Punto de partida: Una buena noticia para la tauromaquia.

La tauromaquia representa derrama económica y generación de miles de empleos. Con el cierre de la Plaza México se coartaba el derecho al trabajo, la cultura y el esparcimiento.

Por Heriberto Murrieta.

El levantamiento de la suspensión de actividades que pesaba sobre la Monumental Plaza México es una buena noticia para la tauromaquia, pero principalmente es un gesto de libertad y tolerancia.

Un punto muy importante: fue un triunfo por unanimidad. Los cuatro jueces votaron a favor de la reanudación de las corridas en el coso más grande del mundo. Estaban en juego quinientos años de historia y tradición, de arte y cultura. El resultado es positivo, pero tiene que ser duradero.

Se presentaron 26 cartas “amicus curiae” a favor del toreo y únicamente dos en contra. Dice el abogado Raúl Pérez Johnston, hombre clave en el proceso, que ni en los asuntos más peliagudos se logran reunir tantos informes técnicos de personas ajenas al litigio.

La Fiesta de los toros es un espectáculo cultural, artístico, animalista, ecológico y lleno de tradición. No consiste ni remotamente en maltratar o torturar a un animal. En lugar de querer terminar con nuestras tradiciones, debemos defenderlas.

Para muchos, la suspensión de actividades en el coso capitalino ha significado una importante pérdida económica. En lo personal, al no darse los festejos, no hubo transmisiones de televisión, que han representado un ingreso fijo a lo largo de 39 años.

Las intenciones liberticidas y abolicionistas atentan contra el espíritu democrático de nuestro País y hablan de intransigencia y obstinación. De ahí que la decisión tomada por la Suprema Corte tenga una significación que va más allá de lo estrictamente taurino.

La tauromaquia es una escuela de valores y las ganaderías, que son cerca de trescientas, verdaderos pulmones de la naturaleza, ecosistemas donde se preservan muchas otras especies animales, aparte del toro, que vive en sus campos en excelentes condiciones durante cuatro años antes de su muerte digna en la plaza.

Por cada toro que muere ahí, viven en promedio otros siete en las dehesas. No hay comparación entre el fin de la vida del toro en el redondel y la cruel aniquilación de miles de reses de consumo que, luego de permanecer hacinadas en espacios reducidos, son exterminadas a mansalva en los rastros.

Se toma como agravante una crueldad inexistente, puesto que el torero no disfruta con el supuesto sufrimiento del animal. A propósito de este tema, existe la intención de que la corrida sea menos sangrienta, sin modificar el rito ni su formato actual. Se trabaja en ello desde hace varios meses.

Por otra parte, el regreso de la tauromaquia a la capital debe entenderse como la inmejorable oportunidad para promover la unión entre taurinos, ofrecer un espectáculo de categoría, no dejar cabos sueltos y obligarnos a lograr que la Fiesta mexicana sea cada vez más profesional. Sería el colmo desaprovechar este momento coyuntural.

Actualmente persisten 34 amparos y se están elaborando cuatro proyectos de leyes para proteger a la tauromaquia como una actividad socialmente responsable y generadora de bienestar animal, con la finalidad de dar argumentos sólidos a los jueces para futuros amparos.

Este es un punto de partida para revertir prohibiciones como la reciente de Guadalajara; un proceso legal que tardará aproximadamente cuatro meses.

Momento pues de celebración, pero también de reflexión y colocación de bases sólidas para cimentar una nueva tauromaquia mexicana.

Publicado en Reforma.

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