Cinco heridos, uno de ellos por asta, en el rápido y emocionante sexto encierro de San Fermín.

Los toros de Jandilla han hecho honor a su fama de veloces, y los que han venido este año a Pamplona han detenido el reloj un segundo antes —dos minutos y dieciocho segundos— que sus hermanos de 2019. Rapidísimos y nobles pues, según el primer parte médico, solo se ha producido un herido en un brazo por asta de toro en la plaza, tres contusionados en tórax y brazos y un quinto mozo trasladado al hospital a causa de un pisotón.

Por vez primera en esta edición sanferminera, se ha producido un atropello en la zona del Ayuntamiento y la víctima ha sido una joven materialmente arrollada por el toro castaño que liderada la carrera a velocidad de vértigo. El animal se la ha encontrado en su camino y la ha empujado con inusitada fuerza contra el suelo. Ella es una de las personas heridas con un trauma en el tórax, consecuencia del fortísimo golpe que se ha dado contra la calzada.

Una mañana más, los momentos más espectaculares, complicados y dramáticos se han producido en el tramo final del encierro. Allí, en la bajada al callejón, un toro se ha desplomado a todo lo largo, y un mozo ha quedado con las piernas debajo de la pesada carga de carne. Felizmente, se ha podido zafar de los pitones, que le han acariciado los muslos sin herirlo aparentemente.

Pero cuando el toro, sorprendido y temeroso ante una circunstancia tan extraña para él, intentaba recobrar la verticalidad, un cabestro se ha cruzado en su camino y le ha soltado una bofetada en toda la cara que ha sonado en media Pamplona. Pero el afectado, todo amor propio, no ha hecho un mal gesto y ha seguido su camino como si tal cosa.

No queda claro si ha sido ese o un compañero de camada el que ha enganchado con sus pitones una camiseta de un mozo tendido en el túnel de entrada a la plaza y lo ha arrastrado a placer unos metros, suficientes para meterle el terror en el cuerpo, y no se sabe a esta hora si es uno de los heridos; pero no acabó ahí la peripecia del corredor caído. Cuando el toro le dijo adiós y el muchacho respiraba hondo, un cabestro lo pisoteó en su loca carrera y le heló la sonrisa.

A esas alturas, hacía tiempo que la manada estaba rota, y así llego al ruedo de la plaza, donde el último toro alcanzó la puerta de los corrales a los dos minutos y dieciocho segundos, uno menos que en 2019. A las ocho en punto de la mañana, tras el cohete que marcaba el inicio del sexto encierro, un cabestro —el mismo cada día, el más grande y decidido— salió en primer lugar de los Corrales de Santo Domingo e inició en solitario la empinada cuesta que va camino del Ayuntamiento; pero mucho antes de que alcanzara la Casa Consistorial fue rebasado por un toro castaño, Tonadillero de nombre y 530 kilos de peso, un atleta consumado, que se abrió camino entre la multitud de mozos y mozas apostados en la zona; ahí fue donde una corredora se encontró con el animal y sufrió el terrible atropello, a causa del cual perdió una de sus zapatillas.

Un toro más adelantó al cabestro grande y así llegaron a la curva de Mercaderes para enfilar —la manada cada vez más rota— Estafeta, donde, otro día más, se produjeron vistosas carreras. Finalizado este sexto encierro, ya esperan en los corrales Selvalimpia, Tabarro, Infante, Rufián, Tapabocas y Tonadillero, de 505 kilos a 565, que esta tarde serán lidiados por Diego Urdiales, Alejandro Talavante y Ginés Marín.

Publicado en El Paìs

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