«Daniel Luque busca provocarme para crear una rivalidad que no existe»: Roca Rey.

Por Rosario Pérez- ABC

Taquilla, triunfo y vitola. La santísima trinidad de los mandamases del toreo rezuma en quien es hoy el número uno de la Fiesta, Andrés Roca Rey. Porque el poder del toreo siempre estuvo en las figuras de bragueta que arrastraban a la masa y llenaban las plazas. Después de sus tres carteles de ‘No hay billetes’ en Sevilla –donde fue Príncipe y Rey en su salida a hombros de abril–, suma ahora otro trébol de reventones en la primavera de Madrid. «La de Roca, la de Roca», piden en la ventanilla de San Isidro. Llegado del Perú, a sus 26 años ha dejado claro que los toros son mucho más que un acontecimiento español y su tirón popular ha contribuido a expandir su universalidad.

—¿Qué siente cuando se abre el portón y ve los tendidos abarrotados?

—Es bonito y, a la vez, una responsabilidad grande quedar bien ante tanta gente, sobre todo por mi público y mis seguidores, que se hacen miles de kilómetros por ver lo mejor de mí. Y se tienen que reunir tantas cosas… Los triunfos no son fáciles por la presión, la responsabilidad y el miedo. Pero todo ello me motiva por alcanzar mi sueño de niño.

—¿Hay algo más difícil que el toreo?

—El mundo en el que estoy metido de lleno es éste y no sabría decir cómo son otras profesiones. Lo que sí digo es que lo que más cuesta es ponerse delante del toro sabiendo que vas a exponer tu cuerpo y tu vida. Porque aquí, si no te la juegas, no consigues nada.

—El poder de King Rock arrastra a la masa joven, atraída cada vez más por aquello que han querido prohibir.

—No nos vamos a engañar, siempre ha sido un mundo que ha suscitado división de opiniones, con unos diciendo que está bien y otros mal, y con la política en medio, lo que no ayuda. Pero lo que es innegable es que el futuro está en la juventud, y yo me siento contento de arrastrar a la gente de mi edad. Gracias a ese público el mundo del toro va a seguir con vida. Y cuantos más toreros jóvenes salgan, mejor.

—¿La receta de la gloria?

—No sé cuál es el secreto, pero obviamente implica mucho sacrificio. También se necesita suerte, pero hay que buscarla y mantenerla con muchísima disciplina, con esas cosas que nos inculcan desde niños y con las condiciones que te da Dios. Es importante no equivocarlas y ser inteligente para saber qué es lo que verdaderamente te va a ti y, sobre todo, lo que te hace feliz a ti, no a los demás. Cuando quieres hacer las cosas para agradar, fracasas.

—Roca siempre es Roca en el ruedo, sin versiones ni imitaciones.

—Creo que no está mal fijarse en los toreros: los maestros son los que te van poniendo en el camino y te dan las bases. Me gusta leer sobre el pasado y aprender, pero exponer tu vida queriendo parecerse a alguien es un error. Aunque observo y aprendo de detalles de los compañeros, no me gustaría nada caer en la mentira de copiar a nadie. Yo soy yo.

—¿Cómo lleva las críticas?

—La gente tiene todo el derecho a criticarme, uno no puede agradar a todo el mundo. Pero aquí hay que saber ver no solamente al torero, sino el lote que tiene delante.

—Frente al toro se muestra políticamente incorrecto, dominador del escenario, irreverente, con esa arrogancia que tanto se echa en falta en tiempos de besos y abrazos. ¿Y detrás de la cara del bravo?

—Dios me ha dado la suerte de estar viviendo un sueño, de expresarme en el ruedo con libertad, pero luego en el día a día intento ser más calmado. Aunque a veces te pueden las ansias y tu corazón te hace ser hiperactivo, salvaje, apasionado… No tengo definido lo que soy, pero no me considero una persona políticamente incorrecta. Hay que controlarse.

—Los creyentes buscan a Dios y el aficionado busca la emoción. ¿Qué busca Roca?

—Busco crear, al fin y al cabo soy torero y el torero es un artista que quiere expresarse creando. No me veo sin torear, me sentiría vacío. Yo, que soy una persona tímida y me cuesta expresar mis sentimientos hablando, delante del toro lo hago con pasión y libertad. Y eso es lo que me da vida.

—¿Cómo se explica eso de disfrutar delante de un bicho de 500 kilos?

—Es algo ilógico. Disfrutar con un toro es muy difícil y más aún con tanta responsabilidad, sabiendo los peligros que entraña. Más bien diría que después de torear te vacías porque has dado todo. Te has entregado y te sientes realizado. ¿Disfrutar? No sé. El toreo es algo que no tiene explicación.

—¿Cómo es posible pensar con la mente tan despejada en esos diez minutos de la faena?

—Por la preparación, porque vives día y noche para el toro. Y cuando llega el día, tu mente piensa ya de modo natural. La clave no es tanto la tarde de la corrida, sino los meses anteriores.

—¿Alguna vez ha pensado en la plaza eso de «tierra, trágame»?

—Más de una. La gente no es consciente de lo mal que se pasa.

—¿Torear es dolor o alegría?

—Torear es las dos cosas. Muchas veces se sufre y se sufre muchísimo: cuando no salen las cosas, cuando oyes algo feo de ti, cuando ves a tu gente preocupada… No sé qué pasa, pero a veces tu alma no te deja salir adelante. La gente no se da cuenta y no se llega ni a enterar, pero hay mucho sufrimiento. Lo que pasa es que luego el toreo tiene tantas recompensas y alegrías que merece la pena pasar por todos esos instantes malos. El toro me hace el hombre más feliz del mundo.

—Si torear tiene el alto precio de la vida, ¿el caché en los despachos tendrá que ser elevado como el Huascarán de la cordillera blanca peruana?

—Cobras según lo que generes y, si se llena la plaza, pues generas más. Jugarse la vida, saber que la expones muchas veces y sabiendo que puedes perder todo no se hace pensando en el dinero. No hay dinero que pague entregar la vida. Claro que me gusta ganar dinero y me gustaría tener mucho, no voy a mentir, pero nunca me jugaría la vida por eso, es algo secundario. Es sólo una satisfacción para el día a día, una recompensa.

«No quiero estar con alguien irrespetuoso en un patio de cuadrillas. [Daniel Luque] Busca provocarme para crear una rivalidad que no existe»

—Llama la atención que usted no se quede fuera de ninguna feria. ¿Acaso es fácil contratar al número uno? Porque con otras figuras casi siempre hubo alguna polémica…

—Va con la personalidad y con las personas que van a velar por ti. Tuve apoderados que eran buenos y ahora tengo la suerte de estar junto al maestro Roberto Domínguez, con quien se puede hablar y me entiende. Mientras no se vaya arrollando se puede llegar siempre a un acuerdo. Aunque se sea ‘políticamente incorrecto’ en la plaza, fuera hay que ser correcto y saber estar. Creo que el problema no lo pone el dinero, el problema lo ponen las personas.

—En cualquier disciplina las figuras no deben acomodar al poder, sino velar por el futuro. ¿Su compromiso es con la afición, con la cabaña brava, con el taurinismo o con la Fiesta?

—El compromiso de un torero tiene que ser con la tauromaquia en general. Uno no se puede olvidar de que el mundo del toro le ha dado cosas tan bonitas. Mi objetivo es crear algo importante con mi concepto y abrir paso también a otros toreros jóvenes, como en algún momento me lo abrieron a mí, y con las ganaderías.

—Precisamente un sector de la afición reclama mayor variedad de encastes a los de arriba.

—Es verdad que se torean más encastes que otros, empezando porque hay más ganaderías de uno en concreto. Yo busco las que creo que pueden desarrollar más bravura y dar una tarde entretenida y emocionante. La siguiente que tengo es la de La Quinta, de Santa Coloma, que no sé si será del gusto o no; también mato Núñez y Domecq. Y en agosto o septiembre tengo en mente matar Saltillo.

—En la Fiesta hay un enemigo exterior, el animalismo. ¿Y el interior?

—Como en todos los mundos hay enemigos, esos que no piensan en el futuro de su trabajo ni en su profesión, sino que son egoístas y no les importa joder al resto.

—¿Qué pasa con Daniel Luque? ¿Es cierto que no quiere encontrarse con él en un patio de cuadrillas?

—La verdad es que es algo de lo que no me gusta hablar. Me gusta la gente respetuosa. Es un torerazo al que no le pega nada estar faltando al respeto a los compañeros, y ahí me incluyo yo. No es agradable que se meta con gente querida, con tu familia o gente muy allegada a tu cuadrilla. Es un gran torero y lo admiro tanto, y aprende uno tanto de él, que es una pena, pero no quiero estar con alguien irrespetuoso en un patio de cuadrillas cuando luego me voy a jugar la vida. Busca provocarme para crear una rivalidad que no existe.

—Después de la histórica Feria de Abril, si le dan a elegir, ¿rabo o indulto en San Isidro?

—Cortar un rabo después de una faena en la que me haya entregado y vaciado al completo.

—¿Impone más Las Ventas o La Maestranza?

—Son sensaciones diferentes. Yo estoy muy contento con la Puerta del Príncipe y nunca me voy a olvidar de esta feria, la más bonita de mi vida, con Sevilla demostrándome su cariño, y donde han triunfado tantos compañeros, lo que es muy bueno para el toreo. Ahora sólo pienso en Madrid, en entregarme al toro y torear bien.

—¿Qué es lo primero que ve Roca cuando sale el toro?

—El pelo y los pitones.

—¿Se torean los pitones o la mirada?

—Hay que templar los pitones y se torea la mirada, que es la que te dice dónde va el toro. Los ojos son el espejo del alma. Se torea mirando a los ojos, como se debe hablar a una persona, cara a cara y siempre de frente.

—¿Cada vida tiene una lidia?

—La vida es una corrida de toros, y como dijo Ignacio Sánchez Mejías, «el que no torea embiste».

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