El arte de José María Manzanares.

Por Andrés Amorós.

Muchos aficionados actuales, que admiran a José María Manzanares hijo, me preguntan si el padre era tan buen torero como él. Evidentemente, no lo vieron torear: si no, sabrían de sobra que ha sido uno de los más grandes diestros, desde 1971 (su alternativa) hasta 2006 (su retirada).

One Toro acaba de poner a disposición de sus abonados una estupenda película sobre él, producida por la Diputación de Alicante, con guion del periodista Germán Estela. Recoge fragmentos de faenas, fotografías, testimonios familiares y de profesionales taurinos que lo conocieron bien: Luis Francisco Esplá, Pablo y José Luis Lozano, Espartaco, César Rincón, Cristina Sánchez, Antonio Ferrera…

Su padre, Pepe Manzanares, el primero de la dinastía, le encaminó por el camino de la tauromaquia clásica. José María fue un verdadero superdotado del toreo. Impresiona ver algunas fotografías suyas, de muy niño, en las que muestra ya una estética natural exquisita.

La tarde de su presentación como novillero en Las Ventas deslumbró a la afición simplemente llevando al novillo al caballo con lances a una mano, rematados con una larga cordobesa. Lo recuerdo muy bien y he vuelto a disfrutar viéndolo, en esta película.

También recuerdo su alternativa, en Alicante, en 1971, con Luis Miguel como padrino y El Viti, como testigo. Aquel jovencillo de 18 años, vestido de blanco y oro, supo estar a la altura de ese gran cartel. Allí lo aplaudieron, entre otros, Deborah Kerr y su marido Peter Viertel, Yves Montand, Alberto Closas y mi padre, gran amigo de José Mari desde el comienzo de su carrera.

Tenía todas las cualidades para ser una gran figura: claridad de mente, capacidad lidiadora, dominio del toro, finura de estilo, facilidad, naturalidad, sencillez… Era magnífico tanto con el capote como con la muleta y, cuando quería, uno de los mejores estoqueadores.

Siempre repito que los dos toreros mejor dotados, por naturaleza, que yo he visto han sido Paco Camino y Manzanares. Los dos fueron primerísimas figuras. Creo que los dos todavía podían haber llegado a más, si hubieran tenido un carácter más luchador, más constante en la entrega. En la película, el sabio Pablo Lozano, que fue su apoderado, opina exactamente igual.

Durante muchos años, triunfó en todos los cosos de España, Francia y América.

Aunque era un torero de arte, no necesitaba, como otros, un tipo de toro: en un momento en el que quiso afirmar su categoría, no tuvo problemas para triunfar, en Valencia, con toros de Miura.

“Ser torero implica un fondo de sentimiento, una manera de ser y de vivir que distingue. A los de verdad, los conoces hasta en la calle” José María Manzanares.

Quería mucho a Alicante, su tierra, pero se sentía también muy cerca de la sensibilidad de Sevilla, que lo adoptó como hijo adoptivo (luego, lo ha hecho también con su hijo).

Logró algo muy difícil de conseguir: ser un torero de toreros. Todos los profesionales que lo conocieron reconocen unánimemente su maestría.

Recuerdo una de sus frases: «Ser torero implica un fondo de sentimiento, una manera de ser y de vivir que distingue. A los de verdad, los conoces hasta en la calle».

Él era uno de ellos: un verdadero artista. Si no han tenido la oportunidad de verlo torear, les aconsejo que no se pierdan esta estupenda película, en One Toro. Si pudieron verlo, en cualquier Plaza, volverán a disfrutar con la belleza singular de su estética mediterránea.

Publicado en El Debate

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