La Noche y la Plata – XXV Aniversario de Provincia Juriquilla. Crónica y Galería.

Derechazo de Diego Silveti, en su faena al cuarto de la noche de Aniversario.

Nunca es tarde cuando la dicha es buena y el oscuro manto del pasado jueves en la noche queretana ha sido la cúpula bajo la cual se ha festejado a casi todo lujo el cuarto de siglo de la Plaza de Provincia Juriquilla. Hacemos esa reserva porque de nueva cuenta el aura de la mansedumbre ha dejado un tanto a medias a la gran entrada en el incomparable marco de la que quizá sea la plaza más bonita de México, Juriquilla.

Por: Luis Eduardo Maya LoraDe SOL Y SOMBRA. Juriquilla. Foto: Enrique Muñoz.

Si es Querétaro, como bien puede ser, la palabra más hermosa en lengua castellana, Juriquilla, a su norte ubicada, debe ser joya que adorna la corona de tan categórica armonía, tan poética ortografía y de tan real y “con mero y mixto imperio” jurisdicción.

Sintaxis, diría Diez de Marina, que sabe a eucaristía.

Así, a Querétaro, en especial a Juriquilla, como a las mujeres bonitas, nunca se les puede decir no. Que esta es la Plaza que como algún día me dijo su constructor: “Tiene todos los días que lucir como si se inaugurara.”

Y así van veinticinco años.

El lleno es de noche plateada. Arrobas de ley se cambian por una entrada y todo el Bajío congregado está en el comienzo de la peregrinación de los Aniversarios taurinos mexicanos que comienza con esta corrida de Los Encinos, hierro queretano por supuesto.

También, todo mundo quiere que embista y, de hecho, el que abre plaza y campaña –y así van casi catorce- para Hermoso de Mendoza, da la impresión de conseguirlo.

En goyesco hace Hermoso el paseo en una de sus plazas insignias y en torero se encuentra con el toro de Los Encinos que tiene aire suficiente e incluso da la sensación de que aun no está  el navarro en ritmo mexicano.

Todo en el marco de Juriquilla es perfecto: la escena, la noche e incluso el fresco piadoso, sin embargo ni el trapío del toro ni el ritmo de Pablo permiten que la cosa vaya a más. Solo discretas ovaciones.

La flojedad se adelanta cuando “El Juli” avanza pero forzado se ve a cuidar a un enfermo como el cárdeno segundo. El problema no es –solo- la mansedumbre, el problema es y vuelve a ser la flojedad. La chicuelina queda a medias.

El toro de lidia puede ser o no bravo, pero no sistemáticamente estar enfermo. Lógico, el arte alivia, sana y brinda el amparo a un sentimiento, tal como Liszt hace cuando nombra a sus obras “Consolaciones” En el toreo decimos “sobar”, solo que en una noche como esta, la flojedad no va, no queda. Los toros ayer más que alivio traen consigo el suplicio.

Ni los reproches hacia “Juli” ni los mismos pucheros del torero tampoco a la autoridad, aviso incluido, proceden.

A golpe de quirófano, a cincelazo torero, Gerardo Adame se levanta de la grave encrucijada de Monterrey, esa terrible doble cornada. Su manso enemigo poco trae a la mesa de la emoción, Adame, con lógica falta de sitio, apenas opone voluntad y cosa más que importante, valor. Tal situación es lo más destacado de su actuación,  el valor está ahí. Solo hará falta torear, como decía “El Tano“, mas de continuo.

Doble detalle es su brindis a los maestros, “Juli” y Hermoso de Mendoza.

Estando en el mismo cartel, la tan hidrocálida hospitalidad de Gerardo se adecua menos, como la arrebatada música en ambos turnos, con –lo siento mucho- la “Pelea de Gallos”, tan fuera de lugar como las embestidas con la cara arriba del toro. Cosas sueltas, cierto, reiteramos que el valor está ahí y está intacto, ahí deja la larga de remate tras su saludo al quinto.

La ilusión inicial, a diferencia de la noche que se dilata, no se diluye con Diego Silveti que prende la flama de la hora postrera para el cuarto de la tarde. Lo hace al tirar los brazos en la media tras serenamente avanzar a los medios, Silveti tiene, como los buenos toreros uno de sus más preciados activos en su capote.

Esto se constata siempre en la prueba del valor, hoy también de torería, de la gaonera.

Cuando los brazos podrían acortarse para otros en Silveti toman cadencia, cuando la embestida podría estrellarse en Diego se desahoga afirmando su vertical planta y, de nuevo, el perfecto remate de la rebolera por detrás donde desgrana torería.

Nótese en Silveti que utiliza la quietud a favor de mejorar la condición de los toros, cosa que llega al tendido mucho. Pena que su enemigo en turno sea corto, ya no de trapío sino de fondo. Por alto el inicio, a los medios la orientación de las suertes. Diego alarga el viaje sobre la línea sin obligar de más pero sin mandar de menos y por ello esas dos primeras tandas derechistas musicadas con el taurinísimo silencio de Juriquilla ponen lo más torero –hasta el momento- de la noche.

Luego la cosa medio descompone con un desarme y la mansedumbre del toro. Cuando Diego Silveti abarque ese pequeño espacio que todavía tiene por torear en su muletazo natural por ambos pitones, si de por sí ya emociona, lo hará entonces más. Cerrado un tanto a las rayas se impone al manso y deslucido, cambiándolo por muletazos de la firma a enteros y desdenes centellantes de lujo y de brillo.

El final por alto, bueno y sentido, prepara todo para la estocada donde a brazo encogido Diego vuelve, lógicamente, a pinchar. Ahí termina todo para Silveti que sin enemigos al frente, solo es rescatable su brindis a “El Pana” durante la lidia del desrazado hasta lo indecible quinto, al que deja en evidencia su férrea disposición.

Tan solo los lances de salida rescatan su actuación delante del regalo noveno, cárdeno precioso, que promete mucho pero la promesa dura lo que un suspiro de la noche queretana, tanto como lo que tarda en acaecer un puyazo contrario y pezuñero que se carga completo al de Los Encinos.

De nueva cuenta, Diego tiene en la bolsa a casi todo el Bajío. No olvidemos, hace poco más de dos años el principado se instauró en Juriquilla. Hoy su soberano afirma su Constitución pero queda saber si pronto veremos se puede imponerse a golpe de espadas.

La vuelta de Hermoso en el quinto es muestra de que el buen torero se determina por el progreso del arte, la expresión humana, y la mejora del juego del toro, la reacción de la naturaleza.

Ese encuentro entre la fuerza y la inteligencia, del instinto y la razón, lleva a Hermoso a parar pronto al toro, a clavar correctamente el castigo y cambiado el tercio de rejones, pasar por dentro y con temple cerca de tablas, torear hacía los medios, encelar y rematar con la pirueta a las salidas. El clamor es total.

Sube la cuesta de la falta de raza del oro, pisa el terreno en las banderillas a dos manos y llega el broche con el cierre en cercanías sobre “Pirata”, o el valor ojedista hecho caballo. Pablo mata trasero pero dobla el toro, el triunfo es total y la petición hasta exagerada.

Dos orejas son suficientes y el berrinche de algunos quejosos no hace más que adivinar que prefieren el despilfarro al derroche de aguante que la autoridad hace valer al negar, atinadamente, el rabo.

Vuelta por demás entregada. En Juriquilla, la vuelta es “de besos, hornacinas y balcones.” Que estamos en Querétaro, todo el arte del barroco al galicista porfiriato aquí condensado.

Menos mal queda “Juli”, tras el derrumbe de su primero, delante del compromiso de romper al frente el lastimoso tranco del sexto toro. Digo esto por lo soso y lo falto de casta. Importa poco esto al taurinísimo queretano que hasta bueno ve al toro que mansea en los primeros tercios.

Veamos. Inicio de muleta perfecto en un palmo por bajo, sin miramientos pero a la altura precisa.

Cada que “El Juli” corre la mano el pase siguiente se adivina en el anterior. La razón, siempre sale con la muleta adelante, solo que el toro tiene otra idea. Siendo tan poca cosa, estando corto de todo, a la mitad de la suerte se queda. En el derechazo se advierte, en el natural aun más se evidencia.

La sensación es plena cuando Julián alivia, no su posición, sino el ahogo y la cortedad del toro al extender el embrujo de su mando, la hipnosis de su temple ante la intención de salir por encima de la muleta, poco importa pues a cada pase, el madrileño se va detrás del muletazo, de ese ritmo se impregna el toro en varias tandas, en lo fundamental y en el adorno. Destacan los verticales naturales finales donde el toro obedece pleno.

No más, el toro ahoga. Nuevo “julipié” y estocada trasera. Dobla por fin el negro astado, bajo el negro manto brilla la luz del toreo.

Bronca a la autoridad que bien aguanta la petición ante el espadazo trasero y la lenta muerte del toro. Una oreja que vale una noche de carretera y una peregrinación taurina. Lo malo, la coba y los vítores a un toro que de fondo se queda poco menos que corto.

Un Aniversario cargado de noche y… de plata.

El argento nocturnal y queretano contempla deslumbrante en Juriquilla una de las grandes citas taurinas del año, pues Querétaro así es, una lujosa avenida de majestad revestida. Aun con el toro menos presente y en fiesta de toreros.

Quizá, por ello, nos quedamos respecto del toro como Don Gonzalo Diez de María, al cantar a su Querétaro: “Que tu visión ausente, versifica.”

Solo queda la  espera que a la plateada visión agreguemos la presencia, en todo sentido, de un toro mejor.

Twitter: @CaballoNegroII.

RESUMEN DEL FESTEJO.

Provincia Juriquilla. Viernes, Febrero 3 de 2012. Corrida del XXV Aniversario de la Plaza de Toros. Imponente y absoluto lleno en noche plateada. Muchísimo ambiente y gente guapa en los tendidos, con aun más mucha gente afuera de la Plaza sin boleto. Reventa descarada, incluso se traficaron pases de callejón. Mal por la autoridad. Noche espléndida, fresca y sin viento.

9 Toros, 9 de Los Encinos, 2 para rejones (Divisa Azul, rosa y verde) Desiguales de presencia. Mansos en general, salvo el segundo para rejones y el noveno, aunque, pésimamente picado, y que ya no pudo hacer más en la muleta. El cuarto se vio mejor gracias a su matador.

El Rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza (Grana y azabache) Palmas y Dos orejas con petición e injustificada bronca a la Autoridad. Julián López “El Juli” (Grana y oro) Silencio tras aviso y oreja tras aviso con petición y bronca a la autoridad. Gerardo Adame (Burdeos y oro) Silencio tras dos avisos y Palmas. Diego Silveti (Blanco y oro) Gran Ovación, silencio y leves palmas en el de regalo.

Destacaron picando a la brega Niño de Leganés y Juan Ramón Saldaña, banderilleando Christian Sánchez y Marco Dones. Igualmente destacó para lo malo, de la cuadrilla de Hermoso de Mendoza,  “El Cartagenero” al mendigar olímpicamente el rabo del quinto toro de la noche.

Se guardó un minuto de aplausos en memoria de los ganaderos Nicolás González Rivas y Pablo Labastida recientemente fallecidos.

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