
Reconocemos, nuestra predicción falla: la corrida de Jaral de Peñas no funciona. Pero un bravo y majestuoso, creciente en juego, encastado y noble a la vez, trae consigo lo que siempre del toro buscamos: la inagotable emoción taurina. “Mazapán” es el toro de la Temporada hasta ahora. Pena que el toro del Jaral no tiene la suerte de encontrar al torero “de allá mismo”. A punto del triunfo, Diego Silveti vuelve a amontonarse. Sin suerte Talavante estrella su buena intención mientras que lo único cierto en Saldívar hoy es el recuerdo de otra esperanza torera frustrada, una más.
Por: Luis Eduardo Maya Lora – De SOL Y SOMBRA. Plaza México. FOTOS: Miriam Cardona.
Suerte, en buena medida, es origen de la emoción taurina.
Los actos de la corrida, lo hemos dicho siempre, no reciben el denominativo de suerte gratuitamente, lo son auténticamente pues en toda actividad que entraña riesgo, lo decía el gran entendido del arte y del toreo Santiago Amón, menester es la buena fortuna. Echar la suerte es norma en el toreo. Si observamos, el orden de la lida, tan objetivamente delimitado por la antigüedad de cada diestro, empata con el designio casi inescrutable del azar.
De nuevo el antagonismo, esencia de la Fiesta, presente.
Ya lo decía Don Luis Aragonés, ese sabio, no hay suerte, existe la buena o la mala suerte.
Así que Alejandro Talavante, en su primera incursión en la Temporada, estrella con el encierro que trae para la ocasión. Y es una pena. Porque ha toreado perfecto a ambos toros que le han tocado.
La corrida de Jaral de Peñas ha fallado por floja en el lote del primer espada.
Es increíble que un toro tan hermoso como el primero, con una ovacionaza de salida y la esperanza del buen aficionado de por fin ver un toro mejor en cuanto a trapío en la Monumental, quede en la modorra de no responder a los lances y, luego, tenga Talavante la mala fortuna de no poder quedar en posición, tras el buen puyazo, de poder pegar la fregolina completamente. “Alfarero” alcanza el capote que pasa por detrás de una mano a otra y el quite, que acaba desarmado, le viene fatal al jaraleño.
Aprende de más y esto se transmite en la lida.
Lo hemos dicho antes, lidiar no es más que la secuencia lógica de movimientos encadenados y que, mayormente, son consecuentes entre sí: uno es necesaria consecuencia del anterior.
El primero no pude, no con los kilos, sino con la falta de casta. Por ello, pese al buen trato, pese a otorgar Alejandro todas las ventajas, no reacciona, sigue dormido. Se pasa el tren de la bravura y el de la emoción. Cosa que se prolongaría con el cuarto, al que impunemente la Cuadra de la Plaza México acrecienta al no poder levantar pronto al caballo derribado, las mañas y arañas que impiden que los naturalazos del torero mejoren el breve y flojo fondo del toro, se aumentan al pasar el larguísimo astado años sin que se le presente el engaño.
Cómo habría sido la lidia antes, en los tiempos de caballos, no derribados sino muertos. ¿Qué habría hecho la autoridad anteriormente? Una querencia accidental como el caballo en la arena se debe evitar pero años pasaron para reanudar la lidia, por culpa de la autoridad, de la incapacidad de la cuadra, para pena y lamento de la Afición.
Que esperará a Talavante con otro taco de corrida: la de Campo Real en Enero.
Aguardemos, por favor.
La corrida, tristemente, también falla por mansa, como el lote del segundo espada.
Que también queda a deber por efectista.
Porque Arturo Saldívar hoy es solo el recuerdo del que ayer ilusionó. Hoy se reduce a lances a la trágala, pueblerinos recursos como chicuelinas de rodillas, muy festejados pero que poco ayudan pues no someten ni paran al precioso segundo, menos aparatoso de cornamenta, más armónico con un morrillo como para dar y regalar pero que sale a no dejarse a irse largo y doblar contrario, a salir suelto.
Como Saldívar anda taurinamente con la rienda suelta, no somete, brinda todo el campo abierto al manso en la tafallera, para que se sienta a sus anchas… Su cuadrilla, incapaz de parar con el capote, poder con las banderillas, aprovecha el tongo a través del oportunista Diego Martínez para al relance, luego de no poder ganar las cara, deja un lucido par de dentro a fuera que le aprovecha para saludar pero que deja al toro desmandado.
El jaraleño no cambiaría posteriormente.
Saldívar se empeña en que esto no suceda.
Solo así se explica la inútil necedad del pase cambiado por la espalda en lo corto con un toro que tardea y dobla contrario. ¿Cómo obviar que el toreo siempre comienza cuando el toro para? Por algo el primer tiempo de toda suerte es parar. Así, el hidrocálido anda por todos lados del ruedo sin lograr una tanda completa, enganchado, a veces a la trágala, muchas más sin mando, se nota que está a la desesperada.
Mata tendido y trasero. Con el toro en hora final, el puntillero trae la justicia divina, levanta y deja al diestro en una simplona salida al tercio. Luego el quinto, el peor del encierro, no permite mas que ver que Arturo Saldívar se encuentra en la peor de las grisuras.
De premio: 5 de Febrero.
Y, finalmente, la corrida falla porque uno de sus toros más serios, el aldinegro sexto, aparentemente se lastima, no puede andar y priva a Diego Silveti a remontar la tarde pese a la oreja que corta ante el tercero, el toro mejor de la Temporada.
Ese burraco, “Mazapán” nombrado, es el más chico pero el mejor hecho del encierro, con una pinta que ayuda y levanta su trapío tremendamente, comienza a tomar largo el capote pero doblando contrario. Diego Silveti en vez de someter, de hacerse de él, le deja seguir suelto, si la expresión se permite, achicuelinándose. Mucha atención, el juego posterior del astado comienza a cantarse aquí. Antes de llegar al otro lado del tercio, frente a Cuadrillas, vuelve natural y con emoción, luce entonces Silveti en el gran remate con la rebolera.
A la manera de Ortiz deja en suerte a lo largo y un gran puyazo prosigue.
Entonces, tirando la moneda al aire, la suerte torera al vuelo del revuelo de su capote, pasa por la capa por encima de la montera, cargando la suerte y tirando de la caleserina en dos ocasiones para rematar, rebolera a pitón izquierdo, al rojo vivo de la Plaza México, tan encendida en su tendido como su terno.
El toro se ordena y la duda del segundo puyazo aletea justo cuando Silveti cambia el tercio y la brega hace que el segundo tercio mejore el toro que a su arrancada larga se añada el rumor de lo grande que antecede el brindis general del guanajuatense.
Aquí se lo juega.
El ayudado por alto a pies juntos en el mismo sitio liga el cambiado por la espalda con la izquierda, el desdén y el ayudado por bajo. El toro, su prontitud y emoción, llenan la

Plaza. Justo es decirlo, las dos siguientes tandas de derechazos, a pesar de buscar el ojo contrario, son amplias en su cite, largas en su trazo y esencialmente ligadas, sin dejar de torear cada momento de la embestida, liga por bajo sin casi enmendar, una entrelaza la capetillina otra el cambio de mano y el natural, más los remates de pecho, formidables.
Y no se rezagan los naturales. Diego, liga con la zurda, se gusta arrojando el trapo al frente y soluciona rompiendo su muleta mandando al toro a donde quiere, donde gusta y emociona.
Todo en los medios.
La vuelta a la derecha es necesaria y, pese a meter la muleta al ojo contrario desprotegiendo la pierna de recibo, los nuevos derechazos cuentan con un momento clave, el toque que Silveti dicta a su muñeca, unido a la quietud ante la duda del toro que le hacen proseguir por bajo y a la faena crecer para iniciar su remate. Lo más difícil.
Aquí se rompe todo por un error más que evidente.
Diego Silveti acorta distancia, deja de otorgar la que tan fundamentalmente ha dado y mete demás el pico de la muleta, sin espacio alguno, amontonado y a la trágala, es empitonado terriblemente. De milagro y con sorprendente nobleza dentro de su raza, “Mazapán” se porta como tal y perdona la cornada. Aun así, Silveti remonta el drama ya sin zapatillas, taleguilla rota, en buena tanda derechista que indica ya el momento de matar.
Pero sabrá Dios quién o qué le hace seguir…
Qué necesidad de ver a este torero hundido en la contrariedad. Quién le habrá aconsejado esos horribles muletazos, sin espada, por detrás del cuerpo, a un toro que le ha levantado y que le repite la dosis al verse embarullado y a merced. Diego se volvió muleta. Malamente la faena se derrumba, ahoga al torero en la terrible dude de la gente que no cree que su toreo ha estado a la altura de “Mazapán”, bravo ejemplar que acaba con la cara alta.
El pinchazo llega, la división igual al tiempo que la estocada entera y caída.
Sin rematarle como ha debido ser, “Mazapán” se inmortaliza, justo el arrastre lento y con él para la historia queda la siempre presente polémica que parece acompañar la “buena” suerte del menor de los Silveti. Toros, varios van, de campanillas y ante ellos solo brota la desigualdad de un torero cuyo concepto personal no aflora como tendría. De ahí la duda, de la Afición y del propio torero en la arena.
A veces, la buena suerte puede ser una condena, más cuando aparece un toro bravo. Peor cuando ya van varios en la cuenta.
Solo que, estamos seguros, Diego Silveti no será el mismo tras la gran lección que le ha dado “Mazapán”… basta tener fortuna o tener suerte. A la fortuna y la suerte no hay que dejarlas ir, hay que cuajarlas, rematarlas. Como a los toros bravos y las buenas faenas.
Quiera Dios que la buena suerte no le de la espalda, esta vez, a Diego Silveti.
Texto: @CaballoNegroII.
RESUMEN DEL FESTEJO.
Plaza México. Temporada Grande 2015-2016. Domingo, Noviembre 22 de 2015. Sexta de Derecho de Apartado. Más de Un Tercio de Plaza en tarde fría sin viento.
6 Toros, 6 de Jaral de Peñas (Divisa Obispo, Blanco y Amarillo) Varios ovacionados de salida. Desigual y vario pinta, descastada en lo general, débiles los lidiados en primero, cuarto y sexto lugares, aparentemente lastimado este último. Manso el segundo y soso el quinto. Bravo, de juego progresivamente mejor en cada tercio de la lidia el tercero, “Mazapán” nombrado, burraco, número 90 de 488 kilogramos, noble y encastado empujó de firme a la cabalgadura, se empleó en banderillas y tuvo un juego espléndido en la muleta.
Ese tercero mereció, quizá ha sido poco, el homenaje del Arrastre Lento.
Alejandro Talavante (Grosella y Oro) Silencio y Palmas. Arturo Saldívar (Tabaco y Oro) Saludos y Silencio. Diego Silveti (Grana y Oro) Oreja con protestas y Silencio.
Fatal las cuadrillas, Dones, Saldaña y Kingston no atinan ni en brega ni en banderillas. Saluda tras par al relance al segundo, Diego Martínez. Fenomenal a caballo en el puyazo al tercero, Salomón Azpeitia.

2 respuestas a “La “S” de la Suerte – Torazo de Jaral de Peñas en Digno Ahogo Silvetista.”
Lo que vemos con Diego Silveti es la más clara muestra de que estos toreros están hechos para torear, léase dar pases y más pases, sin ton ni son, pero lidiar lo que se dice LIDIAR, nada. Mazapán fue un toro bravo, encastado fijo y noble. Para nada un barrabas, nunca un marrajo, vamos que no se comía a nadie, a nadie que supiera como y pudiera con él. Que Diego quería, me queda claro, pero hasta ahí. Toro a contraestilo, estos toreros necesitan del torito de entra y sal, manso menso, como los bernalditos, los teofilitos, etc. Diego Silveti otro torero para el MONTÓN, Saldivar peor. Porque les dan tantas corridas? no hay justificación, lo del joven Fermin Espinoza (me niego a llamarle Armilla) es el colmo; son una vergüenza.
Lo dicho comendador cero y van varias oacasiones qué, Diego Silveti, deja ir lastimosamente el triunfo grande y encumbrante, con los bureles que la “diosa fortuna”, le ha puesto en bandeja de plata.
Qué pena que tanto él, como Arturo Saldivar anden perdidos en su oficio.