Tendido 7: Primero vocación, después enseñanza

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Por Xavier Toscano G. de Quevedo

Hoy para nadie es un secreto, y sí una realidad, que nuestro carismático e increíble espectáculo taurino está viviendo en este nuevo siglo momentos muy difíciles. Y es que las constantes agresiones y embestidas, radicalmente injustificadas y con despótica carencia de argumentos, que un sector —muy bien definido— de nuestra sociedad ha emprendido, arrastrados principalmente por elementos oportunistas de organismos políticos y gubernamentales, han puesto a algunas entidades en un índice de alto riesgo, obstaculizando su probable continuidad.

Sin embargo, y al margen de estas absurdas, caprichosas y violentas actitudes y estratagemas de grupos y gobernantes intransigentes —que afortunadamente, aplicando las leyes y con la congruencia de los congresos, les han ido revocando sus “engañifas dictatoriales”— hoy, uno de los más graves problemas que enfrenta nuestra fiesta, y que ya debería ser resuelto con primacía y verdad inaplazable, es la búsqueda seria y auténtica de jóvenes con interés y comprometidos en abrasar las filas novilleriles.

Si la semilla no es sembrada adecuadamente y en tierra fértil, ¿cómo germinarían las nuevas plantas para darnos sus frutos? Así, igualmente en la fiesta brava, si no se cultiva con verdad, sin triquiñuelas —que es una abrumadora constante de los organizadores— y con un auténtico deseo de buscar a los futuros toreros de nuestro México, ¿cuándo saldáremos del empantanado bache en el que nos han metido?

Nunca ha sido tarea fácil ni sencilla el organizar los denominados festejos menores o novilladas, y más en estas épocas de tan delicada situación económica que a todos nos tiene con profunda preocupación, pero en este adverso hecho es cuando más atención deberían poner los promotores y demás participantes del espectáculo, mostrando una actitud más honesta, de auténtica calidad y dignidad en la organización de “un verídico y fidedigno espectáculo taurino”.

Tendremos que aceptar con tristeza, que hoy —pero la realidad es que son varias décadas— no contamos con ningún novillero importante, ya que la mayoría —por no decir la totalidad— de los jóvenes no muestran una positiva vocación, y en consecuencia ninguna aptitud ni conocimientos en el arte de lidiar reses bravas. Y es lógico y concluyente, el oficio de lidiar reses bravas se aprende en escuelas de tauromaquia, con serios y autorizados maestros que conozcan y tengan la capacidad para trasmitir sus enseñanzas, así como también visualizar a aquellos jóvenes que no poseen las cualidades necesarias —y sin mentiras ni falsas expectativas—, exhortarlos a buscar otros caminos en su vida.

Habrá que admitirlo, estamos viviendo en nuestro país un grande vacío, una organización nefasta y mediocre, que no ha permitido el surgimiento de un novillero importante que establezca esperanzas en los aficionados. Sin embargo, estamos plenamente seguros que sí hay jóvenes con vocación, y deseos de aprender realmente y con certeza los secretos del toreo —sin enseñanzas pueriles, ni triquiñuelas— así, tal y como lo han asimilado aquellos jóvenes que han tenido la oportunidad de ir a “escuelas de tauromaquia”, bajo la dirección y supervisión de maestros españoles, y que con un grande sacrificio y total voluntad se apropiaron cabalmente de su responsabilidad.

Sin embargo, tendrán que continuar mostrando lo bien aprendido, con firmeza y verdad, si quieren conquistar algún día, la gloria e inmortalidad, en este mágico mundo que únicamente enseña y gobierna su Majestad; El Toro Bravo.

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