El cartel por el aniversario 94 de la Mérida, gigante.

Amigos aficionados…

Cuando llegaba el domingo platicaba a personas del entorno cercano que, a ratos, sientes mucho la frase torera de “corrida de expectación, corrida de…”. Ustedes saben, Dios dispone y el diablo descompone.

Y es que la tarde del domingo, en el aniversario 94 de la Plaza Mérida, había un cartelazo que pasaba sin problemas los filtros de Madrid y Sevilla. Hubo quienes vieron en el encierro de Fernando de la Mora, el prietito en el arroz, pero incluso hasta ese hierro, a veces criticado, puso su parte para una tarde llena de interés.

Cierto, en la reseña del domingo escribimos que la tarde no cerró con la misma intensidad con que abrió. El inicio fue retador con Arturo Macías vendiendo cara la onza, y las labores de Joselito Adame y Andrés Roca Rey fueron en papel de figuras. Ni se diga lo que mostraron cada uno en su segundo.

Aunque ninguno redondeó sus faenas, ya sea por la espada o porque los toros no terminaron de dar esa chispa de emotividad que a veces falta, no se puede reprochar nada a los alternantes. Tampoco al encierro. Creemos, así lo sentimos porque lo vimos de cerca, de un metro tal vez de distancia, que el toreo verdad afloró sobre la arena de la Mérida.

Cubriendo y siguiendo por años y años béisbol, y jugándolo también, siempre vemos a peloteros que muestran, con la forma en que terminan sus uniformes, una entrega especial. No todos, aclaramos, los que manchan el traje llevan la entrega total, eso está más que cinchado. Pero lo vi de cerca y puedo decir que, si algo tuvieron, fue que Macías, Adame y Roca Rey jugaron palmo a palmo todo eso que se llama vida, dejando atrás el papel de figuras.

Macías se fue al centro del ruedo a esperar, frente a toriles, la salida del cuarto. Se le fue de lado el toro, pero Arturo le intentó de nuevo. Joselito apechugó las dificultades de un toro que fue de embestida buena, pero a la par durísimo, y allá estuvo en su papel. Y Roca Rey, con el segundo, ese conjunto de derechazos hincado, cuajando siempre.

Otro distintivo: la suerte suprema. La ejecución del tercio decisivo bien ejecutada, especialmente con Adame y Roca Rey. Como se debe. Eso no quiere decir que haya sido buena la estocada, pero a veces endulza ver cómo se juegan todo al tirarse sobre el toro.

Y, reiteramos, el encierro de Fernando de la Mora, de nota positiva, con toros de embestida fija y noble, como apuntó el aficionado espiteño Alberto Gutiérrez. No tan alta, ciertamente, pero interesante. Y con cara y cuajo el encierro. Figuras entregándose y toros con todas las de la ley.

La corrida de aniversario 94 dejó alto el listón, no sólo en Mérida. Que siga así. – Gaspar Silveira.

Publicado en el Diario de Yucatán

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