Lo primero que se debe decir, con todo lo que lleva la expresión, es… ¡Qué linda la Plaza Mérida así! Llena, blanca esa dama de 94 años de existencia que, si vivieran los que la inauguraron en 1929, estarían orgullosos de que esa obra sigue estando tan viva, tan seria, respetada y adorada.
Menudo reto que, sin que suene a elogio barato, habrá quedado para las siguientes tardes en la arena de Reforma. Y lo segundo es que qué clase de torería la de los tres alternantes de ayer en la conmemoración del aniversario 94.

Sin que el triunfo grande llegara, por equis o ye razones, los sabores agradables que se llevaron los aficionados luego de la tercera tarde de la temporada fueron importantes.
Una corrida grande en todo su conjunto. Tener a Roca Rey como se le vio ayer, sudando el terno y mostrando el porqué cobra lo que cobra en cada plaza. A Joselito Adame que, no habrá quien le ponga peros, pero es el torero más importante de nuestra baraja, con mente y corazón tan grandes como los mejores de toda la historia. Y Arturo Macías peleando y en cada lance, cada pase, entregado de cabo a rabo. Tres gallos que reventarían cualquier taquilla.
La fiesta de los toros es tan especial en esta querida Plaza Mérida y el acierto de esta combinación hizo que el boletaje se agote a media semana. Muchos años tenía que esto no sucedía en la Mérida, así que queremos pensar que se hizo algo bueno, aunque haya quienes piensen lo contrario.
Y pues la tarde del último domingo de enero será casi como un 5 de febrero o un 12 de diciembre en la cerrada Plaza México. La van a pelear las figuras y los ganaderos también.

Ayer, la dehesa de Fernando de la Mora llevó un lote de toros que, entre blanco y negro, tuvieron sus bemoles. Pero eso se tradujo en una bala suelta para cada torero. Y cuidado que había que hacerle frente.
Macías les puso cara la miel con su gallarda actuación con el abre plaza. Torero y toro. Y público entregado. Una oreja de peso.
Eso fue un puyazo duro para los otros dos alternantes, que, con sólidos trasteos, de lucimiento y pies plantados como se debe, arreciaron el encendido inicio del festejo. Joselito poderoso y Roca Rey ni se diga. Este Andrés, el peruano que está siendo un torero de época, había dejado agridulces sensaciones en su debut en la Mérida el año pasado. Ayer, pensamos, pagó aquel saldito pendiente.
Las orejas cortadas por ambos matadores hizo presagiar que la sesión sería de triunfo. Pero se diluyó, no porque los toreros no quisieran, sino por ese punto de inflexión que a veces malogra lo que va pintado bien. Quizá los fallos con la espada, por un lado, o algo de transmisión de los toros, cosas que hicieron que no siga la línea que trazaron de inicio.
Destellos de torería
Cada faena de las tres siguientes tuvo matices. Macías recibiendo a portagayola, y luego dando el cuerpo ante un toro que tenía buen fuelle. Pelearon los dos, pero no remató con el acero.
Joselito le mostró las credenciales a un toro que exigía. Me había dicho que defendería su papel de figura mexicana, y lo hizo.

Hay que decir, sin embargo, que la gente se fue enfriando quizá por los no trofeos a Macías y Adame. Y como que no vio la faena del que cerró plaza, o no la entendieron. Pero lo hecho por Roca Rey era una faena de esas que permiten ver al torero en su plenitud. La espada cayó apenas contraria, pero no tuvo eco. Casi nadie festejó.

Los tres se fueron caminando, entre sentidas despedidas de una concurrencia que logró hacer de esta tarde una sesión especial. Reto grande para lo que viene. Esta vieja Plaza Mérida sigue encantando.
Desde arriba sus creadores habrán hecho un guiño.— Gaspar Silveira Malaver.
Publicado en el Diario de Yucatán

