Feria de San Miguel: En las lágrimas de Calerito cabemos todos.

Por Jesús Bayort.

El matador de toros de Aznalcóllar no ocultó su emoción durante la ceremonia de alternativa y en los respectivos brindis a sus padres

Desconfío del hombre que no llora, algo oculta bajo esa coraza bravucona. Mejor impresión me llevo de quienes se enorgullecen en el derrame de lágrimas. No de amargura, sino de emoción, de sentimiento. Las que goteaban por el rostro pueril de Juan Pedro García ‘Calerito’, que las dejaba caer con la misma intensidad de sus últimos lances como novillero. Como el soltero que apura la última calada en la puerta del templo. Retocado absurdamente frente al retrovisor del coche arrendado para terminar desmoronándose ante la mujer de su vida. «Sí, quiero», le contestó a Manzanares. El padrino de ceremonia se recreaba en la suerte mientras que el toricantano hacía el último recorrido mental por su soltería torera: niño prodigio, debut precoz, laureada etapa como becerrista y enrevesado periodo con picadores. En sus lágrimas cabíamos todos. Unas por el amor a nuestros padres, derramado en unos brindis que muchos dejamos por rubricar; otras por la consecución del sueño de toda una vida, del que muchos coqueteamos, incluso optamos, por abandonar; otras por la fidelidad inquebrantable de unos vecinos y amigos que siempre arropan, tanto en los momentos soleados como en los borrascosos; y otras pocas por intimar con los grandes maestros, cuan groupie que por fin descubre a los ídolos.

Ya lo avisó el refranero: al heredar, con un ojo reír y con el otro llorar. En esa coctelera de emociones se enfrentó a la corrida de su vida. La suerte se le puso de cara, con ‘Orador‘, que era el toro soñado. Al que toreó con la ambición de novillero afanoso y la inexperiencia de torero primerizo. Ya tendremos tiempo de juzgarle. Media hora antes de la corrida se lo decía a un amigo: «No le arriendo ahora mismo las ganancias a Calerito». Media hora después, sí me cambiaría por él. Pagaría por su foto, su recuerdo y su vivencia. Nadie le ha regalado esta oportunidad. Ni lo conseguido. Sólo él, y si acaso su familia, conocen los aprietos del camino. Con una oreja en el esportón, el regreso lo tiene asegurado. El año que viene, cuando vuelva como matador de toros, al niño le pedirán que se comporte como un hombre. Mientras tanto, que disfrute y valore lo que tantos hemos soñado. Y que no se arrepienta de nada, que en cada una de sus lágrimas iba alguna de nuestras frustraciones. Suerte, torero.

Publicado en ABC Sevilla

Deja un comentario