CONTRACRÓNICA. Toros en el Puerto de Santa María: un viento republicano contra la realeza taurina sevillana.

Por Jesús Bayort.

Fue esta, más allá de una corrida conmemorativa por el 140 aniversario de la Plaza Real, una reivindicación de España, de su monarquía, de sus raíces, de la libertad, del toreo, de las riñas de gallos y hasta del amor de verano.

Sólo el viento puso impedimento ante aquel frenesí patriótico. Los presentes mostraban la piel erizada tras escuchar la megafonía que precedió al paseíllo, anunciando las medidas sanitarias pertinentes y cerrando con «¡Viva España y adelante la tauromaquia!». Y la plaza se vino abajo. Las miradas estaban en el deshabitado Palco Real, inaugurado por don Juan Carlos. El Rey emérito en la mente de su pueblo; y el Rey de los Toreros en sus corazones. Los gritos de «¡Viva el Rey!» se sucedían.

Aún sonaba Gallito al término del paseíllo cuando un gallo apareció en el ruedo. Fue curioso, no tuvieron que atraparlo: el pollo se posó sobre las manoletinas de Morante. ¿Señal de agradecimiento? ¡Quién sabe!

La corrida regia acartelaba a la realeza taurina sevillana. Sus dos máximos exponentes cara a cara, sin trono que disputar. Nos preguntaremos toda la vida que qué hubiera ocurrido si Eolo no hubiese querido estar presente en aquella exaltación del arte de la tauromaquia.

Morante se enfajó con un marrajo y se dispuso a torearlo como sólo él sabe. Fue un compendio de todas y cada una de las tauromaquias de la historia. Y no podía cerrar su labor sin acordarse de Gelves: le agarró el pitón antes de sentenciar con una sobresaliente estocada.

Y Aguado podría haber sostenido un café mientras dibujaba muletazos… y no lo hubiera derramado. ¡Eso es la naturalidad! La que se habría armado si a Morante le cae en las telas el primero de Ponce y a Aguado se le para el viento….

Gallito llevaba razón: ¡esto es una tarde toros!

Publicado en ABC Sevilla

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