Radar Taurino: Efecto Pos Guadalupano

Sebastian Castella nuevamente frente a Guadalupano

Por Puntillero

Tras las pasiones encontradas de la semana anterior regresamos a los cuestionamientos iniciales, centrados lógicamente en el ganado. Quizá ahí radique la respuesta a nuestras necesidades taurinas, encontrar la manera de lidiar un toro mejor, no más grande, si no de un nivel, en todos sentidos, de la más alta calidad.

Seriamente es como debemos hablar o escribir de toros. Si la vaca en la tienta tiene solo una oportunidad de ser aprobada y seguir viviendo ¿Cuál sería la razón para que nosotros no afrontemos con seriedad la oportunidad única que representa hablar de toros? Absolutamente, la del interés oculto. En los toros no es serio quien tiene un interés que abiertamente no puede mostrar, es decir una causa taurinamente no legítima.

Así hemos vivido esta semana, con los criterios encontrados de comentadores, críticos y aficionados taurinos, todo derivado y dando una importancia demasiado fuerte al indulto de “Guadalupano” de Teófilo Gómez.

A esto solo reafirmo lo que ya se ha mencionado en este mismo espacio dentro de la crónica “El Inconcluso Misterio Guadalupano” La nobleza nos lleva a un patíbulo ineludible, la mansedumbre. Al toro bravo no “se le ayuda” no “se le alivia” Ello da la impresión que juzgamos el espectáculo taurino con la misma tibieza con la que un ganadero sacrifica la “bravura” en pos de la malentendida “calidad del toro mexicano” la que provoca dudas del ganadero cuando en la tienta una vaca que se raja en el peto pero tras cuidarle y no exigirle por bajo en la muleta pasa “extraordinariamente”

Me encuentro con textos (incluso me han dicho que existe un audio) que defienden una postura simplona que cuantitativamente justifica la omisión de la estocada a partir de que un toro, y así lo ponen, que “tomó” (sin especificar cómo) “más de 80 muletazos” “yendo siempre a más” “algo habrá tenido de fondo de bravura”

Se les olvida que en los toros no basta con tener “algo” o tomar “más de ochenta” sino que hay que ir a más, cierto, pero como respuesta a una exigencia integral de la lidia, no solo de un tercio de la misma. De no ser así, superando la lidia con algo más que suficiencia, cualquier argumento pro indultitis resulta ridículo.

Esta fiebre polemizadora ha hecho perder demasiado tiempo y esfuerzo en injusto demérito del cartel del próximo domingo en la Plaza México. Claro, como no hay nada aparentemente “relevante” este domingo, casi nadie se ha fijado que misteriosamente (otra vez inescrutables enigmas) Tlaxcala regresa a la Monumental a través de La Soledad y casi también misteriosamente, que el encierro tiene mejor presencia. Ese ya es de sobra un motivo para acudir.

La “Cuesta Josefina” a la que fuimos condenados desde la inauguración podría dar otro pequeño gran salto, en trapío ya lo dio, si tan solo el encierro el domingo no acusa los males que han padecido casi todas los encierros, flojedad y mansedumbre.

Ese origen Coaxamalucan desconocido por los más y despreciado por el taurinismo veedor de comodidades y la crítica entreguista a la “calidad” podría dar una vuelta reivindicadora de algunos conceptos más sueltos que nunca a partir del domingo pasado. Lo único que me temo es que el tipo del encierro pueda condicionar su juego. Esperemos al sorteo que las fotos mienten y mucho.

La última vez que Matías Tejela alternó con José María Luévano en la Plaza México, el de Aguascalientes bordó una faena a un serio toro (por favor no duden de mis palabras) de Arroyo Zarco de nombre “Soñador” Aún saboreo el toreo a la verónica de majestad plena con aquel manzana y oro. De alta bravura “Soñador” fue dos veces al caballo, tumbó la primera y le valió un Trofeo Domecq a Víctor Ortega que lo pico magistral. Después vino la lluvia y el olvido del público que no aguanto unas gotas del cielo perdiéndose una intensa faena aquella tarde de enero.

Luévano, remontó su cuesta. Recuerdo perfecto su gran temporada en 2003 cuando “el hombre había esperado al torero” Pero un cambio de apoderamiento y alguna cuestión personal lo llevó de nuevo casi la “Cruz de Olvido” que ha ido abandonando desde que es apoderado por Adolfo Guzmán. Este año se enfrentó al tremendo lote de La Punta que incluyó un marrajo y al torazo aquel “El Pichas” (Vaya un glorioso nombre) de La Punta y estuvo digno pero dejándonos con la sensación que puede y debe estar mejor. La temporada que dejó José María es esperanzadora y sabe lo que es escalar una cuesta y conquistar su cima. Los toreros con sello siempre cuentan.

Aquel enero de 2004, Matías Tejela salió a hombros de La México en la corrida en que se le reventó el barzón del regreso a San Martín, con Zotoluco y Juli y toreó la ya referida corrida de Arroyo Zarco. No olvidemos que el olvido en el arte es un toque siempre de atención. Un torero técnico y altamente profesional, que toreó de novillero en La México y que requiere dejar de ser uno más agarrar alma y tronío, con la urgencia de no dejar más tiempo perdido. El triunfo de León hay que verlo como un indicativo de lo que podría ser.

Da la casualidad que Juan Chávez también toreó aquel encierro de La Punta este mismo año y esa desigualdad, casi torpeza en sus trasteos, contrasta con aquel torero que se impuso a todo el día de su confirmación. La México exige y mucho, no puede salir sino a estar por encima de sí mismo, a subir esa cuesta que hace a los toreros pasar barreras infranqueables. A veces los toros tlaxcaltecas elevan a los más modestos y el de Morelia tiene este domingo para dejar de serlo.

No olvidemos que la Plaza México da sorpresas, desde “gallerazos” hasta alumbramientos y dejar de acudir es a veces un pecado mortal. Seamos testigos de la historia y contémosla sin martingalas. En época decembrina hay que entregar nuestra afición esperando de pronto que la surja la bravura, por que “Nunca se sabe, nunca se sabe…”

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