Las Ventas saca a hombros a El Juli en su clamorosa despedida.

Por Rubén Amón.

Se merecía El Juli salir a hombros en su última tarde de Madrid. Y estuvieron a punto de impedírselo el presidente y los toros de El Puerto, pero el clamor plebiscitario rectificó la inercia de una tarde emotiva y difícil.

Quiere decirse que el tribunal justiciero de Las Ventas, tantas veces hostil al diestro madrileño, ha llegado a tiempo de corresponder los méritos de Julián López en 25 años de historia. No porque la faena al quinto de la tarde mereciera dos orejas, sino porque se las merecía su carrera y su grandeza.

Conseguía así El Juli abrir la Puerta Grande de Las Ventas y asomarse a la calle de Alcalá, como le sucedió cuando se presentó en Madrid hace un cuarto de siglo. Conserva todavía la afición y la ambición de aquel niño. De otro modo, no hubiera logrado sobreponerse a las adversidades de una tarde muy deslucida por el juego de las reses salmantinas.

Al primero de su lote le falto casta y fuellle, mientras que al segundo, un toraco “corraleao” de seis años, le sobraron el genio y la aspereza. No se dejó impresionar El Juli por los regates del toro de El Puerto de San Lorenzo. Y tuvo el mérito de hilvanarle una serie templada y ceñida por el pitón izquierdo, demostrando, exponiendo, todo su valor y clarividencia.

Fue entonces cuando el público se incorporó a la euforia y a la celebración. Y prorrumpió en un acto de generosidad que justificaba el clamor de las dos orejas. Madrid ha sido muy generosa con El Juli la última tarde de su carrera en Las Ventas, porque ha sido también muy cicatera en los 25 años anteriores, cuando al Juli se le maltrataba porque estaba rico, porque era una figura y porque se había convertido en el ídolo de Sevilla.

Es en La Maestranza donde este domingo se retira definitivamente el matador del foro. Y donde El Juli hace el paseíllo con la expectativa de abrir por octava vez el umbral de la Puerta del Príncipe. Ningún torero lo ha conseguido. Ni es posible que pueda suceder cuando la historia ponga al día las proezas de Julián López, más allá de las abrumadoras estadísticas.

“No te vayas”, le decían este sábado en Las Ventas, aunque los ultras del tendido siete decidieron que el ceremonial de la despedida y la entrega absoluta de El Juli no merecían el menor detalle de indulgencia.

Le salieron bien los cálculos después de la primera faena, sobre todo porque el presidente se negó a conceder la oreja, ignorando la mayoría de pañuelos, pero El Juli alcanzó a prodigar verónicas de hermosura —las manos bajas—, pudo ceñirse en las chicuelinas y en las tijerillas, incluso se permitió algunos muletazos de enjundia, aprovechando la nobleza del toro de El Puerto. Le faltó fuerza y raza al animal, como casi toda la corrida, aunque el primero de la tarde concedió instantes de inspiración a las muñecas de Uceda Leal y el sexto, más boyante, permitió que Tomás Rufo (una oreja) calentara los tendidos más con los muletazos de recurso —de rodillas, principio; manoletinas, al final— que con el toreo fundamental.

Torero fundamental es El Juli. Y resultó emocionante que nadie se moviera de los tendidos para verlo salir a hombros. Y que los chavales en multitud se echaran al ruedo para arroparlo con los móviles en alto, como antorchas paganas. Y que la plaza de Madrid se aviniera a corear su nombre y a aclamarlo con el sustantivo que mejor lo identifica: torero, torero, torero.

Publicado en El Confidencial

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