Amigos aficionados…
De frase en frase, de personaje en personaje, la tauromaquia tiene para hacer enciclopedias que no tendrían nunca final. Esto es eterno y debe defenderse.
Tomé una que alguien compartió en Facebook con motivo del cumpleaños de Mario Vargas Llosa, el Premio Nobel peruano que, con su asistencia a las plazas de toros, ha dado un realce a la fiesta de los toros.
“En verdad detrás de la Fiesta hay todo un culto amoroso y delicado en el que el toro es el Rey. El ganado de lidia existe porque existen las corridas y no al revés”. El toro tiene que vivir.
De Fernando Botero, el genio colombiano, robamos la siguiente: “Era tal mi afición que me la pasaba dibujando toros. No era interés en la pintura, sino en los toros”. Sus famosas pinturas han dado la vuelta al mundo.
Orson Welles la defendió así: “No será necesario que apruebes las corridas de toros. Sea lo que sea, recuerda que puedes estar a favor y nadie pensará menos de ti”. Cierto como lo dice el cineasta y actor, pero la gente hoy en día, en un mundo totalmente dispar en pensamientos, se le ocurre pensar lo contrario.
Y pensarlo y gritarlo también porque simplemente quieren gritar su libertad, aunque, evidentemente, trasgreden la libertad de los demás. No somos asesinos por tener preferencia por la Fiesta, como gritaron el sábado pasado frente a la Plaza Mérida cuando nos dirigíamos a la corrida. Ni asesinos, ni violentos. Ni Vargas Llosa lo es, ni Botero, ni Sabina, ni lo fueron Goya, Picasso y Dalí. Amaron la tauromaquia.
Solo así se entiende que, pasados los años, puedan seguirse manifestando con esas consignas.
La de los toros es toda una fiesta, un ritual, el relato de la aparición de algo que, pasados siglos y siglos, ha ido evolucionando, para mejorar siempre, pero sin perder la esencia original: un hombre luchando por domesticar a un animal salvaje, que fue creado y es criado exclusivamente para ese fin, como apunta Vargas Llosa. La tauromaquia tiene una existencia que se basa en fundamentos, es una fiesta que, en todas las manifestaciones artísticas y deportivas (porque también es un deporte) no hay una que ponga en riesgo la vida como en los toros. Si hay una verdad, es allá en el ruedo. El toro no sabe, no conoce, y quiere defenderse. Salvaje como es, no puedes tenerlo en tu casa o tu pradera como tienes a algún otro animal. No existiría el toro si no hubiera corridas.
Retomamos las frases con una de Manolete, el mítico torero cordobés que falleció corneado por un toro, “Islero”, en una arena, la de Linares: “Si la muerte me llega, nunca me tomará en ese momento feo de la cobardía, sino con el gesto rabioso del luchador, si ha de venir la muerte, que sea en una tarde de éxito”. Morir con dignidad, de luces, es el máximo orgillo de un torero.
Y para seguir, con motivo del anuncio de la corrida extraordinaria en que estará “El Juli” en la Plaza Mérida, se ha dicho que uno de los motivos que alientan a querer ir a ver a Julián López en la arena de Reforma es que el torero de Velilla torea con la misma entrega en Madrid, Sevilla, la México que en cualquier plaza de toros. En opinión del que escribe, el más profesional de las últimas décadas.
Por tanto, volvemos a Manolete: “Don José (su apoderado José Flores “Camará”), pagan pa verme y no hay que hacer distinciones, de plazas grandes o pequeñas. Y al público rico no le cuesta pagar la ‘entrá’, pero a los pobres les cuesta el ‘jorná’ que se lo quitan de comer para verme, así que no puedo decepcionar a nadie”.
Que no nos decepcione “El Juli” el 15 de abril en Mérida. Y, apuntando con Joaquín Sabina, “el que no quiera ir a los toros que no vaya. Pero que no hablen de ecología ni de amor a los animales, porque no conozco a nadie que los ame más que los ganaderos y los toreros”. Los que vamos, vamos convencidos.
Por Gaspar Silveira – Diario de Yucatán