Opinión: Salud provinciana, enfermedad citadina

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Por Jesús Zarate. 

Un fenómeno particular recorre la geografía taurina mexicana. Justo el martes se cerró el ciclo de corridas de carnaval, que de nueva cuenta estuvo marcada por llenos en plazas como Autlán, Tecolotlán, Villa de Álvarez y Jalostotitlán, y además de estos festejos tenemos grandes entradas en ferias tradicionales, como Moroleón y León.

La vigencia de la fiesta brava no está a discusión en localidades como las mencionadas, los residentes y visitantes llenan los tendidos, mientras que los toreros y ganaderos les brindan tarde de triunfo y grandes recuerdos.

Incluso algunos cosos, como el Alberto Balderas, de Autlán, se distinguen por tener corridas tan bien presentadas como las exigidas en plazas de primera de Guadalajara, eso sin contar que son capaces de montar carteles difíciles de imaginar en otras latitudes.

Como muestra está la combinación del martes del carnaval con Enrique Ponce, Joselito Adame y Andrés Roca Rey, que envidiaría cualquier plaza de primera en el orbe.

Una de las fórmulas que han funcionado es que los patronatos de esas poblaciones se han preocupado por la calidad de los festejos, por darle a sus poblaciones lo mejor que tengan al alcance de sus localidades, y para ello se han valido de la sociedad con empresas que tienen una inercia innovadora como Casa Toreros.

En casos como León, es la misma empresa de siempre (EMTSA), pero con nuevas caras al frente, que se preocupan por darle otra imagen y convocar nuevo público a sus tendidos.

Sin embargo, mientras la fiesta tiene días de bonanza en la llamada provincia, en la capital del país, la Plaza México vive una realidad en la que es cotidiano el fracaso, con entradas paupérrimas, pobres actuaciones de los matadores, como la corrida de juniors del domingo pasado, y sin la menor seriedad en el tema del ganado, ni en las autoridades que regulan los festejos.

Para desgracia de la fiesta brava mexicana, ese es el rostro que se presenta para otras latitudes y termina por confundirse como fiel reflejo de lo que acontece en el país.

Otras plazas de primera como la de Guadalajara, con preocupación de siempre tener presente al toro en plenitud, no logra convocar multitudes y se ha vuelto en una fiesta de élite en la Perla Tapatía.

Hace falta una fuerte sacudida para que las plazas citadinas se cuelguen del ejemplo que les ofrecen las hermanas menores.

Publicado en Milenio.

jesus.zarate@milenio.com

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