Por Eduardo Lozano Gracia.
Esto, que estaba planeado como una crónica taurina más, se quedará en el limbo. No se me ocurre un espectáculo donde el cliente sea peor tratado que en los toros (especificando México y los últimos años); ya no solo en con lo ofertado-anunciado y su relación con el pago, sino ahora también en la fraudulencia jurídica.
Con $315 compré ‘Aniquilación’ de Michel Houellebecq publicado por Anagrama, mismo que me está gustando mucho; con $315 o menos fui al cine a ver ‘Oppenheimer’ de Nolan y salí más que satisfecho; con menos de $315 me suscribí anualmente al diario El Mundo donde me sumerjo en sus columnistas y en el maestro Zabala de la Serna; con $315 pagados vía Boletea y número de orden 1674361, compré un boleto general para la corrida de las luces de Huamantla, del que, no pude hacer uso y disfrute por el tangible sobrecupo en la entrada de ayer: tuve que ver el festejo parado.
No solamente me pasó a mí, al amargado de siempre: los vomitorios estaban presos e intransitables de tantos aficionados que no pudieron hacer uso de su asiento. Mi ansiedad en la ceremonia litúrgica no auguraba nada bueno con algún accidente con las famosas velitas ¿para dónde corríamos? (Protección Civil, tomando fotos). Luego, bueno, vamos a echarle afición… Sale un alacrán anovillado de Tenonapala, El Cejas —que según él, se había vestido homenajeando a uno de los toreros más grandes y más puros de la historia: José Miguel Arroyo “Joselito”— estuvo hecho un brinco toda la faena, y permitió que su cuadrilla (el mismo sujeto de la semana pasada) en las vueltas al toro le ayudara matando a cuchilladas al pobre animal. Otra vez, el mismo sujeto al que me niego a llamar torero, hizo la cuchillada trapera a los ojos de juez de plaza y autoridades taurinas estatales, en una de las corridas más importantes del calendario taurino, en el país donde nunca pasa nada.
El Payo, anduvo sobrio y haciendo buen toreo, con otro animal justo de presentación pero cuerna imponente del mismo hierro. Sergio Flores, con el burel mejor presentado que vi, estuvo animoso y sin poder concluir la faena por la falta de condiciones del jabonero. El cuarto de Pepe Garfias, fue inutilizado de sus remos delanteros al brincar al callejón y salió el cuarto BIS que no tuvo un pase pero que fue aprovechado por los acordes de la Pelea de Gallos y del hidrocálido. Creo que le dieron una oreja. Antes de ello, el portavoz de la empresa, en otra grosería más, nos vociferó a los parados que buscáramos asiento (supongo que en las piernas de la persona que más nos gustara, ¿no?). Pero no fue así, llevaba parado dos horas con cuarenta minutos y faltaban dos toros. Mi cuerpo no aguantó justificándose en que tiene afición, pero no tanta y me salí.
Con mis camaradas parados entendí que el sobrecupo masivo se debía a los regalos de cortesía del ayuntamiento y de la empresa. Nada calculadores, quedaron mal con nosotros los clientes y con sus invitados. Aquí, en el toro mexicano, está muy mal visto protestar por lo que pagas, porque inmediatamente eres un revoltoso, un amargado o un resentido. Yo, simplemente valoraré mejor mi dinero; quizá no me echen nada en falta en la plaza de Huamantla y en sus arcas monetarias, sinceramente yo tampoco añoraré nada el espectáculo decadente que me ofrecen. Esperando que abran La México o que pueda ver toros en Guadalajara, algo interesante en Tlaxcala o en España, esta fue la férrea defensa de mis últimos $315. Ay, con la de tantas cosas buenas culturales con las que me puedo entretener por la misma cantidad y yo dejando que me traten así.
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