Opinión: ¡Taurinos, vengan a #Aguascalientes!

Los taurinos de Ciudad de México viajarán, más que nunca, a la Feria de San Marcos en Aguascalientes.

Por Román Revueltas Retes.

Un juez, respondiendo al amparo promovido por una asociación de enemigos de la tauromaquia dictó, en junio de 2022, la suspensión de la fiesta brava en la capital de todos los mexicanos.

La inmediata impugnación interpuesta por la Plaza México –el coso taurino más imponente del mundo y escenario de corridas históricas— implicará la celebración de procedimientos legales cuyo desenlace tomará algún tiempo y se ha debido cancelar entonces la temporada grande 2022-23. O sea, que ya no hay de plano toros en la ciudad con una de las aficiones más conocedoras y devotas del planeta.

El señor juez se solazó en la elaboración de sesudas argumentaciones: decretó, por ejemplo, que la prohibición «lejos de constituir una afectación a la sociedad, generaría un beneficio no sólo a las partes del presente juicio sino a todas las personas que vivan en la Ciudad de México y su entorno adyacente con independencia de la postura ideológica que profesen acerca de las actividades taurinas».

Pues, Su Señoría, con el debido respeto y reconociendo también que no soy persona afincada en la mentada Ciudad de México ni tampoco vecino de su entorno adyacente sino aguascalentense de adopción, me permito hacerle ver a usted que la suspensión dictada sí afecta, y mucho, a la sociedad, y que no es en manera alguna beneficiosa universalmente para todas las personas sino provechosa meramente para aquellas que se oponen a la fiesta brava y, desde luego, para los propios toros de lidia en su condición de primerísimos protagonistas del maltrato animal invocado, justamente, por los adversarios de la tauromaquia.

Porque, mire usted, de la celebración de las corridas depende todo un sector económico cuyos integrantes están siendo, con perdón, directísimamente perjudicados: miembros de las cuadrillas de los matadores, vendedores de bebidas y mercancías en la Plaza México, dueños de restaurantes y negocios, taxistas, operadores de servicios…

La tauromaquia genera también impuestos y sirve a la actividad turística, como bien le podrán hacer ver a usted, precisamente, los organizadores del Serial Taurino de la apacible y hospitalaria capital hidrocálida en la cual, además, la fiesta brava fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial, en 2011, por Carlos Lozano, gobernador en ese entonces de la entidad federativa.

Pero, pues sí, la oposición a las corridas de toros se fundamenta en el rechazo al dolor infligido a un animal. Como taurino ocasional y persona que se ha dejado llevar por las emociones de una gran faena, el escribidor de estas líneas se encuentra confrontado a un dilema que otras formas del arte ni siquiera plantean en tanto que no se construyen sobre el sacrificio de un ser vivo.

La desaparición de la tauromaquia es tal vez un paso más en el camino del proceso civilizatorio. Pero es también la pérdida de una forma de belleza, tan tremenda como intensa, impuesta por los severos inquisidores que pretenden dictar, en estos tiempos, todas y cada una de las cosas.

Publicado en Milenio

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