
Por Juan Diego Madueño.
«Bueno, estos días voy a cambiar de vestido. Me vais a ver con ropa para el campo», decía Miguel Ángel Perera el pasado 21 de marzo, en el primer vídeo de su diario de la pandemia. Perera pasa en Olivenza este engendro de año que ha dejado a las figuras varadas en sus fincas.
«Lo de 2008 va a ser una broma en comparación con esto», anuncia el matador que convirtió 2008 en su seguro de vida. «¿Cuántos toros se deberían haber lidiado? Y los toreros, si no toreamos, no facturamos. La cadena se ha desmoronado».
Perera vive en el matrix del confinamiento. «Tengo muchas dudas», señala a septiembre, el mes del overbooking. Todos planean volver en otoño. «¿Con qué garantías van a dar una corrida de toros? ¿Cómo se concreta? No sabemos cómo va a responder la gente. Si no quieren ir por miedo… Las referencias del año pasado respecto a la taquilla ya no sirven», desgrana las cábalas de los taurinos. «Tengo dudas y miedo ante eso»
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