Ethos del Torismo: El “Toro de antes” ese que nunca existió.

Un gran conocedor de la cabaña brava de España, Joaquín López del Ramo se pronunciaba en el año 2002 sobre las claves del torismo en la introducción a su libro “Las claves del toro” de la siguiente manera:

“El torismo es una corriente de opinión utópica, irreal y regresiva, que parte de una distorsión interesada y preconcebida del concepto clásico de la bravura y del trapío del toro. Su nacimiento se sitúa en Madrid a comienzos de los años setenta, de la mano de un sector de la crítica que ensalzaba al toro destartalado y bronco como paradigma de autenticidad y al torero de gestualidad garbosa, pero superficial o corto de valor, como modelo de torería o esencia lidiadora”. Paradójicamente es también habitual en algunos aficionados que se proclaman toristas (aunque no lo dice López del Ramo) que su torero favorito sea un torero de arte, lo que no deja de ser un contrasentido de difícil justificación.

Esta retórica del torismo, envuelta en tópicos envuelve una realidad de fondo muy diferente al supuesto “purismo” de sus impulsores que tergiversaron en su momento la técnica, la historia del toreo y se inventaron como referente un “toro de antes” que en realidad nunca existió. Pero sus mensajes, por repetidos y lanzados a través de potentes altavoces de la prensa, condicionaron a las autoridades para que impusieran un astado mastodóntico al que debieron amoldarse los ganaderos en algunas plazas importantes de la urbe taurina.

Si analizamos con detalle está sin razón en ocasiones del torismo o si usted prefiere demagogia, su concepto nos da una visión empobrecedora del toro y de su lidia; ya que se queda en lo externo, es superficial y además simplificadora. Ya que establece como única referencia del trapío el tamaño y los pitones grandes, sin tener en cuenta las especificidades propias de cada estirpe; llama bravo al manso espectacular; equipara la raza al genio bronco y defensivo; niega la nobleza como cualidad básica del toro y trueca la emoción por el morbo.

Además, tergiversa la lidia, pues impugna a las figuras del toreo presentes y pasadas por el hecho de serlo; prefiere el toreo sobre los pies a la quietud y la ligazón. A su falta de enjundia, el “torismo” une la arrogancia de sus formas, pues se manifiesta hosco, agresivo, prepotente, chillón y muchas veces insultante, quizás para tapar su corta sustancia argumental.

El problema es que, desde hace unos años esta tendencia aún intenta mandar en algunas plazas importantes bajo los conceptos de algunos periodistas de la crítica taurina que la crearon (hoy desaparecidos) de sus aprendices actuales y de algunas autoridades que aún lo permiten.

Por ello, lejos de disminuir todos los males que ha ocasionado en el pasado, aún se siguen manifestando algunos de sus seguidores en algunas plazas, aunque ya no con la misma virulencia y fuerza de hace unos años.

¿Estamos viviendo la decadencia y posiblemente la desaparición del concepto de torismo cómo lo conocimos hace algunas decadas? Todo parece indicar sí, ya que los nuevos aficionados que son el futuro de la fiesta, no han demostrado sentirse muy identificados con esta tendencia en los últimos años.

Afortunadamente para la Tauromaquia aunque algunas tendencias desaparecen, el toreo ha demostrado ser eterno en su origen y esencia.

Por Luis Cuesta basado en un texto publicado por Joaquín López del Ramo* y José Morente.

* LÓPEZ DEL RAMO, Joaquín. Las claves del toro (1ª ed., Madrid, Espasa-Calpe, 2002.)

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