Opinión: ¿Es el taurino un monstruo?

Por Joaquín Luna.

¿Se han preguntado quienes insultan y desprecian qué tipo de personas acuden a las plazas? ¿De verdad creen simplísticamente que somos todos unos fachas sin moral, crueles y desalmados? ¿El freno al progreso de ­España?

La sensibilidad es un asunto de cada cual. Y mal anda de tolerancia una sociedad cuando la sensibilidad de una parte –por mayoritaria que sea– le arroga el derecho a insultar sistemáticamente y a exigir la prohibición de lo que para otros es justamente un ejercicio de sensibilidad hacia el toro bravo, que crece y vive libre –¡libre!– y muere peleando conforme a su naturaleza de fiera.

Un toro bravo no es un osito de peluche ni una de esas mascotas urbanas que dan los buenos días y las buenas noches. Hemingway observó que “el toro es el único animal al que el hombre le concede el derecho de defenderse antes de morir”.

Y esa muerte no se produce al amanecer en un matadero invisible sino ante personas que exigimos al torero respeto al animal, cuya vida se cobra tras exponer la suya.

La agresividad de los insultos y las lecciones de superioridad moral nos alejan del nazismo. Más bien, somos una minoría resignada en la España del 2020 y expuesta al escarnio facilón en los medios, cuyas tertulias despachan los toros con cuatro tópicos y el silencio de quienes callan porque –a diferencia de Estrella Morente– prefieren vivir en zonas de confort.

Hay mucho voto que se refugia en Vox por hartazgo con la cobardía de ciertos partidos y como reacción a tantos insultos gratuitos a los devotos de una liturgia que carece de porvenir pero no de esencia.

“Una corrida de toros es un espectáculo inmoral y, por consiguiente, educador de la inteligencia”. De nuevo, José Bergamín.

Publicado en La Vanguardia.