Sombras al Atardecer. Decimo Novena de Temporada Grande

Chicuelina de Alberto Espinoza “El Cuate” al toro de Ordaz.

Por: “Puntillero”

Los tonos de morado subido que se vislumbran en el firmamento de la Monumental suceden una tormenta que apenas roza la Plaza México. Tan precioso marco resulta demasiado bello para una pintura que el trueno y la lluvia terminan por diluir. Lo mismo la casta y la bravura, que la fuerza del encierro. El devenir de la tarde parte del éxito ganadero pero no el corazón de los toreros que evita romperse tal como se quiebra la ilusión de los aficionados. La lluvia a veces no es abundancia.

Suben rumbo a palcos y lumbreras despavoridos taurinos aficionados que no aguantan la lluvia desatada durante la lidia del segundo. Las vaporosas nubes de oriente, contrastantes del astro sol inicial del paseo de las cuadrillas, hacen su infalible aparición tras vislumbrarse detrás del reloj de la Plaza.

Ese adagio no falla, tal como no debería naufragar el encierro de Ordaz.

Los toros tienen el sagrado derecho de fallar, a no tener palabra de honor y de poner a prueba a los toreros. En silencio, con la impasibilidad de su mítica figura, el bos taurus examina credenciales severamente y de eso somos fieles creyentes. Pero para ello, los astados tienen que superar diversos exámenes, previo, durante y a veces después de la corrida.

Respecto del primero de ellos, que corresponde al del trapío, la corrida, salvo el tercero, aprueba no obstante lo desigualada. Sin embargo, eso que tiene que ser la normalidad se convierte en la excepción.

Sorprende a muchos y en demasía, ver un encierro con mayor seriedad. También incluso la apuesta al “fracaso” de su juego por parte de quienes abordan la barca que navega rumbo al puerto del novillo adelantado, el que según algunos interesados “se mueve” y “se presta”, como si el toreo fuese el utilitario “pasa tiempo” de unos a costa de la muerte de un ser vivo. Recomiendo que la diversión se busque en otros foros, no en las Plazas de Toros.

¿Y qué buscamos entonces? Reitero lo consignado antes. La bravura es la interminable e indeclinable espera del hallazgo en el tipo y en el juego de los toros, el sendero que alumbra el encuentro entre la fiera y el hombnre pero que implica poder caer en garlitos como en los que tropieza la corrida durante el sorteo cuando el mejor presentado, no el más grande ni el más cornalón, que habría en tercer lugar se despitorra al no poderle entorilar adecuadamente. Luego el que hace las veces de quinto sale con el pitón derecho flojo y hay que esperar se descuerne para entonces devolverle.

Para ese momento “el crespón en el pecho del tertuliano” parece colocarse demasiado pronto como comentamos el viernes, demasiado antes de la aparición de la ceniza de miércoles. Y ocurre cuando la flojedad inunda al noble y grandón primero con el cual Juan Bautista tuvo muy pocas opciones.

A pesar del viento y el tranco descompuesto de un toro que parece tener una lesión que inflama su costillar izquierdo, el francés parece encontrar camino plano pero la muleta ondea y el toro, noble pero inválido, acaba con la ilusión. Con el cuarto, bajo, tocado de pitones y degollado, tampoco encontramos la bravura deseaba. Acomete sí, pero su cara alta refleja la tentación de escurrirse y a eso agregamos que las revoluciones del torero no se ajustan a las del toro.

Sale con disposición pero tendrá que aguardar al próximo año. Ayer la lluvia deslava su temple y sobre todo su despaciosidad y ya lo sentencia Morante: “En México si no estás despacio no hay respuesta en el tendido.”

Por ello a Alberto Espinosa le responden y en momentos muy bien. Grata sorpresa del regiomontano que con el capote en sus dos turnos lo ve claro. El recibo capotero al primero, lances y chicuelinas, comienza a develar suavidad y flojedad en el cornipaso alacrán, extremadamente bajo y con reminiscencia antigua en sus hechuras, que inaugura su lote. Tres chicuelinas plenas de temple y de brillo muestran que Espinosa andaría toda la tarde despacio y a compás.

Gusta “El Cuate” pues expone y se pone cerca, sobre todo por izquierdo. Me parece que la pausa impuso el ritmo que su primero pide. Ayer además desprecia la voltereta e incluso la cornada cuando se pone de frente a un toro corto de casta y ayuno de fondo bravo, pues de tenerlo acabaría entregado. Las trincherillas son de cartel y en momentos logra naturales largos y acompasados. Si tan solo toreara más… No olvidemos, el toreo como actividad técnica es y se basa en la repetición, hacer del rudimento un hábito. Esto es un presupuesto del arte.

Por eso no lo ve claro con el sobrero que hace quinto, un pavo de Villa Carmela al que al principio, tas masacrarle en varas, da la impresión que no podrá hacerle pasar. Lo intenta Espinosa, decidido pero sin mucha fortuna. Con la espada no advierto el toque abajo fuerte y a la pezuña contraria, sin hacer la cruz es muy difícil. No obstante ello Alberto, regiomontano para información y formación de Jaime Avilés, es digno de mayor oportunidad.

La lluvia aparece a la salida del tercero, el colmo de las complicaciones para Fermín Rivera a quien no importan tales circunstancias para andar con el capote con soltura y firme arquitectura. Queda ahí el recibo a ese horrible tercero y la sensacional larga por el lado izquierdo de remate. Pero donde sorprende es con la seda de su respuesta a las chicuelinas de Bautista, Rivera torea al paso y por delantales para disfrute de pocos, una pena que solo la estoica “Contraporra Taurina” aguante contemplando en su sitio el gran quite. Mi respeto absoluto al tendido más serio de la Plaza México.

Las sombras de la tarde y la tormenta, molesta ventisca con un toro sin virtud alguna, no impiden que el más joven de los Rivera luzca el regio azul y oro con verticalidad y temple en derechazos de sello pero sin continuidad pues como a pocos el viento molesta a Fermín. Por el lado izquierdo toma la muleta, sabe de la necesidad de alternar el perfil adecuadamente a un toro al que estaba construyendo el tranco, pero es verdaderamente imposible. Ni siquiera bajo la Porra, donde “sopla menos”. Solo esfuerzo, corazón, un formidable cambio de mano y una estocada trasera es lo que sigue previo a esperar el siguiente turno.

Los tonos morados de las vueltas de su capote no lucen en el recibo al sexto, el mejor hecho de los de Ordaz. Ahí Femín traga paquete. Esta por encima de un áspero, plateado y ofensivo veleto en el saludo. Pero donde el solferino y el violeta conjuntan la fina estampa torera del potosino fue en las chicuelinas de interesantísima verticalidad rematadas con impronta y donaire en la rebolera. Si con esto no nos damos cuenta del torero que estamos dejando al olvido un torero que… Acabaremos creyendo que los de Monterrey son tapatíos.

Luego en la muleta la falta de ritmo de Rivera impide ver con mayor claridad lo que me parece pedir el cárdeno y que su cuadrilla sospecha, el complicado uso de la media altura con la derecha y en el cite cruzado. Esa claridad en los grandes toreros no se obtiene sino con el sitio.

Ayer Fermín demuestra su aptitud por enésima vez, la que ya conocemos. Sin embargo, su pericia es lo que hoy echamos de menos, ello solo lo da torear. Demuestra capacidad cuando presenta cruzado a media altura con lo que el áspero cárdeno se encela. Vuelve a dejar constancia de su clase, si bien un poco más de temple habría cuajado una obra más compacta. La espada le juega una mala pasada con nuevo espadazo trasero que permite observar su mejoría con la cruceta. Rivera otra vez pisa fuerte incluso más que otras veces y eso que de ayer es para acabar con el corazón roto.

A pesar de todo, el violáceo celaje de la tarde tras la muerte del tercero contrasta con el estruendo que desboca a los percherones provocando las risas que terminan por alejar al toreo de la mística y le acercan a la anécdota. O al chiste. El toreo en México parece tal escena. Bajo los tonos imperiales de la tarde al declinar anunciante de un paraíso mejor, el lodo del interés oculto, la desproporción y la falta de cuidado por parte de los que tendrían el deber de no dejar sin resguardo bajo la tormenta al torero mexicano, rompen carreras, inquietan ilusiones y ahogan en las sombras a los que valen.

La falta de oportunidad es una forma de obscurecer el futuro taurino. Si tan solo la visión fuese más panorámica no importaría que los toros fallen como ayer. La reiteración de la práctica de los rudimentos toreros, la imposición del hábito taurómaco dentro de la búsqueda de la bravura haría que la formación del torero alcanzara para dar respuesta a la inefable falta de casta y demás problemas que deben presentan los toros. Claro, esto siempre y cuando nuestras ferias y temporadas se basaran en el bous.

Si no, seguiremos empeñados en abrir las persianas a la sombra de la ignominia taurina y acabaríamos “risa y risa” tan desmandados como los percherones que cabalgan sin eje ni dirección, ni con mínima esperanza.

Twitter: @CaballoNegroII.

RESUMEN DEL FESTEJO.

Plaza México. Temporada Grande 2010-2011. Marzo 6. Décima novena de Derecho de Apartado. Menos de un cuarto de Plaza en tarde fresca y con viento desde el primero. Cielo taurinamente encapotado desde el primero y lluvia durante la lidia del tercero acabó con frío.

6 Toros, 6 de Ordaz (Divisa azul, blanco y rojo) El quinto se inutilizó y fue substituido por un sobrero de Villa Carmela (Divisa negro, amarillo y rojo) El hierro titular envió cinco astados desiguales de hechuras pero seria. Solo el tercero fue desigualado y cariavacado. Flojedad en sus embestidas, el cuarto se desplazó soso y sin emoción, en general con muy poca bravura. El sobrero se apagó pronto y le pegaron atrás.

Juan Bautista (Tabaco y oro) Silencio y silencio. Alberto Espinosa (Esmeralda y oro) Al tercio tras avisos y Al tercio. Fermín Rivera (Azul rey y oro) Palmas y silencio tras aviso. Destacó Alfredo Acosta tras banderillear con gran lucimiento al segundo.

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