De la parada de taxis a la plaza de las Ventas, un torero pluriempleado

Alberto Lamelas.

Por Sergio Peréz.

MADRID (Reuters) – No todo es “glamour” cuando se habla del toreo. En el imaginario colectivo español, el torero va inevitablemente asociado a una vida de lujo y excentricidades, pero entre los matadores también hay proletarios.

“Eso solo es el diez por ciento o menos. Muchos tenemos que sobrevivir”, explica Alberto Lamelas, un apasionado torero de 33 años que financia su afición y vida como taxista en el ruedo urbano de Madrid.

Tomó la alternativa (la ceremonia en la que un novillero se convierte en matador) en 2009 y durante los dos años siguientes tuvo que lidiar con una realidad mucho más brava que el toro. Con apenas cuatro corridas al año no podía siquiera considerar convertir lo que es y siente en oficio.

“Yo lo que soy y lo que me siento es torero… mi objetivo es vivir del toro”, dice Lamelas. Mientras pelea con su sueño, recorre las transitadas calles de la capital varios días a la semana.

Este mes de junio estuvo realmente cerca de lograr su meta. Se vistió de luces para participar por segunda vez en su vida en una corrida de toros en la plaza de Las Ventas, el gran escenario del toreo mundial, durante la Feria de San Isidro, la Champions League de los toros.

En un contexto prolijo en tradiciones, Lamelas tuvo que desembolsar varios cientos de euros para cumplir con los preliminares y enfundarse el traje de faena en una suite del conocido como “hotel de los toreros”, en una de las zonas más exclusivas de Madrid.

Tras el tenso y procedimental ritual de “vestirse de torero” (el traje debe reposar cuidadosamente doblado en una silla con sus distintas prendas en un orden preciso), el matador se reúne con su cuadrilla habitual, se monta en una furgoneta y, al llegar al coso, desfila en la ceremonia de apertura con seguridad aparente hacia el centro del ruedo madrileño en una tarde primaveral que se empeña en demostrar su carácter veraniego.

Lamelas, quizás más conocido o valorado en la vecina Francia que en su país natal, se sintió torero en la meritoria lidia de los dos toros que le tocaron en suerte.

Pero pasados unos días, vuelve a su otra realidad y rememora la tarde en Las Ventas mientras espera pacientemente que avance turno en la parada de taxis de la estación del tren de alta velocidad en Atocha para transportar a un viajero con quién sabe qué sueños.

Publicado en Reuters

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