Feria de Abril: Relámpagos, truenos… y seis petardos.

Por Antonio Lorca.

Por segundo día, tras una jornada soleada, el cielo de emborronó a las seis y media de la tarde, y, de pronto, aparecieron la lluvia, los relámpagos, los truenos y seis petardos. A mitad del festejo, se aclaró el ambiente, volvió la claridad, se escondieron los deslumbrantes y ruidosos fenómenos meteorológicos, pero quedaron los petardos. Tenían cuatro patas, dos pitones, variada capa, y alma de cabestros. Los seis pertenecían a la famosa ganadería de Juan Pedro Domecq, que va de fracaso en fracaso hasta que el próximo año vuelva a ser contratada tres tardes como en esta feria.

Como la transparencia es un valor abominable en tauromaquia, nunca se sabrá por qué la empresa Pagés compra tres corrida de este hierro para el abono anual (aún queda la de la Feria de San Miguel). Se supone que así lo exigen las acomodadas figuras, pero no está el asunto nada claro; y la prueba es el cartel de hoy: tres toreros cotizados pero no de los que eligen cartel, ganadería, día y hora. Y allí estaban los toros de Juan Pedro.

¿Qué hace un torero como Daniel Luque con toros como estos? Me alegra que me haga usted esa pregunta, pero la respuesta quedará para siempre en el limbo de los justos. Pasar un mal rato, sin duda, y comprobar cómo pierde una oportunidad de oro para cimentar el triunfo clamoroso del pasado jueves.

Seis toros birriosos, seis petardos en toda regla, salieron al ruedo de La Maestranza para desesperación de las cuadrillas y el soberano aburrimiento de los tendidos; los dos últimos, del hierro hermano de Parladé, tuvieron algo más de chicha, codicioso fue el último en los primeros compases del último tercio, pero sin clase.

Pero este material de desecho no impidió que se cortaran orejas. ¡Madre mía, cómo está La Maestranza…! Y los presidentes, en primera línea.

La afición ha desaparecido; ya era escasa, pero el covid o el miedo al contagio la han alejado de los alrededores del Paseo de Colón. Y lo que queda es un aluvión de espectadores triunfalistas que a toda costa quieren contar en la feria que han presenciado una corrida estupenda.

Una oreja cada uno pasearon Álvaro Lorenzo y Ginés Marín, y ninguno de los dos mereció trofeo alguno. Pero el pañuelo lo mostró un presidente con aura de serio, que ayer enseñó su cara más populista y triunfalista.

Que no se engañen los toreros, ni se fíen de los abrazos y felicitaciones de los allegados. No. Porque ni merecieron las orejas, ni estuvieron a la altura que de ellos se esperaba.

Lorenzo pasó desapercibido en su primero, de insípida dulzura, y estuvo sin estar en él, aunque consiguió una buena tanda de derechazos en el otro en el contexto de una labor irregular y sin consistencia que no le impidió pasear la oreja en cuestión.

Marín se enfrentó —es un decir—, a un primer toro sin fortaleza alguna, y se encontró con el sexto, el más alegre, codicioso y repetidor del encierro. Dio Marín muchos pases, pero toreó poco, le faltó poderío en su muleta, si bien destacó en una buena tanda de naturales al final de la faena.

A Luque (Daniel, olvídese de Juan Pedro, por favor…) se le notó que no estaba en su salsa. El primero salió picado, era un animal tonto, un sucedáneo de cabestro, bobo y adormilado, con el que el torero se permitió mostrar su cara más artista, que la tiene, sin epatar. Y el cuarto, falto de pujanza, de recorrido cortísimo, insulso total, solo le permitió mostrar su aspecto más comprometido.

Acabó el festejo, menos mal, y que no se engañen Lorenzo y Marín. Todo buen presidente echa un borrón, pero es de inteligente no creerte lo que no es.

Domecq/Luque, Loranzo, Marín

Toros de Juan Pedro Domecq-Parladé, correctos de presentación, mansos, muy blandos, descastados y nobles.

Daniel Luque: estocada (ovación); estocada (petición y ovación).

Álvaro Lorenzo: pinchazo hondo aviso y un descabello (silencio); casi entera caída (oreja).

Ginés Marín: dos pinchazos y estocada (silencio); estocada (oreja).

Plaza de La Maestranza. Novena corrida de abono de la Feria de Abril. 3 de mayo. Algo menos de tres cuartos de entrada.

Publicado en El Pais

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