Opinión: Saborear, diseccionar, despedazar


Por JOSÉ LUIS BENLLOCH.

Fallas y Magdalena trajeron mucho público, momentos para el éxtasis y también varios tragos de mosqueo

La muerte de Manolo Cortés (Gines 1949-2017) ha sido la nota triste de una semana en la que se saboreaban, diseccionaban o directamente se despedazaban, puro canibalismo taurino, los nuevos triunfos de las ferias de Fallas y Magdalena en las que el propio Cortés alcanzó en su carrera de matador triunfos memorables.

Lo recordaremos como un grande que pudo y debió ser, maldita abulia, mucho más de lo que fue. Torero de culto y hombre de bien. Un tipo que se hacía querer. Cuestiones, ambas, en las que hay unanimidad. El torero que siempre pareció torero. Primera condición para un torero, parecerlo y luego serlo. Aquel que llamó la atención de Ordóñez, padrino en la alternativa y en la confirmación. El payo que parecía gitano. Manolo Ostos, por intencionada equivocación, en su presentación como becerrista en Valencia, una de sus plazas de referencia. Aquí, emparejado con Fabra, no sólo dio grandes tardes de toros, sino que llenaba la plaza en tiempos de novillero. ¡Qué tiempos! Aquí tomó la alternativa, aquí, tres días después, Fallas de 1968, la feria de la reinauguración, le cortó el rabo a un toro de Bohórquez en un cartel de los que ya no hay bemoles empresariales para dar, tres niños con una semana de antigüedad juntos –Márquez, Fabra y Cortés– un 17 de marzo. Aquí, tras una faena memorable, le cortó dos orejas a uno de Miura en julio de 1978, éxito que sólo le sirvió para matar otra de Miura y desaparecer por los siglos de los siglos por vaya usted a saber qué contencioso de entre bastidores. En cualquier caso no lo entiendan desde la óptica local, Manuel fue torero de Sevilla, de Madrid, de Pamplona. Manuel fue un gran tipo y un torerazo del que siempre se esperaba lo mejor aunque no siempre se producía. ¿Recuerdan, aquellas claudicaciones intermitentes de sus últimos años que aparecían cuando mejor estaba toreando?… pues aún en esas circunstancias que le añadían misterio a su tauromaquia, Manuel era torero, torero.

De las ferias de la tierra, Fallas y Magdalena por orden de aparición este año, quedan en el recuerdo sus picos de sierra, sus momentos para el éxtasis y sus tragos de mosqueo y decepción. Por encima de todo, y no hagan caso a los empresarios, hay que valorar una mejora sustancial en la asistencia de público. Como se dice ahora no es opinión, es información. Está llena o no está llena y este año hubo muchos llenos en una y otra plaza. En ocasiones mañana y tarde. Más evidente en la Plana, donde poco a poco van socavando el mito de las preferencias toristas como da entender el que haya ido recuperando clientela a la vez que se alejaba de las ganaderías consideradas duras. No es una buena noticia, hay divisas, Miura, Cuadri, Victorino, que siguen teniendo su sitio en la memoria y merecen tenerlo en la plaza. Ya saben, en la variedad está el gusto.

La nota luctuosa ha sido la muerte de Manolo Cortés, torero de culto con gran implicación con Valencia

Los nombres del éxito

Desde el aspecto artístico los picos tienen nombres muy concretos y, salvo en el caso de Juli, no ha repetido éxito de calado nadie. El madrileño se apoyó en dos pilares fundamentales, sus armas más contundentes, el orgullo y la técnica. En Valencia disimuló los muchos problemas que le planteaba un toro de Garcigrande que acabó pareciendo bueno, hasta el punto de confundir al presidente, en una faena cuyo reconocimiento crítico ha ido, curiosamente, creciendo en valoración con los días; y en Castellón se enzarzó con un manso huidizo de la misma ganadería al que acabó haciendo embestir por decreto y contra la firme voluntad del bovino.

La faena más hermosa, la más deslumbrante de las dos ferias, la firmó Talavante en Castellón. Creativa y diferente, en un nivel que puede marcar muchas diferencias este año a poco que persista en ello. 

Lo más impactante fue lo de Roca Rey en Fallas, que no pudo estar en la Magdalena. La faena más artística fue cosa de Curro Díaz en Valencia, de singular belleza, breve pero cargada de torería, con ribetes que sonaban a nuevo cuando en realidad eran los de toda la vida, puro vintage. El resto de éxitos, que los hubo, entraron dentro de una correcta normalidad. En Valencia, Ureña, Marín, Álvaro Lorenzo, Perera y López Simón, que, caso curioso, abrió la puerta grande en las dos ferias sin que días después permanezca el entusiasmo. Padilla, Soler, Castella y Manzanares en Castellón, donde Varea, un halo de ilusión recuperada, toreó tan bien como siempre y mató tan mal como siempre.

En el aspecto ganadero Garcigrande fue protagonista principal en las dos grandes tardes de ambas ferias. Toros para el éxito y a partir de ahí los más ceñudos analistas, barra libre, le pueden poner los peros que quieran. Su cumbre fue Pasmoso y su gran mérito la media general de los doce toros. Luego, hubo una gran corrida de Jandilla, varios toros de Fuente Ymbro, que hizo doblete, y fuertes decepciones con los lotes de Juan Pedro, Cuvillo y Victoriano, los que más obligación tenían para embestir dijeron nones.

Fuente: Las Provincias

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