Doce años de la muerte de Antoñete: El torero que conquistó a la ‘Movida Madrileña’

Por José María Fernández.

El 22 de octubre de 2011 el torero madrileño Antonio Chenel, más conocido como ‘Antoñete‘ fallecía a los 79 años de edad víctima de una grave enfermedad respiratoria. Se convirtió en uno de los mitos taurinos de la intelectualidad y durante la década de los ochenta fue el diestro favorito de la Movida Madrileña. Conquistaba ruedos y también corazones puesto que mantuvo un romance secreto con la actriz Charo López.

De gran clase, estilo clásico y seguidor de la estética del matador Juan Belmonte. Así se defendía en los ruedos el torero Antonio Chenel Albadalejo, más conocido como ‘Antoñete’. Desde que se vistiera de luces en 1946, el diestro conquistó plazas y muchos corazones. El 22 de octubre de 2011 ‘Antoñete’ fallecía a los 79 años de edad víctima de una bronconeumonía por la que había sido ingresado en el madrileño Hospital Puerta de Hierro de Madrid y que agravó el enfisema que padecía desde hace años. Sus restos descansan en el Cementerio de la Almudena de Madrid.

Ha pasado a la historia como del torero de la Movida Madrileña puesto que fue el diestro con más éxito en los círculos intelectuales y la bohemia de aquel movimiento contraculcultural. ‘Antoñete’ era un hombre de más de cincuenta años y un físico poco agraciado. Sin embargo, la leyenda de sus noches canallas y su vinculación a la izquierda le hacían especialmente atractivo. Era uno de esos diestros envueltos siempre en un halo de tremendismo. A medio camino entre poeta nocturno y hombre experto en demasiadas batallas, ‘Antoñete’ consiguió que en Las Ventas se sentaran para verle en lance desde Pedro Almodóvar o Massiel hasta Jaime Urrutia, entonces líder de Gabinete Caligari.

Una infancia marcada por la miseria
Chenel nació el 24 de junio de 1934 en los alrededores de la plaza de toros de Las Ventas. Su padre trabajaba como monosabio del coso capitalino y perteneció al bando que perdió la Guerra Civil. Así las cosas, los primeros años de la vida de futuro diestro estuvieron marcados por el hambre. La falta de calcio en su infancia redundaría en el futuro en sus problemas en los huesos. Su admiración por Manolete, el torero más famoso de la posguerra, y la necesidad, le convencieron de que jugarse la vida ante un toro era la mejor forma de sacudirse el hambre. Julio Aparicio le dio la alternativa el 8 de marzo de 1952 en Castellón, ante toros de Francisco Chica, siendo testigo Pedrés.

‘Antoñete’ durante una corrida celebrada en los años 60.

La confirmación fue el 13 de mayo de 1953. En la feria de San Isidro se presenta como doctor, con Rafael Ortega como padrino, quien le cede la muerte del toro Rabón, de Alipio Pérez-Tabernero Sanchón, en presencia de Julio Aparicio. Durante los diez años siguientes se retiró y regresó a los ruedos varias veces. Con serios problemas personales y profesionales pensó incluso en meterse a banderillero cuando su cuñado, Paco Parejo, el empresario de Las Ventas, le ofreció una última oportunidad en 1965 y llegó así su triunfo definitivo.

El ‘Toro blanco de Osborne’
En la siguiente Feria de San Isidro acrecentó su mito con la que muchos consideran la mejor faena de la época. Pasó a la historia como el ‘Toro blanco de Osborne”, aunque el ensabanado se llamaba Atrevido. “Esto no es toreo de ayer, ni de hoy, sino de siempre; eso es torear sencillamente, pero con la sencillez de la elegancia, de lo delicado, de lo fino, de lo sutil”, escribió Antonio Díaz Cañabate en ABC.

En 1975, se retiró para volver en 1981 acuciado por las deudas. En esa época nace su mito y su capacidad de arrastrar fans. Sabedor de ello enfatizó uno de sus elementos más recordados: el mechón blanco. Ya en la treintena esa porción de pelo de color blanco llamaba la atención. Con el paso de los años empezó a teñirse la cabeza dejando dicho mechón sin tintar. Circunstancia que en una ocasión, en Sevilla, le jugó una mala pasada. El calor y el sudor hicieron que el tinte se desprendiera y empezaran a caerle goterones negros por el rostro como Dirk Bogarde en Muerte en Venecia de Luchino Visconti.

Portada de la revista ‘Pronto’ sobre el romance secreto de ‘Antoñete’ Charo López.

El 27 de agosto de 1988 se retiró en Bilbao, aunque volvería puntualmente en 1999. Tras su retirada montó un bar, el Chenel, en la calle Atocha de Madrid, que fue frecuentado por los bohemios en los últimos coletazos de la movida madrileña. Su aventura como empresario de la noche duró unos años. El 16 de febrero de 2001, el Consejo de Ministros reconoció su trayectoria con la medalla al Mérito de las Bellas Artes. También fuera de las plazas el magnetismo de ‘Antoñete’ hizo acto de presencia. Son muchos los romances que se le adjudicaron. En su juventud se casó con Pilar López Quesada con la que seis hijos. Tras su separación, su relación más mediática fue con una de las musas de la Transición, la actriz Charo López.

Su historia se hizo púbica cuando acudieron juntos una noche a la gala-homenaje que se tributaba a Rocío Jurado en la sala Scala-Meliá. La prensa del corazón hizo el agosto con una historia marcada por la pasión y los arrebatos, que hacía que en los eventos públicos se comportaran como adolescentes sin importarles ser retratados por los fotógrafos. A mediados de los noventa conoció a una joven fan, la francesa Karina Bocos, que se convirtió en su segunda esposa y madre de su séptimo hijo que nació en 1999. ‘Antoñete’ falleció el 22 de octubre de 2011 a los 79 años en el hospital Puerta de Hierro de Majadahonda, donde estaba ingresado a consecuencia de una grave enfermedad respiratoria. Padeció durante años un enfisema pulmonar. Murió acompañado de todos sus hijos y de Karina.

Publicado en El Cierre Digital

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