Las cornadas de Rafaelillo y Álvaro de la Calle en el templo torista de Ceret reabren la polémica del protocolo sanitario en Francia.

Por Gonzalo H. Bienvenida.

El fin de semana torista por antonomasia se celebra desde hace 35 años en Ceret (Francia), a unos kilómetros de Perpiñán. En tiempos de censura los ciudadanos acudían a ver películas mutiladas en España o directamente archivadas en el cajón del olvido para salvaguardar la conciencia colectiva. En esta época de la tiranía moderna del pensamiento único, se cuentan por centenares los aficionados de Cataluña que cruzan la frontera en busca de toros. El Constitucional levantó la prohibición de los toros en su tierra pero no se dan corridas en todo el territorio.

Las que se celebran en Ceret tienen como protagonista el toro. En una plaza más bien pequeña se lidia un animal que perfectamente se podrían soltar en los ruedos de Madrid o de Bilbao. Los organizadores son un grupo de aficionados que diseñan su feria ideal en cuanto a ganado y a toreros con un presupuesto que sale de sus bolsillos. Juan Carlos Carreño, experimentado taurino, se encarga de llevarlo a cabo a través de las contrataciones pertinentes y trabajo de campo -como veedor-.

Con este sistema se han celebrado tres corridas de toros y una novillada este fin de semana. La primera fue la de Peñajara de Casta Jijona que dio espectáculo en el caballo (ningún toro se fue con menos de tres puyazos) pero que se paró demasiado en la muleta. Javier Cortés se desmarcó con su toreo asentado de fino trazo para ganarse la sustitución de Robleño del domingo ante los toros de Escolar. Alberto Lamelas dio la cara y Rafaelillo resultó herido en la axila con una cornada de tres trayectorias.

La corrida de Saltillo tuvo una presentación desigual pero tres toros de importante fondo, humilladores y encastados. Bravos pero en el sentido de la búsqueda de los trastos por bajo, para hacer el toreo. Damián Castaño se encontró a uno de ese estilo y a otro de los que piden papeles, con mucha transmisión. Con ambos estuvo tan dispuesto como sincero, paseó el único trofeo de la tarde y pidió a gritos más oportunidades con un toreo francamente a tener en cuenta.

Sánchez Vara, que dio una vuelta al ruedo, demostró sus capacidades lidiadoras cuajando por el pitón derecho una embestida desbordante para cualquier otro. Por el izquierdo no tuvo un pase y cuando le pidieron -unos aficionados españoles- ponerse por ese pitón lo hizo recibiendo un derrote que le abrió la taleguilla a la altura de la ingle. Maxime Solera no aprovechó la buena condición del corniabierto sexto.

En la mañana del domingo tuvo lugar la novillada de Los Maños que sustituyó a la originalmente anunciada de Paloma Sánchez Rico. Lesiones en el campo primero y en los corrales después además de desavenencias de última hora llevaron a la sustitución total de un hierro por el otro. Destacó sobre la terna José Rojo que venía de haber toreado la noche anterior a las 21 horas en el Casar de Cáceres en la novillada del Circuito de Extremadura. Después de toda la noche en la carretera para hacer el paseíllo en Ceret a las 11 de la mañana. La exigencia con los novilleros es idéntica a la de los matadores, llegando a un límite de dureza excesivo. Rojo mereció algún trofeo ya que entendió y se comprometió con el mejor lote de Los Maños que sacó mejor fondo que la novillada lidiada en San Isidro. Peseiro y el Niño de las Monjas fueron todo voluntad.

Cerró la feria un fuerte corrida de José Escolar de las que mantienen la tensión en la tarde desde los primeros derrotes en los burladeros hasta que entregan su vida a regañadientes. Un encierro de armas tomar que empujó en el caballo con auténtica fiereza. El primero, que abría una barbaridad de pitón a pitón, prendió a Álvaro de la Calle que había hecho lo que había podido con la correosa embestida. La cornada entrando a matar fue de tres trayectorias que afortunadamente no afectó a ningún vaso relevante. Esta fue la tarde de la plenitud torera de Gómez del Pilar, que se entregó tragándole todo lo del mundo a su lote que finalmente le entregaron la bravura de embestir con todo. Inteligente, preciso, puro y valiente.

Del Pilar destapó su mejor versión en una tarde que debió ser premiada con cuatro orejas. El presidente le mangó una mientras que él mismo perdió las otras dos con la espada -factor determinante en esta plaza-. Javier Cortés remató al que hirió a De la Calle y se hizo cargo del otro del lote del salmantino además de los suyos. Por su afán de torear bien al toro que marca dificultades resultó prendido hasta en dos ocasiones, en una de ellas hasta perdiendo por unos segundos el conocimiento. Se rehízo para volver a torear como sabe: con el pecho, los talones en la arena y el trazo desgarrado. Su tarde fue de superación con un lote que no regaló absolutamente nada. También mereció premio mayor.

Una feria con un ambiente especial, con identidad propia -que debemos respetar los españoles que acudimos a ella-, que se alimenta de la bravura del toro especialmente expuesta en el tercio de varas (un oasis en este momento) y que cuenta con auténticos héroes que se juegan la vida con la rácana recompensa de la indiferencia, en la mayoría de las ocasiones.

LA POLÉMICA

Capítulo especial requieren los toreros heridos anteriormente citados: Rafaelillo y Álvaro de la Calle. Sus cornadas han reabierto el debate del protocolo de las enfermerías francesas: estabilizan al paciente y lo derivan al centro médico más cercano. Es decir, no operan en la plaza de toros. El argumento es que cuentan con un número mayor de hospitales por extensión que España. El problema es que esos traslados pueden provocar daños irreparables al perder la inmediatez de la intervención de urgencia. En el caso de Rafaelillo fue derivado a Perpiñán.

Allí resultó que, al ser la fiesta nacional francesa del 14 de julio, no se encontraba el cirujano de guardia por lo que le hicieron una cura y le propusieron operarle al día siguiente. El torero se negó y viajó durante toda la noche hasta llegar al hospital de Murcia donde fue intervenido. Sin embargo, a Álvaro de la Calle sí le intervinieron en una clínica cercana a la plaza de toros aunque el parte médico no ha trascendido y la información publicada ha sido trasladada por parte de su hermano y mozo de espadas Juanvi de la Calle. Los profesionales están preocupados por esta circunstancia y no comprenden que no haya una UVI móvil en cada plaza de toros como exige el reglamento taurino en cualquier festejo. Urge aprender de las desgracias pasadas para evitar o minimizar las venideras.

Publicado en El Mundo

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