Por Luis Cuesta – De SOL y SOMBRA.
NADA que ver el fervor que hoy despierta José Tomás, pero había que recordar lo que en la Plaza México significaba Enrique Ponce (Chiva, 1971) en la última parte del siglo XX y en la década pasada. Hoy justamente en el año en el que parece que estamos dejando atrás una terrible pandemia y la fiesta parece que está saliendo de un túnel oscuro, anuncia su adiós. Con un toreo singularísimo y de personalidad indudable, debutó de novillero en Castellón en 1988 y dos años despues tomo la alternativa, que fue, claro, en Valencia.
Confirmó en Madrid su alternativa el 30 de octubre de 1990 teniendo como padrino a Rafael de Paula. Desde entonces ha liderado varias veces el escalafón en España, comenzado en 1992 con 100 y siguiendo en 1993 con 110 corridas, volviendo a lo más alto del escalafón en 1997. Es el torero con mayor número de temporadas sobre los 100 festejos.
Enrique Ponce fue un verdadero ídolo en la Plaza México, en donde consiguió grandes faenas cómo aquella cuando cortó su primer rabo en el año 2005 a un toro de Fernando de la Mora, mientras que el segundo que cortó en ese escenario fue en febrero del 2009, ante un ejemplar de la ganadería de San José.
Y no puedo dejar de mencionar la gran faena a “Quinito” de Teófilo Gómez en el ruedo de la Monumental México, el domingo 3 de febrero de 2002. Esa tarde de burdeos y oro Ponce daría una cátedra para la historia del toreo.
Ojalá que su adiós sea sólo una falsa alarma y pronto regrese para despedirse definitivamente de los ruedos, ya que se merece por su indiscutible profesionalismo y su sitio de figura en estos últimos 30 años una despedida a lo grande. Como grandes han sido las plazas en donde ha triunfado durante toda su carrera.
Es lo que digo yo.
Twitter @LuisCuesta_