Crónica de Aguascalientes: Gerardo Adame, un diestro cada tarde más sólido.

Adame. Foto Instagram.

Por Sergio Martín del Campo Rodríguez.

Si toda la mañana se tuvo la amenaza de Tláloc en la capital de las aguas termales, el cielo azul se desnudó y la tarde se disfrutó espléndida. Así se celebró en el añoso coso San Marcos, que vio la mitad de sus gradas ocupadas, la corrida anunciada dentro del círculo de la “Ruta del vino”.

Si toda la mañana se tuvo la amenaza de Tláloc en la capital de las aguas termales, el cielo azul se desnudó y la tarde se disfrutó espléndida. Así se celebró en el añoso coso San Marcos, que vio la mitad de sus gradas ocupadas, la corrida anunciada dentro del círculo de la “Ruta del vino”.

El departamento de Turismo del Estado puso en disputa dos trofeos, uno para el coletudo triunfador y otro para el mejor toro.

Fue una Corrida Concurso a la que se dio forma con seis jóvenes espadas locales y seis toros provenientes de ganaderías domiciliadas en la región aguascalentense.

Al finalizar sumas, el mejor torero fue Gerardo Adame, joven que cada tarde se ve más equilibrado, evolutivo, sólido y maduro. Sus cualidades para la tauromaquia práctica se ven más claras en cada función. Mientras tanto el mejor toro fue el de Corlomé, vacada propiedad del señor Sergio Lomelí y domiciliada en los agrestes feudos de Ojuelos, Jalisco; personaje Don Sergio que siempre se ha preocupado por la casta antes que de la nobleza empalagosa. “La fiesta es brava, no mansa”, es su acertado lema. Arrastre lento merecieron los restos de su buen ejemplar que cumplió a cabalidad en los tres tercios de la lidia.

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Y para abrir plaza hubo en el circular escenario un toro bravo y noble, como se apunta en rayas anteriores de la presente cuartilla, el del criadero ojuelense de Corlomé: “Vinatero”, No. 92 de 471 kilos según la pizarra, y un torero, Gerardo Adame (oreja), con oficio, cada vez mejor forjado e inteligente que hizo suya la clase, claridad y fijeza de aquel dando a ver una buena faena sobre ambos cuernos, cerrada con una estocada caída y delantera, pero entregándose a la hora buena de la ejecución.

La parte quizás menos agradable de la función fue para Diego Sánchez (palmas en ambos); primero porque su adversario, quemado con el hierro de Arellano Hermanos, sin que nadie siquiera lo tocara, se estrelló en la macices de un burladero cuando apenas se había cambiado el último tercio. El burel quedó inutilizado como para dar curso normal a la lidia y el joven no tuvo otro camino que el de estoquearlo con eficacia.

Obsequió, fuera ya de concurso, un séptimo, éste con el hierro de Francisco Cordero, pero no resultó apto para el lucimiento; sin embargo, la enjundia, entrega y obstinación del aguascalentense por agradar le generó el reconocimiento de la clientela y su nombre permanece en buen sitio dentro de la torería juvenil.

El tercer burel, que hondeó la divisa de Claudio Huerta, del instante mismo de su salida al anillo hasta que dobló, fue un sólido garabato de maldades. Incierto y manso, lo mismo probaba que salía con el par de guadañas por alto y se frenaba a medio pase. No obstante, Nicolás Gutiérrez (al tercio) le agregó al acto denuedo y decisión y se granjeó las ovaciones del respetable. Mérito tuvo lo que hizo y expuso. Oreja de peso habría empuñado de no ser por los errores cometidos con el alfanje.

Alegre y completa fue la labor capotera del pupilo de Manolo Arruza, Diego Emilio (palmas), y de irregular estructura el trasteo muleteril. Aunque regaló buenos pasajes por ambos flancos, jamás logró detonar la faena que el bicorne de San Isidro, noble y de excelente estilo, demandaba, concluyendo de medio espadazo efectivo luego de haber pinchado y haberse llevado al cuajar éste, un fuerte golpe con la pala del pitón a la altura del pómulo ojo izquierdos.

Entusiasta sobre todo resultó la intervención de José María Pastor (oreja) en los dos primeros tercios. No obstante, la alegría despertada entre la afición, se opacó en el episodio muletero. No se niegue que se le observaron buenos pases, nótese empero que su trasteo careció de una mejor estructura y mejor proyección como para haber explotado cabalmente a un ejemplar de Rosas Viejas que descubrió un formidable pitón derecho, lado por el cual se desplazó largamente llevando la testa muy abajo. Delantero fue el espadazo, pero suficiente también. Palmas en el arrastre se escucharon cuando el poderoso tiro llevaba al desolladero a la chonense res.

Buena manufactura tuvo la intervención capotera del espigado joven José María Hermosillo (al tercio), así al recibir al toro como al hacerle el quite. Y aunque encimado un tanto cuando tomó la sarga, ahogando un mejor desarrollo de las cualidades del bicorne, logró estupendos pases, llenos éstos de suavidad y temple, haciendo valerse como torero y un algo haciendo valer la nobleza del ejemplar de La Punta que, además, acusó el tipo de su encaste. Aquella muestra, además valiente, calentó el ánimo del cotarro y habría obtenido mejor premio de no ser porque hizo mal empleo del arma, no acertando matar sino hasta el cuarto viaje

Publicado en Noticiero Taurino.

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