Juriquilla: Tres puertas grandes de distinto calibre.

Por Juan Carlos ValadezDe SOL y SOMBRA. Fotos NTR TOROS TWITTER.

La actuación en Juriquilla de Diego San Román con el primero de su lote fue prometedora e interesante desde la primera verónica. Dio lances impecables, después con la muleta, a un toro que era noble, le hizo una faena tan eficaz como variada, atemperada siempre a las condiciones de la res, con mucho reposo -cabeza fría y corazón caliente-, y temple que demostró tenerlo de sobra. Dio naturales, derechazos y pases de pecho finísimos que eran más propios de un matador de toros consumado, que de uno que apenas comienza. Concluida la faena en el momento precisó en que el toro le pidió la muerte falló en la estocada, aunque hizo muy bien la suerte, bajando la mano del engaño y cruzandose con limpieza, pero señalo un pinchazo. Al segundo intento acertó, para llevarse dos orejas que en realidad con una hubiera sido suficiente, tras el fallo con el acero.

Pero más torero se mostró en el cierra plaza, que resultó difícil. Sabemos que en el toreó no hay mando compartido: o manda el toro o manda el torero. Precisamente por esto, la faena fue interesante, porque hubo lucha de poder a poder en el ruedo de Juriqulla. El toro, que tenía trapío, probaba las embestidas, metía la cabeza sin fijeza, no se entregaba jamás. Al final lo de San Román con este toro fue un despliegue de la teoría del toreo, para asombro de quienes esperábamos ver ante las condiciones del toro, a lo sumo algún detalle remotamente de este joven matador de toros. ¿Cuajará o no cuajará en figura este torero? No lo sabemos aún, pero es evidente que el toreo lo lleva en la cabeza.

Esto en realidad fue lo mas interesante del festejo, lo demás, fue lo demás…

Y es que cuando llegan las figuras de ultramar ya sabemos que siempre existe la posibilidad de que nos den gato por liebre y aunque ayer no se cumplió del todo esta premonición, la corrida de Los Encinos tampoco fue nada de otro mundo y para no desentonar con lo que piden algunas figuras, el ganadero llevó un encierro “terciadito” de nobles y atontilados, porque ya sabemos que estos toreros no quieren saber de casta ni por error. Por eso los animalitos que salieron por los chiqueros, terciados, escasos de cuerna y flojuchos, no se comían a nadie, naturalmente.

Ferrera, en su mente, seguramente toreo como si el toreo no se hubiera inventado, pero eso solo pasó en su mente, porque en la plaza era un señor con franela pegando trallazos a diestra y siniestra ante un noble astado al que premiaron con el arrastre lento. Si su toro le fue cien veces, Ferrera le pego la misma cantidad de muletazos, pero no hay que olvidar que en esta plaza para algunos cualquier pase con la franela roja les vale para triunfos apoteósicos. Cuanto peor toreaba Ferrera, más estruendosos eran los olés que recibía por un sector del público y por esta faena le dieron dos orejas ante el asombro de algunos pocos que no daban crédito. Con su segundo hizo otro tipo de toreo, menos rústico. Pero la verdad es que metió pico a mansalva, se pasó la faena corriendo para no ligar las suertes y la mecánica sucesión de pases que dio fueron de una desesperante monotonía.

Me decían algunos amigos antes de la corrida, que el público ha perdido el respeto a los toreros, y yo pienso que más bien sucede lo contrario. Nunca en toda la historia de la tauromaquia tuvieron los toreros menos respeto al público. Prueba de esto es El Juli que ayer con el toro complicado de su lote, tiro lineas y no lo quiso ni ver. Mientras que con el segundo, una cabra loca y mansa si que afloro el “poder” del torero de Velilla, que una vez que se acomodó con el astado, le pego cualquier cantidad de derechazos. Desafortunadamente casi nadie se tomó la molestia de mirar su faena con ojo crítico y las buenas gentes de Juriquilla le jalearon con igual entusiasmo que a San Román, que realizo la única faena con pureza y verdad. Señalo un bajonazo con su “clásico” julipe y aun así le dieron las dos orejas, de no creerse de verdad.

Hoy mas que nunca me queda claro que a la mayoría de los aficionados que acuden a estas maratónicas corridas, ya les da lo mismo si ven el toreo puro, arte chotuno, toro o cabra. Y mientras les dé lo mismo, la fiesta seguirá siendo esa tropelía que algunos toreros montan impunemente en algunas plazas del país.

Afortunadamente para algunos partió plaza San Román que sigue en plan conquista desde que tomo la alternativa y que en cada plaza a donde acude, plaza que toma por asalto con un torero con la verdad por delante. Esto en realidad fue lo único rescatable de la noche y no la pantomima que montaron los maestros del toreo. Y hay que dejar muy en claro que las tres puertas grandes no fueron del mismo calibre ni tuvieron el mismo precio. San Román para obtener la suya, pagó con la moneda del arte y del valor; Ferrera, con la de los efectos especiales, y El Juli pagó bastante menos: su puerta grande fue un regalito. 

De la actuación del rejoneador solo voy a decir una cosa: ¿Que hacia ahí Gamero? Porque ademas de haber hecho él paseíllo para abrirles plaza a los figuras (y de quitarnos mas de una hora de nuestro tiempo) no aprovechó realmente la vitrina para demostrar porque se autonombra el “mejor” rejoneador de México.

LOS ENCINOS, CARRANCO / GAMERO, FERRERA, EL JULI Y SAN ROMÁN

Dos toros de Carranco para rejones y seis de Los Encinos, desiguales de presentación, mansos, nobles y pastueños.

Emiliano Gamero: Silencio y oreja con división.

Antonio Ferrera: Dos orejas con protestas y oreja con leve división.

Julián López “El Juli”: Silencio y dos orejas con leves protestas.

Diego San Román. Dos orejas y silencio.

Plaza de Toros de Juriquilla: Lleno de “No hay boletos” en un festejo que duro casi cuatro horas.

Fotos NTR TOROS TWITTER.

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