Ocho con ocho – Sol y moscas Por Luis Ramón Carazo.

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En los últimos años del siglo XX los hermanos Lecumberri apoyados por sus familias y aupados por la afición nacida en la casa paterna, se atrevieron a la aventura de formar una ganadería de toros de lidia que registraron en la Asociación de Criadores de Toros de Lidia en 2002 con el nombre de Lecumberri Hermanos.

El hierro se formó con la inicial del nombre y apellido del padre; la divisa es vino y azul marino.

Bajo la custodia de Gabriel pacen los empadres ubicados en las fincas Ojo Azul y La Necedad en el municipio de Colón en Querétaro.

Algunos becerros los llevan a tentar a Malinalco en el Estado de México en la finca de Carlos, denominada Jarauta (en homenaje a la calle dónde nació su abuela). En ese lugar también se prepara el hijo de Carlos, Diego, para ser rejoneador de postín.

Es tradición que la primera ganadería de toros de lidia con el nombre propio distinto al encaste que se vio anunciada en el mundo, es mexicana y tiene su origen en toros y vacas de procedencia navarra.

Según diferentes fuentes, el primo de Hernán Cortés, Juan Gutiérrez Altamirano, poseedor de la hacienda de Atenco en el año de 1528 importó a México reses navarras (tal vez de Cuba) y a partir de 1552, ya se anunciaron festejos taurinos en la plaza del Volador, cercana al zócalo capitalino en donde hoy se ubica la Suprema Corte de Justicia, reseñando que eran de Atenco.

En 1980 un gran periodista español ya desaparecido, Filiberto Mira, escribió lo siguiente: “en la dehesa de Atenco tuve oportunidad de ver las que acaso sean las últimas reses navarras que queden en el mundo. Vacunos pequeños, retintos, con un raro chorreado en su piel.

Detecté en directo las características únicas de las antiguas vacadas que alcanzaron universal nombre con los apellidos navarros de Carriquirri, Espoz y Mina, Zalduendo, Alaiza, Pérez de Laborda”.

El comienzo de Lecumberri Hermanos fue con vacas de Teófilo Gómez y un semental de la misma ganadería, con origen San Martín y a finales de 2002 se agregaron vacas y un semental de Álvaro Espinosa, con origen Manuel Martínez y Reyes Huerta. Los Gómez, los Espinoza, buenos ganaderos, buenos anfitriones y buenos vendedores, según comenta Gabriel, les ayudaron a realizar su sueño de convertirse en ganaderos y les están muy agradecidos.

En el libro se detallan todos los experimentos, los éxitos y los fracasos.

Con la línea tradicional de San Mateo pretenden lograrlo, ahora bien, siguiendo su herencia navarra han ido más allá y se han embarcado en la aventura de resucitar la casta navarra en México. Los hermanos Lecumberri, le dieron muchas vueltas en como criar un toro navarro en México, por internet contactaron con unos ganaderos españoles que decían criaban toros de casta navarra y además, les ofrecieron pajuelas de semen.

Los ganaderos eran Sergio y Felix Ozcoz para Gabriel y Carlos fue la oportunidad de regresar algunos siglos en la crianza del toro de lidia.

El 9 de agosto de 2003, después de mil peripecias, nació en la ganadería de los Lecumberri, un becerro colorado, ojo de perdiz, al que llamaron Navarrito, su padre Caprichoso de Hermanos Ozcoz y su madre Suertuda de Teófilo Gómez, pura San Mateo.

El ejemplar medio navarro, representó el premio de un esfuerzo que apenas comienza y tal vez como dicen Gabriel y Carlos, serán los hijos o los nietos, los que verán correr los toros de Lecumberri Hermanos, por la calle de Estafeta en Pamplona, para ser lidiados más tarde en algún festejo de San Fermín.

Lo anterior lo comento para recomendarle un documento muy completo de lo que significa, para una familia tan taurina, el esfuerzo de criar toros de lidia. La pluma fluida de Gabriel Lecumberri narra en su libro Sol y Moscas con claridad historias que se platican entre ganaderos, pero que poca oportunidad se tienen de saber de manera fresca y sin cortapisas.

Además con gran precisión va detallando al final de cada capítulo datos sobre personas, ganaderías y hechos relatados con el rigor de bibliófilo preocupado por dejar rastro de lo que se está narrando.

En el concepto ideal de muchos aficionados (me incluyo) el toro debe ser fuerte, delantero y armónico en la encornadura, además de lidiarse cuando novillo a los tres años y cuando toro a los 4 años, ese es el trapío que pretendemos, el toro light muchas veces se le adelanta la edad en su lidia, porqué se sustenta en el peso de la grasa y no en el del músculo, lo cual provoca debilidad al sostener un peso desproporcionado para un esqueleto joven y endeble.

Eso lo defiende Gabriel a capa y espada aderezado por la aventura de ser ganadero de reses de lidia y por eso su trabajo es invaluable.

Como dice el presidente de Bibliófilos Taurinos de México Jorge Espinoza de los Monteros “es la mejor defensa que puede tener la Fiesta”.

Twitter @Twittaurino

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