
Ya no busquen más, señores. La México puede tener un segundo episodio tan grande como el Cinco de Febrero en la Corrida Guadalupana. Hoy los tres toreros se imponen a la dificultad progresiva y en evidencia dejan la invalidez y el descastamiento. La tapadera ganadera llega con un sexto toro al que ilumina algo más que el magno despliegue de un gran torero mexicano.
Por: Luis Eduardo Maya Lora – De SOL Y SOMBRA. Fotos: Jorge Prado Aguilar.
Sentido es el minuto de aplausos para Diego Puerta que cubre parcialmente la inadmisible omisión de la semana pasada.
Envuelto en fervor y lamento, las palmas recuerdan también la partida de “El Saltillense” latiendo corazones que se suman a un “¡Adiós Saltillense!” de la Porra Libre, que acompaña la salida del cárdeno que abre plaza.
Así, envuelta en aguas del recuerdo y la pasión, comienza la gran corrida de toros.
Es Capetillo el artista más infravalorado de los últimos tiempos en México. Acabado anticipadamente y sin audiencia por muchos, dicta la última palabra delante del estrecho y chico primero. Aún hay forma de parar los toros con arte. Todo en Guillermo tiene ritmo, hasta los mantazos con los que toreramente evade el reparo del burel.
Tiene que llegar el puyazo y, en medio del desorden por la falta de casta, Capetillo ordena al llevar al caballo al paso y alternando lados perfecto hacia atrás. Ya en los medios y al quite, dando el pecho y meciendo brazos, vienen dos lances modélicos –uno por el derecho sensacional- que ayudan al ayuno de fuerzas y que se rematan al paso y con media.
Ronco olé es premio a tan deslumbrante escena.
Nuevo desorden en banderillas. Capetillo ordena al dejar en suerte para el último par tras inutilidad de la cuadrilla. Tras brindis a la taurinísima Silvia Pinal, alterna por alto y camina con naturalidad para llegar a los medios y, a campo abierto, comenzar la obra.
En el arte es columna fundamental la distinción.
Guillermo Capetillo la tiene a cada paso que da, cada que cita con la derecha con esa pequeña gran muleta que lo mismo alivia que aguanta ahogos y, lo digo claramente, convergentes miradas. Por ello, Capetillo ante ese primero, reconstruye fuerzas perdidas y sana la falta de aire meciendo todo su cuerpo en el genial derechazo.
Personalísimo, en momentos ahueca Guillermo dejando el cuerpo empinado con la muleta larga y por abajo para que el cárdeno la siga en un viaje lo más extendido posible.
Entonces viene la ligazón.
Cuando un toro va paso a paso, lentamente porque se ahoga conservando la posibilidad de quedarse corto y cabecear, se necesita valor para desengañarle como Guillermo lo obtiene majestuoso con la zurda donde embarca a ritmo impensable, deslumbrante de temple y

arrebatadoramente artista.
Decanta el canto del pase natural en su muñeca con el muletazo prácticamente a la cadera. De cartel es el remate arriba y magníficas las salidas de la cara, todo despacio, en aluvión de torería.
Todavía hay nuevos derechazos, medidos y sorprendentes por la frialdad de la impasibilidad ante el parón, pero igualmente bañados en agua fina de aromas añejos que destila Capeto ante los olés que se rompen tras trincherazo – que en sol le imploraban pegar- a pies juntos maravilloso.
Temple y más temple; tempo largo y poder sin brusquedades, como en ese abaniqueo que aún aletea sobre la arena.
Mata con buena media, quizá poco trasera. Y claro, como el toro se acuerda hasta su final que es de lidia, sale la casta perdida y resiste en caer.
A la escena solemne de su muerte acompaña Capetillo con torería, o sea, con el respeto a la hora final del toro y que la autoridad pasa por alto al tirar el aviso. El interés del público está en precisamente en el momento final, ergo, el aviso es improcedente. Importa poco pero enfría a la gente que poco ha comprendido lo que ve.
Buena habría sido una oreja. Capetillo ha construido una obra a partir de escombros pero aún se le castiga, es poca la salida al tercio. Afortunadamente, el arte consiste en dar sin recibir algo a cambio.
No poco quiere Talavante que endilga dos lances naturales al girón, alto y estrecho, cómodo de cabeza, segundo. Pero a los lances buenos, con los que pudo llegar a los medios, mezcla chicuelinas a compás abierto y a la trágala. Algo enmienda en la larga no obstante es desarmado por el toro que protesta.
Atención a ese pitón derecho. Hoy los toros doblan contrario en el caballo y no pasa nada.
Este “Cantinflas” hace honor al nombre al tirar hacía la guasa de la querencia pero luego bravear en un segundo puyazo y ponerse a la contra en banderillas. Capotazo largo ordena Talavante pero le comen terreno a Edmundo Navarro al no romperle hacía delante. Importa poco al extremeño que brinda a todos y voltea monteras para evitar algún tipo de cantinflada durante el último tercio.
Decidido y arrebatado comienza en el tercio con derechazos, efectos especiales y un cambio de mano a media altura tan templado que hace que el burel incluso proteste con la cara arriba.
Fuelle tiene el toro y ésto a Talavante le viene perfecto. Manda mucho, lleva largo con intensidad avanzando a los medios sobre la derecha. Anticipando las reacciones del toro que busca puntear, gana la intención y vuelve a emocionar en los de pecho antecedidos por cambios de mano llenos de quietud y mando.
Acaso Alejandro, en ímpetu total, ataca con tremenda fuerza al toro, pero ello es más que necesario pues rompe la muñeca con la zurda y añade el molinete que emociona por lo pleno y torero.
Tanto así que sorprende la consecuencia de juntar valor y temple, aguante y arte, en tres arrucinas que abrochan nueva tanda.
En plenos medios, con tanta fuerza y facilidad que el primer sorprendido es el toro y claro la respuesta es rotunda en la grada. En La México, lo comentamos con Andrés Calamaro – el hombre más nervioso del callejón- al final, hay que andar con amplitud y despaciosidad. Talavante vuelve muy pronto a la cara del toro ahora en el tercio frente al burladero de la contra porra.
Ahí la cosa es grande. Verticalísimo, aguanta al toro que le espía y husmea. Acero en las piernas y en el natural acompasado. Esto es para volver loco a cualquiera pues al parón, tal como han hecho el primer y el segundo espada, se le desdeña no dudando sino tocando con la muñeca y, en ese sitio, con esa quietud, el terreno corto alumbra el natural más largo y acompasado que remata en arrebatado desplante con un rugir en los tendidos.
No comprendo el cambio de terreno –casi frente a la puerta de picadores- y el cite a recibir a un toro que no parte por lo ahogado. Y como a toro que no parte hay que partirle, Talavante falla al querer matar aguantando para pinchar enésimamente. Había que volcarse y reventar el manso que acaba “bravo” gracias a la muleta del torero.
Descabello efectivo y al igual que Capetillo la cosa acaba en cerrada ovación que sabe a muy poco. Acaso, a demasiado poco.
Se cae la corrida. Pasamos tres lamentables turnos porque Diego Silveti se acelera con el zambombo cárdeno que hace de tercero. Magistralmente picado, con tanta torería que el piquero es fuertemente ovacionado tras su despaciosa salida de la suerte. Ni el tiempo de Capetillo, el templado ímpetu de Talavante o el paso del varilarguero empatan con las carreras de Diego que, por ejemplo, sale corriendo al dejar en suerte o apresura por gaoneras a compás abierto.
Lógico, el toro lo siente, requiere aire. Años es la única diferencia.
Algo falla pues aún cuando Silveti encuentra una gran tanda perdiendo el paso y arrojando los vuelos para ligar, la cosa no prende por la falta de aire y fuerza del toro, su cabeceo y menos aún por los pinchazos que no queremos sean la marca de la casa.
Como sí parece ser de la ganadería la debilidad del cuarto y el juego vulgar del quinto que tumba por geniudo. Capetillo lo tiene imposible con su inválido segundo y Talavante se lo juega a Ley con la alimaña quinta pero poca historia hay.
Tan solo decir que el tendido de La México requiere ver

siempre más el juego de los astados para luego juzgar.
La corrida bautizada en homenaje a la Asociación de Actores guarda su toro mejor hecho para el último turno, nombrado en evocadora alusión, “Charro Cantor”. En el centenario del natalicio de Jorge Negrete no cabría otra cosa. Pena que pocos conozcan esto.
Pero el vínculo guanajuatense entre la filial referencia hacía El Tigre de Guanajuato con quien en el cine –Negrete- cantara su pasodoble, la noche guadalupana con su plateadísima luna, el histórico once de diciembre de La México y el inmaculado terno de Diego, sirven en bandeja el alto espíritu taurino que contempla la salida de un cárdeno obscuro y girón, coletero y listón, tocado del pitón derecho, bajo y bien hecho.
Las verónicas son magníficas, los intercalados lances a pies juntos igualmente y superior es la media a compás abierto que, con el respeto debido, ha sido más cercana de Triana que de la mexicana Salamanca.
El burel se viene arriba en varas donde pelea con clase.
En nueva reminiscencia, Silveti hecha mano de la tafallera a compás abierto y la cordobina embarcando y toreando con la cintura vaciando primero sobre la línea -tafallera- y a la hombrera contraria después -cordobina. Inicialmente atacado, el burel le pide ir a su aire y no apresurar: el remanguillero remate a lo Rey David es muestra de eso, por eso sale enganchado.
Esa lección el nuevo matador Silveti no la olvidaría ya nunca.
Atención. “Charro Cantor” se refugia en tablas. Defendiéndose, complica la salida de los pares de Saldaña y Guerrero, así como la brega de Sánchez que sujeta poco. Brindis a Emmanuel. “El Bola” forma un taco al agradecer toreramente el brindis. La cosa está a punto de hervidero, solo hace falta aguardar la ebullición.
Ésta comienza alternando lados desde la Puerta de Caballos a la segunda raya donde un cambio de mano es magnífico. Clave es la largueza, el trazo largo y acompasado, así como fundamental no rematar hacía las rayas sino a los medios, por eso los desdenes son perfectos al apuntar la salida a la boca de riego y no mostrar al burel la tentación hacía las rayas.
Silveti, sobre la izquierda, se descubre así mismo llevando al infinito la muñeca en naturales espléndidos.
Lo mejor de Juan hijo y de David, temple y forma magnífica, pero con ese compás abierto y lo que tanto hizo falta a Silveti Barry, quebrar la cintura a este nivel.
Ayer Diego echa mano de una cintura torera que revienta en el temple, que imanta a un toro que pide suavidad y al que otorga la seda que brinda al torero la llave para develar el camino del fondo de ambos. El de pecho, roto con el rosto metido en el brazo, es de escándalo.
El toro rasca, esa tentación de vivir al filo del agua de la mansedumbre pone en entredicho lo estrecho de su condición. Por eso el cambio de mano viene en el justo tiempo y por la espalda.
Encendida pero vertical la figura, con el brazo mandando y soportando la lentitud, impregna los corazones taurinos al girar con la muleta adelante al final de cada pase natural, que iluminan lo mejor de nosotros mismos y del toro que se rompe conforme Diego sobre pone la muñeca que amenaza con quedarse sin fuerza de lo rota, de lo

mandona y lo torera. El paroxismo en la Plaza.
Ahora el adorno a compás abierto y girando que hacen volver a la diestra mano. Para acabar pronto, “la cintura quebrá, empiná la frente” que llenan “el aire de volantes y desplantes, de finura y calentura” en la doble tanda derechista donde gira sobre plantas, cerrada una con el forzado y otra, inaugurada con trincherazo, con la capetillina, ahora sí, indiscutible y brillante por lo accesoria y lo valiente que enlaza otro magnífico pase contrario y por alto.
La entrega es total.
Cuando los toreros se entregan los toros mejoran. Pero atención con las rayas, la tentación es mucha y la faena ha sido larga.
El burel se refugia pero Silveti responde con doble dosantina a cuatro tiempos donde hay un momento sublime, el ganar pasito a paso magníficamente en la segunda parte del muletazo para rematar por alto. La nueva capetillina, al borde de la emoción y en mensaje directo entre dinastías, enmarca el pase del desdén más glorioso, donde no solo torea la muñeca, el brazo o la planta del torero, parece que hasta torea el mechón de Diego, en la irrenunciable parte de “El Tigre”.
Hasta despierta la Banda en noche de “Mañanitas” para desgranar la diana floreada y rematada.
Perfecto el toreo por alto a la manera de Joselillo y el imposible cambio de mano, vertical e invertido que cierran la faena.
El riesgo de indulto es latente con tantas miradas del tío apoderado y tanta coba que infesta el callejón. “¡No te rajes, Silveti!”, el grito. Con ayuda de la autoridad, cuyo taurino gesto deja a Diego entre el cielo y el abismo, como quedan los sueños, según Ibsen, entre el ser y no ser de un joven príncipe…
“El resto es silencio” Simplemente, “Vivir, dormir, no más…”
Aún hay naturales de ensueño en perfecta media altura con la mano que se va detrás de la embestida pero la decisión de la autoridad, discrecional e incontrovertible como ha de ser, está tomada, es irrevocable. Y a la postre, a pesar de lo perpendicular de la estocada, es apenas cosa en la que no hay que reparar, los blancos pañuelos saludan al que arriba con la fuerza infinita de lo excelso.
Diego responde al cielo, agradece al eterno justo cuando el Juez Andrade equivoca al no sacar el pañuelo verde de salida y peor aún inventarse, atendiendo a la duración de la faena, un homenaje excesivo a un toro que rasga. A menos que ya sea ese un criterio de bravura.
Sin el pergamino silvetista, la voz oculta de “Charro Cantor” jamás habría llegado a escucharse, se habría quedado en el laberinto borreguno de la nobleza. Silveti es a “Charro Cantor” y viceversa, lo que a Jorge Negrete fue Manuel Esperón, la templada mano que saca lo mejor de ambos.
Aun para su pena, Talavante regala un inválido que termina por invalidar la vuelta al ruedo que, agazapado y con la coba paladeando, se auto regala el ganadero que se cuela cuando pasea Silveti los máximos trofeos, todo gracias al tío apoderado y a la nobleza del joven príncipe en la parte hamletiana del argumento que afortunadamente no importa a la gente que saca a hombros al nuevo héroe.
Llena de emociones comienza La México su gran Corrida Guadalupana.
Pasa de la pena del luto inicial y del aroma a retama y arcón viejo. Al rojo acero del valor, a la decepción del descastamiento pero remata en a la elevada e inmaculada expresión torera que evoca recuerdos y hace surgir la sangre y la raza.
“Ea pues, señora abogada nuestra” que podría no haber costumbre taurina de festejarte en tú día pero nosotros taurinamente te adoramos, con faenas como esta, noche y día.
Silveti sale en volandas envuelto en el capote protector en arrebatada escena.
Y es que como dice cada domingo -o casi- Don Manolo Romano: “Mejor, no se puede torear”.
Quieran pues Dios y la Virgen, en una noche así, con una luna tan torera como ésta, en una fecha tan marcada para la Monumental Plaza que mejor que nunca sea para nosotros tan solo el principio.
Twitter: @CaballoNegroII.
Foto: @ColorJay.
RESUMEN DEL FESTEJO.
Plaza México. Temporada Grande 2010-2011. Domingo, Diciembre 11 de 2011. Sexta de Derecho de Apartado. Un tercio de plaza en tarde fresca con frío al final sin viento.
7 Toros, 7 de Los Encinos (Divisa Azul pastel, verde y rosa), el séptimo de regalo. Desiguales de presentación. Con debilidad y mansedumbre en general. Destacan el segundo y el sexto, este último homenajeado con discutible vuelta al ruedo y lamentable vuelta del ganadero Martínez Urquidi.
El segundo blandeó y dobló contrario en varias. El resto tuvieron absoluta debilidad como el cuarto, peligro como el quinto y sosería como el tercero. Impresentable el inválido de regalo. La corrida se bautizó en homenaje a los grandes actores de México.
Guillermo Capetillo (Burdeos y azabache) Fuerte ovación con saludos en el tercio tras aviso y división tras aviso. Alejandro Talavante (Blanco y plata) Saludos tras aviso, Silencio y Palmas. Diego Silveti (Blanco y oro) Silencio y Dos Orejas y Rabo. Salió en hombros.
Destacó a la brega Fernando García Araujo en el cuarto turno. Igualmente los picadores en general que tuvieron destacada actuación principalmente en el tercer toro de la tarde.
Mal Roberto Andrade al no sacar el pañuelo verde desde salida y ordenar una vuelta al ruedo a los despojos de “Charro Cantor” lidiado en sexto lugar, número 72 con 515 kilogramos de Los Encinos. Bien previamente el usía al ordenar sin vacilación al tercer espada realizar la suerte suprema y negar la petición de indulto al mencionado sexto.
Se guardó un minuto de aplausos al saludar los toreros a la autoridad por la lamentable pérdida del torero de San Bernardo, Diego Puerta, así como por la sentida y sumamente triste partida del magno fotógrafo taurino Armando Rosales “El Saltillense”.
Se conmemoraban 65 años de la histórica tarde de Lorenzo Garza y Manuel Rodríguez “Manolete” con toros de Pastejé, sin embargo se echó de menos conmemoración oficial del hecho.

3 respuestas a “Inmaculada y Oro – Grandiosa Faena de Silveti en la anochecida Guadalupana de la Plaza México.”
Oleiii a su arte Lic.!
Se me enchino la piel al leer tu gran reseña y recordar esos naturales templando, mandando y cargando la suerte impresionantes de ese tio Diego!!
¿Que decir?
2 orejas y rabo para Silveti. 2 orejas y Rabo para Luis Eduardo.
De lo mejor que te he leido. Enhorabuena!
Y voto por que nuestras peores tardes, sean como las del domingo pasado.
Un abrazo
Aureliano
Quiero felicitar a Luis Eduardo Maya por una crónica tan descriptiva y tan emotiva tal cual de como se vivió el festejo en la Plaza México. En esta reciente tarde de “Domingo Guadalupano” ha habido magia y si yo pensaba que con lo que había visto de arte desplegado por Capetillo y Talavante en el 1ero y 2do toros de la tarde…lo de Silveti fue simplemente una muestra de cuando aflora el sentimiento suceden cosas extraordinarias.
Simplemente increíble la forma como nos hizo emocionar este joven torero de dinastía a los presentes en La México. Soy un convencido que esa faena vino desde el cielo ayudado por “La Morenita” y por su señor padre el Rey David.
Por tardes tan gloriosas como estas son las que definitivamente me hacen ser un orgulloso aficionado a la Fiesta de los Toros…venga el arte!