha afición, me dedicaba a la profesión en cuerpo y alma, y no hacía otra cosa que prepararme para torear, pero tardé mucho tiempo en alcanzar el reconocimiento general”.

Y cuando estaba recogiendo las mieles del sacrificio, allá por los años 2008 y 2009, la caída de un caballo, cuando participaba en una faena de acoso y derribo, rompió todos sus planes.

“Fue un percance muy duro, y no supe su verdadero alcance hasta tiempo después”, recuerda el torero. “Perdí la movilidad de la mitad del cuerpo, tomaba una fuerte medicación y me empeñé en reaparecer cuanto antes para no perder los contratos ya apalabrados. Creí entonces que la caída del caballo era un accidente más, y no fue así. Mi mujer, que es farmacéutica, me lo explicaba, pero yo no hacía caso. Quería torear a toda costa, aunque lo hacía medio drogado, para no perder la posibilidad de ascender. Me había costado tanto trabajo llegar…”

Y volvió a los ruedos el 14 de junio de 2009, solo un mes después del percance. Y se sucedieron las cogidas y las visitas a las enfermerías.

“El tremendo esfuerzo físico y sicológico de ese año 2009 lo pagué la temporada siguiente. Me gané unas cuantas broncas y estuve a punto de tirar la toalla, pero no era el momento para retirarme”.

P. ¿Qué le ha quedado por conseguir?

R. “Mantenerme en el nivel del año del accidente con el caballo y marcharme cuando me hubiera apetecido y no empujado por las circunstancias. No me fui cuando quise, sino porque comprendí que mi carrera no tenía más recorrido”.

Curiosamente, El Fundi fue profeta en La Maestranza, donde tardó en acudir, y triunfó repetidamente con los toros de Miura y Palha, pero tiene una espina clavada con Las Ventas.

“Sí, no haber salido por esa puerta grande que tenemos ahí al lado… Debe ser muy bonito, pero… Tampoco he vivido una tarde pletórica, redonda, en Madrid. En los últimos años, con un toro de Adolfo Martín, noté que el público estaba muy entregado conmigo, y no tanto por lo que estaba sucediendo en el ruedo esa tarde, sino por mi paso por esta plaza. No he vivido esa tarde de triunfo, pero sí el reconocimiento de la afición”.

Un monumento en su pueblo le recuerda que ha sido un torero importante; y si no fuera así, lo haría su madre, que ya luce 84 años, su más fiel partidaria, que ha asistido a todos los festejos en los que ha participado desde que debutó sin caballos; una dedicación que comparte con otros dos hijos toreros, Ángel, subalterno retirado, y David, picador en activo.

“He sido, sobre todo, un torero sincero y entregado”, termina El Fundi. “Muy transparente, con oficio, recursos y también con clase, aunque esta condición se me haya reconocido menos y durante poco tiempo porque no fui capaz de mantenerlo más”.

Mientras contempla los ensayos con capote y muleta de los alumnos de la escuela, hace hincapié es que es un director orgulloso. “Me gusta ver cómo los 80 chavales inscritos crecen en lo personal y profesional, e intento que la formación que reciben les sirva, como me sirvió a mí, pues fue la base de mi carrera”.

P. Y aún le queda tiempo para presidir la Unión de Toreros…

R. “Creí que era mi responsabilidad después de ejercer veinte años como vocal. Carecemos, quizá, de una voz significada socialmente, pero estamos implicados en todos los asuntos del sector. No es fácil la unión en un sector en el que impera el individualismo y la competencia, pero cuando se analizan los problemas con honestidad y seriedad vamos todos por el mismo camino”.

P. Se ve que es usted un hombre feliz.

R. “Sí; no sé si feliz, pero me siento realizado. Me siento útil en la escuela y en la Unión; mi familia está asentada y en equilibrio (tengo dos hijos, José Luis, de 20 años, que estudia ingeniería industrial, y Carolina, de 17, que comenzará farmacia), disfruto del campo, monto a caballo y estoy muy involucrado con la ganadería de mi suegro, José Escolar. No me aburro”.

Publicado en El País

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