“Pero más te dolerán los huesos cuando la turba te deposite en la cama del hotel, después del camino a hombros como siempre se ha hecho con los ídolos”
Por Gloria Sánchez-Grande.
¿De dónde viniste, Morante? ¿Quiénes te criaron? ¿Qué viejas historias de toros y toreros no te contaron en la marisma? ¿Qué llenan tus ojos y tu memoria? ¿Qué religión profesas, Morante? Sea cual fuere, que tu oración sirva como antídoto contra los incrédulos y también contra los aduladores baratos, contra los que te negaron y robaron. El camino no ha sido fácil. Bien lo sabes. Tienes el cuerpo roto, las muñecas desarticuladas, viejas cornadas reabiertas, la boca de esparto tras torear como has hecho hoy.
Pero más te dolerán los huesos cuando la turba te deposite en la cama del hotel, después del camino a hombros como siempre se ha hecho con los ídolos. Esta noche, durante la cena, muestra tu sonrisa sin pudor por haberle arrancando a los ciegos la venda. Concédete esa gracia.
¿En qué esquina del tiempo aprendiste a torear de capote y muleta, Morante? Cuando cierres la puerta, una tauromaquia tan antigua como eterna se irá contigo. El día en que te vayas, se secará un cauce donde muchos antes que tú vertieron su sangre. No tienes continuador. No volverán a viajar por él aguas tan magníficas. Eso también lo sabes.
Después de esta Puerta del Príncipe, de haber cortado este rabo en La Maestranza, poco o nada te queda por conquistar en el toreo. Lo natural será que te retires, que vuelvas junto a tus vecinos cigarreros, a bañarte a orillas del Guadalquivir. “Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, un andaluz tan claro, tan rico de aventura”. ¿Quién cantará tu elegancia, Morante, si tampoco quedan ya poetas?
Qué torero, por cierto, tu terno de este Miércoles de Farolillos, inspirado en otro, casi idéntico, que vistió Joselito ‘El Gallo’. De azul turquesa y azabache, así surgiste del túnel de cuadrillas en otra tarde con el calor como penitencia. ¿Dónde acabará ese traje?
Por cierto, ¿sabes, Morante, qué pasodoble te tocó hoy la banda del Maestro Tejera mientras toreabas? Era de Pascual Marquina y se llamaba Rubores. Y, mientras sonaba, algunos cuentan que han visto sonreír a la Virgen de la Caridad en la cercana capilla del Baratillo.
Qué bonito será, para siempre, el recuerdo de esta breve felicidad que nos has hecho sentir en Sevilla. Que sirva como alimento para los años sin tu nombre.
Publicado en El Diario de Sevilla