El novillero Mariscal Ruiz enseña sus cartas en el festival benéfico de Sevilla

Por Álvaro Rodríguez del Moral.

El novillero sevillano Mariscal Ruiz, que cortó una oreja al séptimo novillo de la tarde, acabó cuajando la actuación de mayor calado artístico y técnico de un largo festejo, organizado a beneficio de la Hermandad del Rocío de Triana y la Fundación Alalá, que sirvió para clausurar la temporada 2023 en la plaza de la Maestranza de Sevilla.

La particular atmósfera y estética de la Hermandad del Rocío de Triana, beneficiaria del festejo en unión de la Fundación Alalá, se hacían notar en el exquisito exorno de las arcadas de la plaza de la Maestranza a base de cítricos, guirnaldas y hasta matas de romero que perfumaban el ambiente. El concurso de las gaitas y los tamboriles, el rezo de la salve y hasta la interpretación de la Marcha Real también sirvieron para reforzar ese clima.

La taquilla también había funcionado, contribuyendo al principal fin del evento: ampliar el radio de acción de las obras sociales y asistenciales de ambas entidades a la vez que se refuerza la vocación solidaria de este festejo otoñal que sirve en los últimos años para cerrar la temporada en la plaza de la Maestranza.

En cualquier caso hay que subrayar la dimensión, la calidad y la trascendencia de la labor de Mariscal Ruiz, que aunque aún gravita en el escalafón de los novilleros sin picadores actuó puntualmente en este festejo que no computaría como presentación o debut con caballos. La apuesta no era fácil, enfrentándose al utrero y anunciado con matadores de toros. Pero la moneda salió cara.

Mariscal tuvo delante un novillo de Santiago Domecq que habría traído de cabeza al más pintado. Después de tomarle el aire y calibrar sus dificultades con el capote no dudó en banderillearlo, destacando en un par por los adentros. La embestida se antojaba desordenada, informal, llena de defectos, pero Mariscal –que brindó a su abuelo Luis, cabeza de la saga- supo extraer su buen fondo con paciencia de alquimista.

Fue una faena brillante en las formas y precisa en el fondo. El novillero de Mairena del Aljarafe supo dar las distancias, las alturas, los toques justos para hacer embestir a un astado que no tuvo más remedio que seguir el camino que le marcaban. En su toreo –que ganará más con el toro dada su impresionante estatura- hay muchos matices, infinidad de resortes técnicos y una cabeza privilegiada para aprovechar las posibilidades de sus enemigos.

Mariscal acabó toreando a placer al natural, relajándose en los muletazos a pies juntos. La espada entró al segundo viaje y lo que se antojaba de dos orejas acabó siendo una. En cualquier caso su actuación le hace saltar otro escalón y le sigue ensanchando el horizonte.

También hay que destacar como merece el excelente momento que vive Borja Jiménez, revalidado en su actuación en este festival en el que entró por sustitución de Morante de la Puebla.

Borja se fajó de verdad con la exigente embestida de un ejemplar de Domingo Hernández al que toreó espatarrado, comprometido, muy encajado. Un larguísimo natural despertó un clamor y el arrimón final, sumado a un espadazo tendido, validó el trofeo.

A partir de ahí hay que reseñar la peculiar actuación de Alejandro Talavante, que empezó toreando muy amanoletado hasta acabar de rodillas, pegando luquecinas a un novillo que huía hasta de su sombra.

Muchas menos opciones barajó Pablo Aguado con un torete de El Pilar que se echó hasta tres veces a lo largo de su lidia.

Alfonso Cadaval, con un auténtico mulo de Bohórquez, tampoco tuvo material óptimo, mientras que Manzanares, primer espada a pie, se mostró pulcro y templado con un utrero de El Pilar que no pasó del medio gas.

El festejo lo había abierto el rejoneador Fermín Bohórquez que, con Miguel Báez ‘Litri’, se había implicado personalmente en la organización del evento. Reaparecía puntualmente para la ocasión y se entregó con un manejable novillo de su casa que le hizo reverdecer laureles de otro tiempo

FICHA DEL FESTEJO

Novillos, por este orden, de: Fermín Bohórquez, manejable; El Pilar, a medio gas; Garcigrande, rajado; Domingo Hernández, con teclas que tocar; El Pilar, inválido total; Fermín Bohórquez, muy deslucido y Santiago Domecq, complicado pero de fondo noble.

El rejoneador Fermín Bohórquez, oreja.

José María Manzanares, oreja.

Alejandro Talavante, oreja con petición de la segunda.

Borja Jiménez, oreja.

Pablo Aguado, silencio.

Alfonso Cadaval, ovación.

El novillero Mariscal Ruiz, oreja.

La plaza registró lleno de “no hay billetes” en tarde cálida pero otoñal.

Publicado en La Vanguardia

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