
Por Sergio Martín del Campo Rodríguez.
En una nublada tarde dominguera del 29 de agosto, mes que ya inició su agonía, se ofreció el cuarto y último desairado festival del 125 Aniversario del coso del barrio de San Marcos de Aguascalientes, ante un cuarto del aforo que fue ocupado en su mayoría por una clientela, eso sí, entendida y conocedora.
Se jugó un encierro herrado con la marca ganadera del Espíritu Santo. Fueron seis toros rematados, con cuajo, trapío, bella lámina y despuntados reglamentariamente, pero decentemente. Se vendieron caros; la mayoría presentó complejidades y pusieron a prueba a sus lidiadores. Incluso el primero fue recibido con aplausos al hacer presencia en el ruedo.
Todos fueron a recargar en los petos: el segundo permitió al “Nono” Cobos coprotagonizar un formidable puyazo por el cual abandonó el redondel envuelto por las palmas de los asistentes y el cuarto le propinó un tumbo espectacular al vástago del “Nono” del cual salió airoso, ya que aguantó como los meros buenos en todo el peligroso bloque.
El triunfador fue, al sumar la cuenta final, Fermín Espinosa “Armillita IV”; que dejó sobre la arena del ruedo de la San Marcos pasajes de 24 quilates. Bello fue todo su trasteo y nuevamente quedo en el ánimo de los aficionados.
El Festejo:
El hermoso y cuajado burel primero de la función, dado el sentido agudo y lógico, propio de su edad –quizás más de cinco años- propuso demandas técnicas bárbaras. Y el experimentado coletudo aguascalentense Fabián Barba (palmas tras aviso y palmas en el que despachó por Román Martínez) las hizo uso de ellas en una labor interesantenpara aquellos aficionados cultos, que entienden que la tauromaquia, trágica en esencia, no solo es pegar pases bonitos por ambos flancos. La testa del bicorne siempre remitió a las nubes guadañazos terribles tratando de encontrar carne, pero por la inteligencia torera de Barba, afortunadamente no la encontró. Dos pinchazos precedieron a una estocada caída que puso fin a la tozuda labor del diestro.
El que cerró plaza siempre estuvo atento al cuerpo de Barba; tenía agilidad felina y negras intenciones; pero Barba es un torero maduro con experiencia y lo demostró cabalmente, esgrimiendo su tela roja con oficio consumado y ganándole la partida de una manera muy torera. El público lo entendió y apreció en todo momento su entrega ante el complicado ejemplar. Un primer descalabro con la espada, le impidió el triunfo, ya que finalizó con la vida de su adversario hasta el tercer viaje.
El hidalguense cuarentón Luis Gallardo (silencio), que por milagro ha visto su nombre impreso en algún cartel, también por gracia divina saldó con decoro su situación y sorpresivamente hasta ciertos muletazos templados se le observaron. Tal vez, para mayor provecho del toro, habría tenido que envolverlo con paciencia y quietud, ya que se dejó meter mano. La espada sí que hizo sufrir al veterano diestro.
Con variedad y enjundia, principalmente, Antonio García “El Chihuahua” (palmas tras aviso) recibió a su adversario; después, con alegría, se dio a clavar banderillas. Con la muleta puso disposición, deseos y determinación, pero también pasos algunos problemas y hasta embarullamientos con la muleta, aún asi consiguió algunos muletazos con cierto calado en el tendido, a pesar de lo soso y topón de su antagonista, al que mató luego de varios viajes erráticos.
Buenas fueron las verónicas de recibo de Gerardo Adame (al tercio); sin embargo, lo de mayor intensidad vendría con la sarga, ante un toro de medias embestidas que nunca tragó y sí que amagó resistiéndose y tanteando cualquier error del hombre. Pero el del Espíritu Santo estaba frente a un joven torero evolutivo, inteligente, con oficio, firmeza y notado poder en todos sus trastos. Gracias a estas cualidades fue que extrajo el mayor provecho en donde parecía no haberlo. El vaso amargo vino al usar el acero, ya que pincho en hueso hasta en tres ocasiones.
A pesar de la debilidad y sosería del quinto ejemplar, el nieto del “Joselito mexicano” Fermín Espinosa “Armillita IV” (dos orejas) aromatizó el escenario con las esencias más finas y delicadas de su toreo. En Fermín palpita un artista del toreo, que nadie lo dude. Con suavidad, sin hostigarlo lo más mínimo, ya que el astado no estaba sobrado de fuerza, lo mantuvo en pie, para posteriormente instrumentarle algunas series con mucho sentimiento y clase. Torero de arte es de verdad esté Fermín Espinosa y aunque la estocada resultó de efectos tardíos, su ejecución estuvo en consonancia con lo que había realizado previamente con la muleta.
Román Martínez por su parte vio frustradas sus pretensiones de enlistarse la lista de triunfadores del ya concluido ciclo de festivales. Ya que al intentar realizar un quite por gaoneras, su astado le propicio una tremenda voltereta provocándole una fractura de codo. Fue llevado a la enfermería por las ayudas, de dónde ya no le fue posible retornar al albero dado su mal estado físico.
Publicado en Noticiero Taurino.